Aunque no es un termino que me guste, la expresión “mi compañera” me parece la única adecuada para referirse a la pareja que no ha formalizado su relación y que supera ya cierta edad.
“Mi novia” no puede recoger lo que tienen dos quinceañeros y también lo que tienen dos personas de cuarenta años con, pongamos, una hipoteca. Rondando los cuarenta no se puede decir “mi novia”, se siente mucha vergüenza. Aquí el lenguaje contribuye al piterpanismo.
¿”Mi mujer”? Falta legitimidad. Sin altar ni registro civil uno siente que no tiene derecho a esa palabra. Como existe “mi esposa” se podría llegar al acuerdo de dejarla para la unión formal y que “mujer” quedara para la unión de hecho no registrada.
Pero sigue chirriando. El “mi mujer” sin papeles de por medio ni lo admite ella ni lo admite la familia de ella.
Hay una fórmula nueva. Dejar el novio/novia para la juventud y utilizar “mi chico/a”. Esto lo dicen mucho las mujeres ahiora. Pero suena a michiko, la emperatriz o a hachiko, el perrillo de la película. Coño, di “mi hombre”. Esto en Valencia se dice: “el meu home”. Pero que te digan “mi chico” es ridículo. El “mi chica” loquillesco, roquero, chuleta, repetido como fórmula habitual queda de un cursi insoportable. Bueno, sí, exacto, queda loquillesco. Falta añadir un duduá detrás. No se puede utilizar.
A mí me gusta mucho “mi parienta”, que es verdad que tiene un punto estesiano, pajares, que a veces levanta incomprensiones, pero que recoge muy bien la evolución de lo conyugal, la realidad de la pareja.
Está el “mi señora”, que debe ser completamente descartado. Es curioso porque la expresión, muy bonita, remite inicialmente al amor cortés, al vasallaje. Dicha así si procedería. Además asumiría el elemento calzonazos, que es una forma de neovasallaje sin literatura: mi señora, mi ama, mi dueña. Pero ha acabado siendo usada por unas persona que refuerzan tanto el “mi”, que le dan tanto énfasis que acaban invirtiendo el sentido de la expresión. “Mi señora” suena a prenda.
Con estos problemas, la expresión “mi compañera” ha de ser rescatada. Creo que es la menos mala. Recoge el plano de igualdad (lo paritario, uf), es políticamente correcta, es menos cursi que “michika”, y además expresa bien la convivencia sin papeles (el proyecto, uf). Claro, pareces Pepe Sacristán hablando de Emma Cohen, pero como estamos en tiempos transitivos tampoco queda mal del todo. “Mi compañera” tiene una resonancia bíblica que la dignifica y -hay que reconocerlo- otra resonancia benedettiana que espanta… ¡Pero es que no hay más!
Aunque mi expresión preferida viene después y exige ruptura e hijo: la-madre-de-mi-hijo. Esta expresión llena de odio es perfecta. Mil veces mejor que “mi ex”: expulsa a la mujer a lo biológico y deja al niño como elemento interpuesto sin reconocer el pasado común. Esto es un gran hallazgo y una gran genialidad de Belén Esteban, dicho sea de paso.
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