Durante estos meses me ha parecido extraordinaria la manera en la que un dato macroeconómico positivo se convertía en una mala noticia. Mucha de la culpa la ha tenido un clima de opinión que ponía bajo sospecha los datos macroeconómicos o las magnitudes de la contabilidad nacional. No por sesgados, sino como si fueran un dato elitista, ajeno al tejido económico, apropiable sólo por una élite económica. La “castización” de los datos estadísticos y agregados enturbiaba el entendimiento. Si crecer al 3% no era crecer “todos” al 3% el diálogo se hacía imposible.
Leo ahora una información de C. Cué en EP sobre la información estadística en Argentina. El deterioro es tal que han sido intervenidos y manipulados. Cada cual maneja sus datos, unos públicos, otros privados. “Los datos, centro de la batalla política”. Desde luego, es otro novel de deterioro, pero me ha recordado esa sensación de meses pasados, como si el empobrecimiento del lenguaje no sólo fuera verbal, semántico, sino que afectase también a los datos. Una especie de corrisión, no sólo de la jerga política, sino del entendimiento común de qué significan los números.
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Por otro lado, y comprendiendo parte de lo que quiere decir, cómo no alarmarse un poco ante este oxímoron chisporroteante como los ojos ginebrinos de Marujita Díaz: “Nacionalismo constructivo y cordial”.
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