Hay dos tipos de incorrección política, la provocada, estilo Toni Cantó, que ve un charco y se tira haciendo un carpado y luego la incorrección política con cuarto y mitad de lapsus, como la de Cospedal. Si Aznar y luego Esperanza eran “la derecha sin complejos”, que tanto irritara a Ferlosio, que veía en la pérdida del complejo una liberación del derechismo intrínseco y del pudor democrático (la derecha como un necesario ego freudiano atenazada de complejos y morbos de diván), las incorrecciones políticas de la nueva derecha son (o parecen ser) meros lapsus. El PP actual afirma su doctrina y subraya las verdades de su electorado con el lapsus. Quizás el lapsus, ese aire a metedura de pata que tiene todo lo que dice Cospedal, sea la forma menos dolorosa de decir lo que nadie se atreve a decir, como si Rajoy, en vez de salir a la plaza a proclamarlo mandara a Cospedal a que se equivocara por él. Contra el tabú de la nueva corrección política (fina epidermis de la indignación), el lapsus, que siempre tiene algo de hallazgo y revelación. La corrección política es la represión del discurso conservador y este PP, en lugar de la desacomplejada discusión teórica, se va revelando a base de descuidos. Lo que va de Aznar a Rajoy es también eso. De la FAES al lapsus.
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