La arborescencia administrativa española es cosa fina. Madrid está lleno de edificios públicos, pero luego hay que salir a provincias: comunidades, provincias, ayuntamientos. El adelgazamiento administrativo no se ha producido. Quizás porque al español tampoco le apetezca mucho. No obstante, ¿quiénes sino ellos optan a esos cargos? Los partidos políticos no enchufan a marcianos, enchufan a españoles. Además, está la tranquilidad de lo público, contra la que se protesta de forma muy contradictoria. Es común que algunas historias de regeneración personal acaben con un reconfortante: “Y me he metido a preparar unas oposiciones”. Hay mucha cabeza loca que así se encauza. Personalmente, cuando lo escucho siento que está certificada la regeneración personal. Me tranquiliza.
Por eso, cuando uno sale y ve lo que es España y luego mira a los nuevos partidos, duda: ¿Y van a tener gente para tanto cargo? Porque luego vienen los satélites: periodistas, artistas, asesores…
Hay mucha España, mucho cargo, mucho trinque y creo que el ciudadano aún tiene dudas sobre la capacidad de los nuevos partidos para colocar a toda la gente que se necesita. El PP ha demostrado que es capaz de ocupar el Estado en su conjunto. Del PSOE empieza a haber dudas. No se le adivina estructura. Del resto, sólo “Podemos” apunta maneras.
Contra lo que se dice, el votante tendrá en cuenta secretamente está cuestión. Un sistema de partidos tranquiliza. Causaría mucho desasosiego que hubiera tanto cargo y tanta estructura vacante. El PP es, ahora mismo, igual que el PNV en el País Vasco y CIU en Cataluña, el partido que garantiza la ocupación de la totalidad de la estructura mamaria. La imagen es como la lactancia múltiple de algunos animales (la porcina, por ejemplo): la madre y una docena de crías amamantadas.
Lo que un partido debe garantizar al español es un camino claro hacia lo presupuestario.
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