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El gen lametraserillos

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Estoy entusiasmado con los youtubes de Trevijano. Le tenía que haber hecho más caso a Ruíz-Quintano, que siempre me lo recomendó.
Su declaración a gritos “¡El pueblo está corrompido!” es lo que yo estaba necesitando. Era un grito que yo tenía callado en mí, pero que no era grito aún. Era un desdén hasta que ha llegado Trevijano y me ha despertado. Ah, vaya que si me ha despertado. Me ha agitado. Yo milito, si es que milito (con Milito ganó Mourinho una Copa de Europa), en el trevijanismo. En la consideración del pueblo como ente corrupto.
Qué bien están en sus televisiones, quejándose de la corrupción de los demás… ¡pues no!
No es que el pueblo trinque (¡que también!) es que es sistemáticamente corrupto por partícipe, por parte estructural, por antropología y por organización.
El pueblo es corrupto, está corrompido mejor, desde que vota. ¿Pero para qué vota? ¿Qué narcisismo satisface así? No, no, no, Trevijano lo ve muy bien. El pueblo quiere participar también, el pueblo, el votante es lobby de sí mismo y quiere sacar tajada. “Os prometen Aves, fuentes y dinero” (nótese esta maravilla de hablarle al pueblo de tú en la absoluta soledad, nada de en un mitin en Parla, no, ante el micrófono y el ordenador, hablarle al pueblo de tú, más allá de lo joseantoniano, tutear al pueblo desde casa).

Trevijano sostiene una tesis fascinante.

Qué razón tiene con Rivera, al que hay que mirar ahora, nos dicen, como si fuera la hipotenusa catalana. Pero hombre, si estaba yo tomándome el café hoy en el bar, bar de gente obrera como yo, y estaba con Ana Rosa y parecía un azafato. Si Joaquín Prat Jr a su lado es más hombre de Estado…

“Todo esto, ¿qué sabe de esto, Rivera? ¡Cero! Es un tonto. Es buena persona, ¡luego es tonto!”.

¡Pues claro! ¿Pero por qué nadie lo dice?

Si vas de bueno, Rivera, eres tonto; si no vas de bueno ya es otra cosa… ¡luego no vayas de bueno!

O se es partícipe (y corrupto) o se es bueno, luego tonto. Las dos cosas no. ¡Es la falacia del buenismo!

Y España es un país primero idiotizado por Franco y ahora corrompido. Un país que define como el producto de genes acobardados, acomodaticios. El producto de siglos de cobardes que sobrevivieron, que se acomodaron. ¡Asco de genes, repudio del ADN, 98 hacia dentro, biológico! Habría que ir, proponer, la renovación biológica del español. Desde lo más hondo. O renovarlo con sangre valiente de negro en patera o de emigrante multitareas. Asquito de hélice de Watson y Crick…

¿Cabe mejor definición de España que la de país resultante de la desaparición de todos sus “genes respetables”? Esto habrá quien lo considere feo: “Usted es un fascista mitocondrial”, dirán.

Este sería el punto, la tabla rasa, el grado cero de la renovación constitucional, el km cero constituyente: el repudio genético del español.

Ya estaba bien de culpar a los políticos, a Pujol, a la Gürtel, ¡pero acaso no lo sabíamos?
El pueblo es horrible, horrible. Lo que llaman Pueblo. El conjunto de ciudadanos, ¡palabra horrísona que genialmente Floriano convirtió en parodia con lo de “ciudatans”!

Usted no llega a ciudadano. Usted es un “ciudatan”, tío cursi.

Todos los analistas calibrando con filigranas que devuelven a la casilla de partida, con figuras planas, con tautologías y con pleonasmos integrales estas obviedades aritméticas de los partidos y llega Trevijano, Trevijano, que sólo tenía un retuit, ¡mi retuit!y consigue algo definitivo: decir la verdad.

Rivera carece de los resortes mentales suficientes para regenerar nada y el sistema de partidos es lo que es. ¡Pero qué impostura es pedirle a los partidos una arcadia de democratismo radical y virtuoso precisamente en un Sistema de Partidos!

Y sobre todo, ante todo: El pueblo es corrupto. No tonto, tonto no: corrompido. El pueblo es proclive a la corrupción y estamos constituidos, no hay más que verlo, por “genes acomodaticios”.

Para mí, lo óptimo, lo ideal llegados a este punto sería que Trevijano adoptase giros de José María García y reformulase su tesis. España no es el gen acomodaticio, ¡España es el gen lametraserillos, el gen chupóptero y el gen mamandurrio!

España, reunión infecta y nefasta de los genes más cobardes de su historia. ¡Los cigotos tontos, se llamaría mi libro sobre España!

De Trevijano yo escuché una vez, no hace mucho, algo maravilloso. Más maravilloso aún, que comenté en una columna (¡esas pedazos preclaros!). Recomendaba, como siempre, la abstención, la abstención deslegitimadora y añadía (yo creo que se le escapó) algo maravilloso, mucho más maravilloso aún: “Se abstiene la población, se tienen que ir y entonces… entonces llegamos nosotros, ¡los que sabemos!”. Este llegamos-nosotros es lo que me separa de Trevijano.

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