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Del miedo al olvido

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El programa de Jon Sistiaga dedicado a Miguel Ángel Blanco permitió comprobar el grado de olvido en que se halla su figura. Le preguntaron a un aula entera de estudiantes de cuarto de Derecho y eran pocos los que conocían la “historia”. Se miraban entre sí con algo que pudiera ser miedo pero era ignorancia. Es curioso cómo se parecen las dos. Es un buen resumen del pasado reciente y su evolución hasta hoy: del miedo a la ignorancia.
Al parecer, el 47% de estudiantes universitarios del País Vasco no saben quién fue Miguel Ángel Blanco. Mejor no elucubrar sobre el porcentaje en el resto de España.
Para los de mi generación esto es inconcebible. Vuelve uno a darse cuenta del abrupto paso del tiempo y sus consecuencias no solo físicas. Como Alcácer, Ermua es una de esos hitos de los 90 que ahora se revisitan, se cuentan, pero ¿de qué forma? De una forma no pacífica. Una forma sin duda procesada. A medida que se aleja el hecho, su dibujo varía. ¿Qué supuso la muerte de Miguel Ángel Blanco? Algo muy fuerte, un estallido, pero ¿acabó eso con ETA?
¿En qué quedó la frase “El Estado no negocia con terroristas” años después? Indigna pensar que no se negociara entonces, pero sí luego.
De aquel impulso popular, ¿qué se hizo? ¿qué hicieron con ello? (Esto permite pensar en qué puede acabar el movimiento ciudadano y nacional posterior al 1-0).
Sobre esto diría algunas cosas, pero quiero preguntarme cómo es posible que en España, donde hay una memoria oficial actuante, al igual que en el País Vasco, pueda cundir este olvido.
¿Cómo es posible la existencia de Memorias Históricas Oficiales y a la vez este olvido tan asombroso?
Unas palabras del historiador Luis Castells me ayudaron a entenderlo, unas palabras sobre “las estrategias más sutiles del olvido”, porque olvidar no siempre es un reflejo postraumático: “Una de ellas es abordar el pasado de una manera especialmente confusa, opaca, eludiendo las responsabilidades que a cada cual correspondan, sin ahondar en las partes que puedan resultar más ingratas o inconvenientes”.
Si existen mecanismos oficiales de memoria, entonces podemos pensar que hay algo deliberado en este olvido, y que se trata de un olvido instrumental conducente a desfigurar el pasado reciente para adaptarlo a une escenario pretendido en el que todos parecen estar cómodos y al que han llamado Paz, pasando por encima del hecho moral y político de que los objetivos de ETA y su dimensión política fue rescatada hasta colocarse en las instituciones.
Hubo más de 800 asesinatos, pero el de Miguel Ángel Blanco es especial porque fue decisivo para lo que sucedió después: la actitud del PNV, las negociaciones del Estado, Zapatero y esas actas… Aceleró un fin, pero ¿el simple final o algo más?
La realidad la conocemos y ha sido llamada “La Derrota de ETA”. Sobre esto, claro, habría mucho que hablar. Pero si sobre lo sucedido se extiende un manto de olvido o se establecen adicionales distorsiones del “conflicto” hablando de “cunetas de Franco” (en esto la izquierda madrileña hace otro gran servicio a la “narrativa”), es imposible que surjan voces que puedan objetar nada al estado actual de la cuestión o que puedan juzgar críticamente lo que se ha llamado “proceso de paz”.
Porque ¿de qué sirve la memoria? Según Borja Semper, participante en el programa, “como recordatorio de dónde puede llevar el totalitarismo o las ideas extremas”. Es decir, para-no-repetirlo. Pero para otras personas, la memoria es necesaria para juzgar críticamente el presente. Esa dimensión crítica con el presente vasco y español y con la narrativa oficializada es lo que abrió una gran brecha en la derecha española. Por otra parte, sería interesante conocer qué son las “ideas extremas”.

EL olvido, por tanto, es un elemento esencial en la realidad vasca y española actual y el reportaje lo demostró con creces.

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