Compromís ha hecho un tuit en el que le recuerda al Madrid que este año no ha conseguido ganar a ningún equipo de la comunidad valenciana.
Del Elche se han olvidado y lo han tenido que añadir después, cosa entendible al tratarse de una ciudad de hablantes en español y, por tanto, impropios o de segunda categoría.
Este tuit me ha recordado un cartel del Bloc (es decir, Compromís) allá por 2002 o 2003. Antes de un partido entre el Valencia y el Real Madrid, en las paredes de la ciudad aparecieron unos carteles con imágenes del Madrid y un mensaje en valenciano: “¿Son estos los tuyos? Otra Valencia es posible”. Lo recordaba vagamente y no he encontrado mucho al respecto, solo una noticia en el Diario As.
Mi idea es que el antimadridismo en Valencia llegó a tener una importancia más que deportiva. En algún momento adquirió un calado social, político. Dentro de un orden, claro. No hay que olvidar que Zaplana, presidente de la Generalitat, era o se decía madridista.
Pero el antimadridismo en Valencia tuvo momentos intensos. Se explicó siempre por el fichaje de Mijatovic en 1996 (escribo aquí de memoria, y la tengo mala). Se vivió como un ultraje, una expropiación. Lorenzo Sanz estuvo listo y con el dinero caliente de los contratos televisivos hizo un equipazo que ganaría la Séptima: Pedja, Suker, Roberto Carlos, Seedorf…
En Valencia sentó muy mal. Mijatovic había sido un fichaje silencioso que rompió a crack y llevó al club a competir por la Copa y la Liga. El Valencia, por fin, luchaba otra vez por los títulos y en ese momento llegaba el aguafiestas del Madrid, con su chequera prepotente.
Siempre se dijo que el antimadridismo antes no existía, que Valencia era una plaza amable para el Madrid (se cita siempre aquí el partido europeo que jugó en Mestalla). Yo creo que no es del todo así. Al valencianista acérrimo le molestaba sentirse plaza cómoda, sucursal. EL Valencia, como club grande, quería también sentirse rival. Pero es verdad que las cosas cambiaron. El antimadridismo se convirtió en algo intenso y en parte del folclore. Recuerdo, por ejemplo, a Rita Barberá saltando al grito de “Madridista el que no bote”.
Y no solo fue Mijatovic. Poco después hubo una competencia feroz entre los dos equipos que agravó la enemistad. En el año 2000, Valencia y Real Madrid jugaron la final de la Champions en París y muy poco después, ya con Benítez, la Liga se convirtió en una rivalidad directa entre su equipo (con Mendieta, Baraja, Cañizares…) y el Madrid de Del Bosque y Florentino, que fue bautizado, precisamente, por un valencianista, el presidente Jaume Ortí (el gran “bonico”) cuando, con no poca sorna, dijo que se iban a enfrentar con “los galácticos”, en alusión a una portada de Marca en la que se hablaba de “fútbol de otra galaxia” para describir lo que hacían Ronaldo, Zidane y compañía.
Lo que irritaba mucho al valencianista era la prensa. El Marca, los deportes de Antena3, cosas así… En esa época, en la que el fútbol se vivía infinitamente más que ahora, la información sobre el Madrid podía ser sofocante. Eran los años del centenario, del brillo cegador del primer Florentinismo… Si el remendado Madrid de Sanz les parecía prepotente, qué decir de eso…
La prensa local explotaba la cuestión y respondía al triunfalismo de las portadas de los diarios nacionales con sus propios “excitantes”. Destacaba el diario Superdeporte, pero también el locutor local Julio Insa, y el propio Canal 9, la televisión autonómica, que llegó a abrir un informativo con el “paletos” que Guti lanzó a unos aficionados del Villarreal que le insultaban (homófobamente, pero entonces eso no importaba). Guti, el madrileño del “Reial” Madrid, le faltaba el respeto ¡a tota la comunitat!
Pero me alargo. Este antimadridismo ya se autoalimentaba porque había una rivalidad deportiva real que había sido el sueño, o más bien la promesa, de alguien unos años antes: Paco Roig, presidente del Valencia a mediados de los 90, del 94 al 97. Roig se llevó a la masa social de calle prometiendo títulos, un “Valencia campió” y también una voz que se oyera en Madrid. El impacto fue enorme. Aun con detractores, Roig se hizo inmensamente popular y marcó una época del Valencia en la que muchos ven el principio de los problemas del club, ya convertido en Sociedad Anónima.
Mi impresión fue esa, que ahí se torció. La alternativa en el Valencia era, si no recuerdo mal, Martín Queralt, un catedrático de derecho mercantil (vuelvo a tirar de memoria) que solo decía cosas razonables y fue ignorado y barrido por el vendaval populista de Roig.
Roig fue antimadridista antes de que se llevaran a Mijatovic, fue el Karl Marx del antimadridismo, y apareció en una época muy concreta en la que Unió Valenciana, el partido que aglutinaba el valencianismo político, empezaba a declinar. Su techo lo había tocado a principios de la década, en 1991. En 1994, año en que Roig es presidente, deja su escaño en el Congreso González Lizondo, la gran voz del valencianismo político, que sería deglutido por el PP hasta quedar en la irrelevancia.
Es algo sombólico, pero mi impresión es que, de alguna manera, cuando el PP se come el valencianismo de UV surge Roig con su antorcha de valencianismo deportivo pero también social, aglutinado alrededor de un fuerte antimadridismo que hasta entonces, si existía, no había sido expresado de esa forma (hasta un cierto momento, no era de buen tono expresar las bajas pasiones).
Roig se prolonga durante la segunda mitad de la década y después, cuando ya no está y se desarrolla la rivalidad Valencia-Madrid, Benitez vs. La Galaxia de Florentino, medios locales vs los potentes y retumbantes altavoces capitalinos, entonces el Bloc, muy cucamente, saca esos carteles con los que trata de captar e identificarse con el valencianismo y, casi tan importante, con un antimadridismo que ya era una realidad sociológica plena, una pasión con historia, casi un género periodístico local.
Pero el valencianismo del Bloc, que crecería camuflado en Compromís hasta llegar al poder, es uno muy distinto al de UV (en cierto modo antagónico, por no catalanista) y por supuesto al de Paco Roig, que era deportivo, y, si acaso, empresarial y, a su manera, cultural (Roig valencianizó muchas cosas en el club). Esa es otra historia. El origen de este texto que ya se alarga insensatamente era recordar que el antimadridismo ha tenido cierta importancia. Que tuvo cierta importancia como elemento para construir un mensaje nacionalista en el Bloc. Como banderín de enganche, desde luego, pero también como pasión de transición.
Entre la Valencia de Unió Valenciana y la Valencia de Compromís hubo esos años de intensísimo antimadridismo azuzado por Roig y por unos dimes y diretes deportivos que, pasados los años, resultan entrañables.
Entre el regionalismo valencianista, burgués y leal de Lizondo y el nacionalismo rupturista, izquierdista y catalanista del Bloc, hay unos años en que mandó el PP y la “guerra cultural” (lo siento, es broma) estaba en el antimadridismo mediático, deportivo, corrosivo, popular, febril, fallero, apasionado y valencianísimo promovido por el muy “tronaor” Paco Roig. Estos tuis de Compromís lo evocan (calladamente lo homenajean). Quizás (sólo quizás) el antimadridismo de esos años formó parte del caldo de cultivo en el que un ser celular se mantuvo con vida para luego ir mutando en otra cosa. El guiño del tweet no deja de ser eso: transformar (con un sonriente símbolo naranja, que tampoco es casual) valencianismo o antimadridismo en eso otro que son Compromís (un partido de culés). Ganarlos para sí. Pasar de un valencianismo al otro por la via casi sensual de un agravio primario, cutáneo y lúdico y por tanto bien visto: el enemigo es Madrid, lo nostre contra lo de fora, y un victimismo a prueba de decisiones del VAR.
Nota: Jaime Rodríguez, compañero de El Mundo, me refresca la memoria con otro episodio antimadridista de Compromís. En 2013, Joan Baldoví registró en el Congreso una pregunta sobre el fichaje de Bale. Quería saber si Bankia lo había financiado y es seguro que pronunció Gareth de manera correcta. Donde Lizondo había dejado, años atrás, una naranja en el estrado como símbolo de los intereses concretos de la región, Baldoví dejó una pregunta sobre Bale, que pocos meses después asombraría al fútbol superando a Bartra pegado a la cal de Mestalla
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