Se ha publicado recientemente, y estos días se presenta en Madrid, el último libro del historiador sevillano José Manuel Cuenca Toribio, “Historia de la Derecha en España” (Ed. Almuzara). Atiende con mucha amabilidad al periodista, plumilla o inquisidor. Sus opiniones tienen, por eruditas, una autoridad distinta.
P. Le dedica un capítulo al Aznarismo y al Marianato y lo titula como “la Moncloa populista”. ¿Es simplemente por la derivación del “popular” o considera usted que contiene algo de populismo?
R. Muy aguda pregunta. No encontré otra fórmula mejor que esa aunque la escribí ya en tiempos de mucho éxito de los populistas actuales, pero es una adjetivación, una derivación del término popular, sin que eso supusiera ninguna tendencia a la demagogia.
P. Era demasiado bonito. Usted califica el actual panorama intelectual de la derecha como “un paisaje en ruinas”.
R. Sí(rotundo). Lo ratifico, y creo que está bien fundamentado. Siempre hay nombres y figuras, pero son aisladas.
P. ¿Diría usted que es el peor momento cultural de esa ideología?
R. Creo que es un momento de bastante esterilidad y mediocridad. Establecerlo como el punto más bajo no me atrevo a afirmarlo. Hay nombres, autores en todos los campos, en el mundo del periodismo, en el mundo del ensayo, de la filosofía, nombres dentro de la concepción conservadora que es más amplia que la del Partido Popular. Pero eso no forma un magma, no forma una corriente poderosa que explore zonas profundas de la vida cultural de la España de 2018.
P. En sus juicios sobre los líderes derechistas hay alguna sorpresa. A Aznar la izquierda le tiene por duro, pero usted señala que reivindica figuras liberales en una especie de pretendido travestismo ideológico y que hace una renuncia expresa a toda vinculación intelectual y política con el franquismo.
R. Sí. Ambas cosas me parecen impuestas por el markéting cultural o asesores culturales cuyos frutos no puede decirse que sea muy sobresalientes. Yo creo conocer a algunos del mundo de Valladolid y en general eran personas con muchos méritos en diversos campos, pero ninguno en el mundo cultural. Abogados, en general con titulaciones mediocres, publicistas y comunicadores sin grandes atributos o sin dones literarios particulares. Un ambiente muy mediocre del que algunas veces querían salir mediante cosas espectaculares. Y creo que eso es Aznar. Que hablara de Azaña como uno de sus inspiradores y que pareciera tener mucho trato con figuras eminentes de nuestra literatura del siglo XX como Ortega es casi ridículo. A pesar de que él era hijo de un muy respetable periodista y nieto de otro muy descollante, don Manuel Aznar. Creo que el nieto quiso por así decirlo presumir, pero al lado de don Manuel Fraga, que podía ser su modelo en muchos aspectos, su obra literaria, su escritura, su oratoria, es un enano comparado con un gigante.
P. De la etapa de Aznar elogia el equilibrio hacendístico, pero subraya un fracaso ético, la corrupción y el triunfo de la especulación sobre el trabajo real. También el fracaso de la reforma educativa.
R. Sí, esas notas yo las confirmo. En esta época nos enfrentamos a una gran cantidad de desafíos para los que se necesita tener un mundo cultural muy rico, muy plural, y eso en la actualidad es escasísimo. En general y en particular. En el Partido Popular sobre todo de la segunda y tercera generación. En la primera generación, sobre los hombres que fundaron Alianza Popular, doy una opinión muy positiva de algunas de las figuras, aquello que se llamó Los Siete Magníficos. Pero ese excelente patrimonio de AP no ha tenido herencia directa. Y eso también afecta a la cultura española y europea. Yo no me quiero convertir en un laudator temporis acti, que cualquier tiempo pasado fue mejor, creo que en múltiples aspectos no fue mejor, pero en otros, en algunas dimensiones y desde mi falible juicio, sí fue mejor. La escuela española de hace 50 años, los colegios e institutos de hace 50 años en España daban un fruto mucho más enriquecedor, más competente, más profesional que los de hoy. Doy mi juicio como persona consagrada en cuerpo y alma a la docencia desde muy temprana edad. Y eso también, naturalmente, se refleja en el PP. Usted me dirá: y en otros partido igual, absolutamente igual.
P. Afirma que el aparato doctrinal del franquismo en alguna medida provenía de la obra de Sánchez Albornoz y de Madariaga.
R. ¡Totalmente! Hay cosas discutibles y hay cosas que no son discutibles: de Madrid se puede decir que es un poblachón o que cumple o no su función de capital, lo que usted quiera, pero lo que no es discutible es que está al norte de Ciudad Real. Pues en eso exactamente igual: la vertiente predominante del franquismo fue un conservadurismo tradicional, pero las élites franquistas eran élites tradicionales que se habían educado en el respeto a los hombres de la Institución Libre de Enseñanza que en su inmensa mayoría tenían también una visión de España tradicional, diría yo conservadora, con únicamente un punto de distinción con los sectores tradicionales en que los sectores tradicionales hacían excesiva profesión de sus creencias rituales, católicas, mientras que los hombres de la tradición liberal se reservaban el juicio externo de sus creencias religiosas o exponían un alejamiento de la ortodoxia católica, pero en la inmensa mayoría de las ocasiones con respeto.
Y el Humanismo español, que es la única gran fuerza de nuestra cultura, en ese Humanismo, en unos trascendente y en otros sin esa visión trascendente, ese Humanismo cristiano era basamento completo de las élites españolas, de las republicanas, de las totalitarias y no digamos nada de las conservadoras y de las liberales, por supuesto. Eso es una gran tradición cultural en donde se hermanaron las corrientes liberales y las corrientes tradicionales, más allá de las políticas. Eso luego tenía una traducción política y ahí las cosas divergían.
P. En las últimas páginas afirma que no habrá unidad española sin el concurso de las fuerzas conservadoras catalanas. Y cuando usted habla de ellas, habla de la labor de Jordi Pujol como “titánica”
R. Eso ha sido, en su género, modélico, ejemplar. Yo he tenido algún contacto con él, algunas conversaciones con alguna profundidad, cuatro o cinco en momento destacados. Pero hablo de Cataluña con cierto conocimiento porque estuve allí cinco años, soy lector apasionado de todo lo que se escribe allí. Y el ejemplo de adoctrinamiento llevado a cabo por Pujol es algo modélico. Ojalá eso se hubiera llevado a cabo desde los poderes centrales o desde los poderes estatales. Yo creo en la libertad y como buen liberal creo que desde el poder lo que se tiene que hacer es fomentar el impulso creativo de la sociedad. Pero si este impulso creativo no surge, no nace, hay que potenciarlo y eso no se ha hecho desde Madrid. Ni el Partido Socialista, ni el PP, han hecho una labor cultural. Entre los muchos logros conseguidos por uno y otro en ninguno de ellos ha habido un enriquecimiento sustantivo de la cultura elitista española. Evidentemente, ha habido progresos en el grado educativo. Se ha socializado la educación. Ese modelo que estaba con el franquismo se ha generalizado, pero en la generalización se ha perdido calidad. Se ha ganado en cantidad y se ha perdido en calidad. Y en el plano de la cultura elitista de las minorías ha habido un abandono completo del PP, y la historia será muy severa dentro de cuarenta o sesenta años, porque su clientela, por así decirlo, se provee de clases medias ilustradas, muchos profesores de instituto, abogados con afán cultural y todo eso no ha cuajado en casi nada. Los índices de lectura de los que podrían estar inmersos en el modelo de sociedad defendido por el PP son para echarse a temblar, es desolador.
P. Si le entiendo bien: frente al fracaso cultural del PP y la incapacidad para reformar ese aspecto de la vida española, Pujol resultaría modélico por lo contrario, pese a su sentido instrumental.
R. Exactamente. Él ha logrado que la sociedad catalana se identifique con una idea de Cataluña y de España –que no es a mi manera la cierta- pero que él a través de una campaña inmensa de apoyo a los profesores de la escuela hasta la universidad, con editoriales y periódicos, que eso hace 40 años no existía o estaba muy en germen, ha conseguido que todo eso haya cuajado en la realidad hoy del drama nacional, de tener hoy escindida la conciencia nacional y el país. Mientras que no volvamos a recuperar niveles de entendimiento entre Cataluña y el resto del país, los hombres y mujeres de mi generación tendremos una idea de frustración. Y después de muchos años de influencia y no pocos de gobierno del PP, le acusaremos a sus dirigentes y a su cuadros de frustrar esa esperanza y de no haber estado a la altura de una mínima responsabilidad histórica. Y la historia luego es severa. Luego es muy severa. En la actualidad la frivolizamos, pero cuando la historia llega a los tribunales, los fiscales son muy severos.
P. ¿La derecha catalana hizo lo que no hizo la española?
R. Evidente. El PP ha fracasado en esto. No ha estimulado instituciones, autores, con excepciones. Es un triunfo de Cataluña que la misma visión de Cataluña se tenga en Barcelona, en Girona o en Tarragona, porque los periódicos escriben en el mismo sentido, los profesores hablan en el mismo sentido, las enciclopedias escriben en el mismo sentido, que Cataluña fue la región más importante del Reino de Aragón lo cual en mucho fue verdad, pero no de una manera absoluta. Pero los libros con influencia en toda Cataluña y publicados con apoyo editorial y con dinero directo, con desgravaciones, comprándolo tiradas muy altas –hay muchas maneras de fomentar la cultura sin entrar en una manipulación cgrosera- eso se ha hecho en Cataluña y no se ha hecho en España por parte de los sectores conservadores, por parte de los sectores socialistas se ha hecho, pero de una manera muy discontinua, muy zafia, muy sectaria, con muy poca ambición comunitaria.
P. Usted dice que el último intento de renovación de la derecha fue el interés de Fraga en la “nouvelle droite”.
R. Sí, yo soy amigo de algunos, no quiero darle nombres, algunos muy brillantes, que participaron en los intentos de hacer aquí sucursales españolas –en los cuales también estuvo Fraga ya en sus últimos tiempos de poder madrileño, no de poder galaico- y es un aspecto interesante y ya sabe usted que la “nouvelle droite” es una respuesta a los desafíos del milenio, aunque he de confesar que por mi creencia trascendente me parece que sus doctrinas son de un paganismo para mí pues urticario.
P. Esa fue la objeción que le hizo Fraga en realidad.
R. Sí, claro, fue la objeción que le hizo, aunque él la hizo más matizada, porque Fraga tenía, como todo político, la obsesión de coger cosas y de agrupar.
P. Volviendo a la cuestión educativa. Ponga un ejemplo concreto.
R. En los institutos y los colegios no se trata ya de una leyenda negra del siglo XV, peor es la leyenda negra sobre la época del franquismo. Unas leyendas liberalescas y de los años 30, deletéreas y que el PP no ha hecho nada por intentar contrarrestar. En los institutos y los colegios franquistas de los que yo tuve experiencia directa y por muchos amigos y familiares, ahí daban clase hombres provenientes de la tradición liberal. Todos los profesores de historia eran discípulos de los hombres liberales. Los Ramón Menéndez Pidal, figuras míticas, don Claudio Sánchez Albornoz, etc…
P. ¿Digamos que hubo un componente liberal no declarado, pero sí existente en el quehacer diario?
R. Luego su policía perseguía a los que intentaban atacar al régimen, que era superautoritario o dictatorial en muchos planos, eso es claro, pero en el aspecto educativo y cultural no hay nada de eso. No hubo ninguna persecución. Todos los que le digan que se ocultaban los libros… Hombre, en un país tan grande y con tanta gente, yo compré todos los libros, todo el mundo lo sabía y en Sevilla, en Madrid, en Barcelona, en Valencia, los compré todos con absoluta libertad y estaban allí, en los anaqueles algunas veces y otras veces detrás de los escaparates. Y todo el que diga lo contrario, miente. No digo yo que en algún caso no fuera verdad. Pero la generalización, mentira absoluta.
P. Cuando usted habla de la derecha democrática destaca el complejo de inferioridad moral, incluso de culpa histórica.
R. Es evidente. Eso lo verá esta misma tarde cuando ponga la televisión o lea un periódico. Encuentra usted lo que ha constituido un triunfo de la izquierda ya desde hace mucho tiempo: que todos los males y todas las deficiencias españolas son culpa de la derecha española. La izquierda dice que la derecha tiene un monopolio político gobernante y eso no es verdad en la España del siglo XX, no es verdad, pero es más o menos discutible, y se puede aceptar esa pintura que se hace, pero en la cultura no, de ningún modo. La cultura ha estado siempre en sectores progresistas y liberales. En toda época. Ni en el año 40 siquiera, en el año 39, porque los hombres que construían la cultura del franquismo todos provenían del liberalismo, Entralgo, Dionisio Ridruejo, etc.
P. En un punto del libro sostiene que los mejores escritores del país han estado en la derecha.
R. Es un tema que solamente esbozo para compararlo. La derecha ha estado muy vinculada al país y ha tenido poco horizonte extranjerizante, han tenido poca cultura viajera. La izquierda en general ha tenido más. Y yo creía ampliar el horizonte.
P. Habla de un inmenso masoquismo español
Es un pecado que atribuye la izquierda a la derecha. Pero no hay responsabilidad de la derecha sino al conjunto de la sociedad.
P. Un ejemplo
R. En Francia, por ejemplo, hasta el año 53 una mujer se enfrentaba a grandes limitaciones. Ya sabe usted que en España el sufragio femenino fue muy pronto. Que el machismo está en la cultura española, por supuesto, como en toda la occidental, pero en menor proporción por la influencia religiosa y por el impacto aquí en España del matriarcado y del culto a María. El culto mariológico es en España incluso mayor que en Italia. ¿Y eso qué ha hecho? Que en España la condición femenina se haya visto tratada con mucho más respeto, de una manera más digna, dignificada por la presencia tan fuerte del catolicismo.
P. Hablando de Francia, los mejores escritores franceses eran reaccionarios.
R. Exactamente. Y eso es lo que yo quería expresar. Yo soy muy cervantista y me encanta Cervantes, pero para mí el genio de los genios es Quevedo y Quevedo era un reaccionario. Y en Francia acontece eso, claro.
P. Las élites españolas fracasan a la hora de lograr una identidad nacional, papel que realizaban la Iglesia y el Ejército.
R. Sí, sí, claro. La Iglesia hoy no tiene ninguna visibilidad cultural, tiene una visibilidad yo creo que profunda en la asistencia, que para mí eso es clave del valor cristiano, la solidaridad, el amor al prójimo, a los ancianos, la cantidad de monjitas que cuidan de tanta gente desahuciada de la vida durante tanto tiempo, en eso el catolicismo español ha sido formidable, pero luego en el elenco de sus revistas, sus universidades, que existen de primer rango o con unos cuadros profesionales de primer rango por su competencia, en ese aspecto la cultura hoy –no en el siglo XVI, ni en el siglo XVII- pero hoy en el siglo XX y en el siglo XXI la cultura de oriundez expresa católica en España es muy mediocre. Hablando en conjunto. Puede haber excepciones. La iglesia no es visible en el tejido cultural. En España tiene muy poca fuerza a tenor de los recursos. Porque la iglesia institución, la iglesia docente y la iglesia que formamos los simples creyentes en España todavía cuantitativamente es muy poderosa.
P. Usted destaca la importancia que tuvo la “mili” en los periodos de analfabetismo y de poca formación.
R. Ah! Muy positivo, muy formativo. Esa idea también la tenía mi paisano, Felipe González. Pues él decía que era una gran tragedia que se hubiera acabado el servicio militar y él lo identificaba porque había surgido un ejército pretoriano, un ejercito profesional. Yo no creo que en este ejército profesional no se puedan inculcar los valores de la milicia, yo creo que se pueden inculcar también. Ahora bien, hoy día en el ejército español hay un coeficiente muy grande de gente no nacida en España y sin padres ni abuelos españoles. No quiero profundizar en ello. Que esta buenísima gente tenga el sentimiento de identidad española me resulta un poco difícil de creer, que será sin duda por limitación mía. Pero lo que sí creo es que la mili era una escuela de patriotismo, de españolidad, también de socialización. Hoy día, por desgracia, a los muchachos de bachillerato –tengo once nietos- les resulta muy difícil conocerse entre las distintas regiones, a los de Galicia conocer a los murcianos y a los levantinos conocer a los extremeños. Todo esto a pesar de la cantidad de relaciones y de viajes que hay. Pero el sentimiento de una nacionalidad española que se favorecía en el estrato masculino del ejército, y que era una escuela literalmente de españolidad, eso no existe. Y creo que eso se nota mucho. Hoy día los críticos de Cataluña al sur del Ebro casi ninguno de ellos ha conocido Cataluña. Hace veinte años una porción muy considerable de la gente de 50 O 60 años, hombres, había hecho el servicio militar en Cataluña. Tenían un conocimiento de la gente de Cataluña, de sus paisajes.
R. ¿Habría que hacer un Erasmus español?
R. ¡Ah! Muy bueno. Le cojo la idea, a lo mejor escribo un artículo de eso. Sí, sí. Ahora un chico de 15 años ha estado en Brasil ¿pero cuántos sitios de España conoce? Tres o cuatro. Los de Madrid conocen Córdoba, pero un rato, ¿qué conocen realmente de ella? Eso tiene mucha repercusión hoy en día, en el drama catalán tiene mucha repercusión.
P. Hay un escaso conocimiento de Cataluña
R. Claro. Conocerla y leer sus autores, eso produce empatía. Eso que tanto necesitamos. Necesitamos empatía y tenemos demasiadas discordancias, demasiadas discrepancias y necesitamos un sentimiento de empatía y sin conocimiento directo a través de lectura o a través de experiencias físicas directas no se tiene empatía fuerte.
P. Reducida la incidencia de los tradicionales poderes fácticos (Iglesia y Ejercito), ¿qué los ha sustituido?
R. Hay un vacío, no ha sido sustituido por nada. No por una educación fortísima, como en parte fue la Francia de la III República, cuando se insistió en el laicismo y se redujo la acción educativa de la iglesia a favor de un fomento de la enseñanza laica enorme, con cualidades y con gente entregada. En España eso hoy no existe.
P. Antes de acabar: en uno de los primeros congresos de Alianza Popular, Herrero de Miñón propuso en una ponencia la necesidad de un “proyecto conservador-liberal-progresista”, que es exactamente como se define ahora Ciudadanos.
R. Está muy bien. Don Miguel Herrero de Miñón es un gran intelectual, un hombre de una formación que hoy falta en gran escala. A mí el partido de Ciudadanos me causa cierta simpatía por la juventud y por el aire fresco, sin embargo sobre sus bases culturales tengo muchas reservas. Hablan del liberalismo y reivindican el liberalismo de Cádiz, pero cuando sus principales líderes hacen algunas incursiones sobre cuáles son las fuentes del liberalismo español demuestran una gran ignorancia. La formación historiográfica de los Ciudadanos sobre el liberalismo resulta manifiestamente mejorable. Ellos dicen que vienen de los liberales de Cádiz, pero eso demuestra muy poca formación. Deben estudiar más y se sentirán muy contentos y muy realizados porque ese liberalismo tuvo muchísimos aspectos positivos. No basta con decir “somos los herederos” o “sacamos las banderas de los primeros liberales”. Hay que estudiarlo, saber al servicio de qué ideas actuaron políticamente esos hombres.
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