A final de tarde me he “pasado” por Twitter y he visto unas imágenes que me han alarmado. Diría que me han conmocionado. Las colgaba orgulloso un independentista. García Albiol aparecía en el centro de una calle o plaza de Badalona rodeado por centenares de personas que le cantaban, gritaban, grababan y quizás también, me temo, insultaban. Seguí atento y con mucho interés el “procés” y sin embargo estas imágenes me sorprendían. Tenían algo distinto.
Después he visto que un miembro del PP local relataba su impresión personal. Hablaba, él sí, de algo nuevo, que no había visto hasta ahora. Un odio distinto, que no conocía.
Las imágenes de Badalona son peor que un escrache, son el paso siguiente. Son el acoso masivo a un ciudadano, que para colmo es representante y exalcalde.
Recordaba a los acosos sufridos por la policía en octubre, y quizás también a aquellas lejanas imágenes de ministros del PP acosados en tiempos del 11M. Sin duda, eso fue el germen de ciertas cosas que la izquierda española permitió. Se lo pasaban muy bien, les divertía.
Las imágenes de Badalona demuestran que la situación va a peor. Da igual lo que diga la propaganda del 155.
La masa primero se formó, luego se dirigió a edificios e instituciones. Ahora se atreven con las personas. Si ya estaban legitimados para un golpe de Estado, ¿para qué no lo estarán a medida que crece la espiral de agravio?
A la vez, veíamos hoy los brindis de la industria editorial, muy cerca, en Barcelona. La dolce vita de la inteligencia celebraba una normalidad un poco forzada. Cuánto lee la gente, qué buena es la gente, qué variante enfermiza del mismo narcisismo. ¡Se miraban en el espejo de sus libros!
Recuerdo unas imágenes de García Albiol cuando el asedio a los policias. Si no recuerdo mal se emocionó, creo que lloró. En esos días de silencio y absurdo ministerial pareció el único elemento humano cercano al gobierno.
En esas horas, desde el resto de España veíamos cómo los catalanes independentistas ocupaban la calle y borraban a los demás. Te lo contaban asustados. La manifestación del 8 de octubre pareció un equilibrio, pero puede que fuera algo irrepetible, algo que no se quería repetir, que no se quiere repetir. ¿Cómo van a seguir este ritmo? ¿Qué significaría hacerlo?
Desde entonces se han visto cosas. Y hay que hablar (tengo que hablar) con mucha precaución si no se está allí.
No he leído, no recuerdo ninguna confesión de culpa nacionalista. Ninguna autocrítica, ningún intento de comprensión. Al contrario, un odio disparatado, que asusta y que se ha ido enroscando o replegando según temperamentos. De esa frustración del independentista hay que hacerse cargo, es indudable, porque muy pocos la han dirigido contras sus “líderes”.
Otra cosa que se ha visto han sido pequeños conatos de violencia, cosas personales. Un cruce de tortas en la calle, en un partido. Quizás focos muy aislados de tensión.
Y también ha habido decisiones personales. Por debajo de las noticias de “las empresas se marchan”, que con bombo también propagandístico nos detallaban cambios de sede social, en silencio ha habido muchas decisiones personales que también te cuentan. Aquí no puede haber pretensión sociológica, pero sí una impresión. Gente cercana que se iría, alguien que entre una y otra posibilidad estudia marcharse. Un pequeño goteo, pequeñísimas decisiones. Si preguntas a un catalán no te transmite tranquilidad, sino preocupación y hastío. Sobre todo preocupación.
Las imágenes de Badalona avisan de algo y son graves. Un par de horas después no he visto muestras de solidaridad de los rivales políticos de Albiol (lo contrario), ni he visto que se convirtieran en TT o portada de los diarios.