De verdad, qué amplitud de Dios. Ha bastado un poco de agua en Marte. Tan solo el rastro del agua. Hay un jugador en el Leicester, por cierto, que se apellida Drinkwater, qué cruz de nombre.
Un poco de agua y ya Dios es lo que pensábamos. Amplísimo, enorme, mucho más que humano, ¿lo ves? ¡Ahora lo entiendo! Ahora me entra la idea.
Dios universal, espacial, de ciencia ficción. Pues claro. Más allá de la ciencia y con la ciencia. Desde la ciencia y posterior a ella.
Ha bastado sólo el rastro del agua, como en el desierto de la fe. ¿Será Dios esa sensación de amplitud enorme, la ecuación que nos ayudará a reconciliar lo impensable?
La presencia de vida fuera de la Tierra es necesaria. Salir de aquí, de la tierra y de nosotros. En el humanismo había un geocentrismo escondido.
Ahora sí, miremos al cielo, porque el cielo de nuevo admite todas las imaginaciones.
Se acaba una era triste, la del hombre ante la tele, ante la Nada.
Fuera no habrá hombres, habrá vida.
Oh, qué amplitud de sienes, madre mía.