Es uno de los grandes restaurantes de pescado de España. Pertenece a ese reducido grupo que juegan en la Champion del producto. Lo que inicialmente fue un chiringuito se ha convertido, más de tres décadas después, en un lugar de culto para gastrónomos, que viajan expresamente hasta este establecimiento situado en un extremo del paseo marítimo de Fuengirola, casi pegado a la playa, para darse un homenaje.
Aquel chiringuito que abrió José Sánchez ha ido sufriendo numerosas reformas hasta convertirse en un restaurante con empaque, elegante y lleno de detalles. No es, desde luego, un sitio barato. El buen marisco y el buen pescado hay que pagarlos, y el de esta casa es siempre de una calidad excepcional. La familia Sánchez compra siempre lo mejor de las lonjas de la zona y lo completa con lo que ellos mismos pescan con el barco de su propiedad. Todo es apetecible.
Aunque hay una carta que se cambia cada día en función del producto disponible, lo mejor es dejarse recomendar por José Sánchez, uno de los cinco hijos del fundador, director de sala, que compone el menú según los gustos y presupuesto del cliente y sugiere las preparaciones más adecuadas para cada pieza. Su hermano Pablo, en la cocina, se ocupa de darles el punto perfecto, sin más complicaciones. Simplicidad máxima.
Siempre se ha dicho que cuando uno maneja el mejor producto lo único que tiene que hacer es no estropearlo. Pablo Sánchez no sólo no lo estropea si no que lo potencia, dando incluso relevancia a partes menos habituales de los pescados. La fritura, de gran limpieza, el horno y la plancha son las tres formas más habituales de tratar los pescados en esta casa que conocí hace muchos años gracias a Carlos Mateos, que me llevó hasta allí. Ya me gustó entonces, pero la evolución en los últimos tiempos ha sido impresionante.
Mi última visita me ha confirmado la evolución imparable de Los Marinos José en su apuesta por el mejor marisco y el mejor pescado y por nuevos tratamientos que sin renunciar a la sencillez y respetando siempre al máximo el producto aportan sabores y texturas nuevos. Me gusta sentarme en el comedor del fondo, rodeado de botellas de vino, champán y destilados de las mejores marcas. La bodega de Los Marinos, es un espectáculo. Y allí empieza el festival.
José me presenta en una bandeja todo lo que ha seleccionado para mi comida antes de pasarlo a la cocina. Un auténtico espectáculo. Una langosta, una cigala descomunal, gambas rojas y blancas, sardinas, huevas de distintos pescados, chipirones, un taco de mero… Un gozo para la vista. Empieza el festival con unos boquerones de Málaga en vinagre, delicadísimos, y unas cañaíllas bien seleccionadas. Una pata de buey, abierta, sobre una crema de su cabeza es un sabroso bocado antes de las gambas blancas. José reconoce que son de Huelva y no, como es habitual de Fuengirola. Ningún problema porque lo importante es que están buenísimas.
La sorpresa de la comida es la langosta. Había visto en la carta que se ofrecía frita en sartén con huevos y papas. De hecho en una mesa vecina la estaban disfrutando así. Pero la mía llega con una presentación muy especial. Diseccionada. El cuerpo totalmente limpio, una pata ya pelada, otra abierta, y todos los elementos de la cabeza para comer en un par de bocados. Aunque prefiero otros bichos, esta está francamente buena en su sencillez.
Siguen unas coquinas salteadas, de esas que se ven pocas veces por su tamaño, por su sabor y por estar perfectamente limpias, sin un grano de arena. Magníficas. Un plato con dos crustáceos, un juego de comparaciones que le gusta a Pablo Sánchez: una gamba roja de Santa Pola a la plancha y un langostino de Huelva a la brasa abierto. Difícil elegir, pero la gamba gana por unas décimas. Más comparaciones, un chipirón frito junto a otro a la brasa (me quedo con el frito), y unas sardinas, fritas unas, hechas al horno en aceite de oliva, otras. Empate entre ellas. Estupendas. Y de lujo los choquitos, una delicadeza.
Turno para la cigala. Una pieza XXL de unos 300 gramos. Hecha en la brasa, abierta. Sin las pinzas, que se han cocido aparte y se presentan limpias con unos granos de caviar. Oto bocado memorable. Y llega la casquería marina con unas huevas de salmonete a la brasa y una cucharilla con su hígado, cubierto con otros granos de caviar. Ya saben que soy un apasionado de estos hígados de salmonete de potente y maravilloso sabor. Otro gran bocado. En el mismo plato, una tortilla de huevas de boquerón que ya había probado en anteriores visitas. Si no la han probado nunca, no dejen de hacerlo. Una auténtica delicadeza. Y como remate, un taco de mero negro a la plancha, perfecto de punto, con una guarnición de patatas panadera, lo único de toda la comida que no procede del mar, pero que están a la altura.
Hay postres tentadores, como el tocino de cielo casero, pero después de ese despliegue no queda sitio para el dulce. Ni merece la pena perder el sabor de todo lo probado. De la excelente bodega que maneja José me recomienda un champán Guy Bouvet que acompaña perfectamente a los pescados y mariscos. La felicidad existe, y uno de los sitios donde encontrarla se llama Los Marinos José. Y está en Fuengirola, frente al mar.
Restaurantes Españoles