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Blogs Salsa de chiles por Carlos Maribona

Caíño blanco y una comida en A Guarda

Carlos Maribona el

La caíño blanco es una variedad de uva autóctona de Galicia, especialmente de la zona de O Rosal, y del norte de Portugal, donde se la conoce como cainho de Moreira. Una cepa que estaba a punto de desaparecer de los campos gallegos a causa de su especial sensibilidad a plagas como el mildiú y el oídio, a su ciclo más largo y a su cultivo complicado y costoso que la hacen poco productiva. La bodega TERRAS GAUDA comenzó desde sus inicios a recuperar esta variedad para incorporarla como complemento, junto a la loureiro, de la albariño que en un 70 por ciento constituye el eje principal de su vino de la D. O. Rías Baixas. Esta caíño aporta a los vinos cualidades aromáticas muy peculiares, especialmente de frutas tropicales y balsámicos. Desde 1989, en colaboración con el CSIC, han investigado y trabajado con esta uva tan peculiar de la que en la actualidad disponen de más de 20 hectáreas, el 95% de la superficie total de cepas de esta variedad plantada en la denominación de origen. Cuentan con algún viñedo de más de 20 años de antigüedad, aunque la mayor parte es de nueva plantación, espectacular, en la ladera de un monte, de complicadísimo acceso y aún más complicado trabajo de mantenimiento y recolección. Pero el resultado es muy positivo, tanto que la bodega se ha lanzado a sacar al mercado el primer vino elaborado casi íntegramente con esta caíño blanco, bajo el nombre de LA MAR. 6.700 botellas en su primera añada, 2009, que en la de 2010, dada la buena acogida que ha tenido, se aumentarán a 20.000. Cuando tanto hablamos de producto autóctono, de su conservación, es digno de elogio el trabajo de esta bodega recuperando una uva de gran calidad y dándole el protagonismo que merece.

La Mar es un vino que apuesta por la singularidad sin renunciar a la calidad. 70% de caíño blanco y el resto de albariño, que configuran un blanco fresco, con una buena acidez, toques de hierba, de manzana verde y de albaricoque, untuoso en la boca y un final muy agradable, ligeramente salino. Su precio en tienda es de unos 22 euros. Ya había podido probarlo en agosto en CASA VICENTE, en Castropol, donde me lo ofrecieron como gran novedad y me sorprendió muy gratamente. Un vino perfecto para acompañar a productos del mar como la solla a la plancha o los salmonetes del Cantábrico que nos prepararon en ese buen restaurante a orillas de la ría del Eo.

Estos días pasados he podido visitar la bodega, en O Rosal. Recorrer el viñedo plantado en una empinada ladera acompañado por Emilio Rodríguez Canas, el director técnico, y comprobar, en plena vendimia, la complejidad que acarrea la caíño blanca para su recogida. Y por supuesto, volver a catar ese La Mar que me ha proporcionado tan buenas sensaciones. Ocasión además para comer con el presidente de la bodega, José María Fonseca, y parte de su equipo. Fonseca es hombre culto, gran conversador y destacado gastrónomo. Tengo pendiente con él un recorrido el próximo invierno en busca de las mejores lampreas de Galicia, una pasión que compartimos. La comida fue en un gran restaurante de producto en el mismo puerto de La Guardia (o A Guarda, si prefieren): BITADORNA. Tenía muy buenas referencias de esta casa, que aún no conocía. Y se cumplieron sobradamente. Xavi, su propietario, me reconoció porque es lector habitual de este blog. Y nos trató de maravilla. Materia prima de la mejor calidad. Impresionantes por tamaño y por calidad las almejas a la sartén. Buenas las croquetas de marisco (mejor la masa que el rebozado). Curiosa y rica la nécora rellena, al estilo del changurro. Y unos bogavantes a la plancha que nos presentaron vivos al principio de la comida para que eligiéramos y que resultaron excepcionales. Aunque sea frente al mar, una comida en Galicia siempre requiere algo de carne, y más si tenemos para beber un Pittacum Áurea del Bierzo: estupenda la chuleta de ternera gallega. De postre, queso de tetilla con membrillo y una lograda crema también de tetilla con crujiente de nueces. Desde hace dos años hay otro Bitadorna en Vigo, en la calle Ecuador. Fonseca tuvo además la amabilidad de llevarme, antes de regresar a Madrid, al Club Náutico de Bayona, un lugar exclusivo para socios cuya privilegiada terraza, en tarde veraniega, es una auténtica maravilla. El sitio perfecto para conversar viendo la ría y los amarres en torno a unos gin tonic bien hechos.

La noche anterior, recién aterrizado desde Madrid, cena rápida en un clásico de Vigo, CASA ESPERANZA. Cocina tradicional basada sobre todo en productos del mar, con muy buen género y preparaciones sencillas. La carta es un cuaderno en el que aparecen anotados a mano los platos del día. Buen salpicón de rape, aunque con demasiada patata para mi gusto. Excelente el pulpo a la gallega. Y mejor aún unos lenguados a la plancha, no muy grandes pero frescos y sabrosos. Una buena opción en esta ciudad gallega, muy próximo además a los principales hoteles de la zona del Club Náutico.

Para terminar, recordarles que Terras Gauda elabora en Rías Baixas, además del blanco que lleva el nombre de la bodega, un Etiqueta Negra, fermentado en madera, y el Abadía de San Campio, monovarietal de albariño. También es propietaria de las bodegas Pittacum, en la D. O. Bierzo (atención sobre todo al Áurea, un gran tinto), y Quinta Sardonia, en Ribera del Duero. Además, destilan aguardientes tradicionales (blanco, de hierbas y de café). Y desarrollan una línea de alimentos de quinta gama, bajo la marca A Rosaleira, en la que destacan sus bases para revueltos de grelos. Por no hablar de su concurso de carteles que, avalado por las mejores firmas nacionales como Javier Mariscal, Alberto Corazón u Óscar Mariné, tiene ya proyección internacional y para el que llegan carteles desde todos los rincones del mundo, incluidos Japón o Australia.

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