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Blogs Salsa de chiles por Carlos Maribona

Burdeos: Tertre Roteboeuf, la emoción del vino

Carlos Maribona el

Resulta difícil, incluso para un profano en el mundo del vino, recorrer los viñedos de Burdeos sin emocionarse. Sobre todo en unos soleados y calurosos días de septiembre, cuando las cepas aparecen ya bien cargadas de uvas de las que se obtendrán algunos de los mejores vinos del mundo. Emoción en los paisajes; en las grandes bodegas (châteaux) diseminadas entre viñas que conjugan clasicismo y elegancia; en los pueblecitos encantadores en los que se ha respetado por completo la arquitectura tradicional, ni un edificio que desentone; y emoción, sobre todo, al encontrarse con los nombres míticos, tanto de apelaciones (Saint Emilion, Pomerol, Sauternes, Saint Estephe, Pauillac, Margaux, Pessac-Leognan… ) como de bodegas (Petrus, Cheval Blanc, Haut Brion, Latour, Angelus, Le Pin…).  Pero no se trata de hacer un post completo sobre los vinos de Burdeos, que para eso ya hay grandes expertos, así que me van a permitir resumir tantas emociones en una visita concreta de las varias que pude realizar por la zona. Visita para el recuerdo no tanto por la gran calidad de sus vinos, que también, como por la personalidad increíble de su propietario. Les hablo de CHÂTEAU TERTRE ROTEBOEUF y de François Mitjaville. Un personaje encantador, salido de otros tiempos. Hombre que transmite como pocos la emoción del vino. Una larga conversación con él en uno de los salones de la centenaria casa en la que habita la familia, prolongada luego en un murete del jardín, a la sombra de higueras también centenarias, a cuyos pies cae la escarpada ladera orientada al sur en la que se encuentra uno de sus viñedos, el más espectacular, en el corazón de Saint Emilion, es un momento único para cualquiera que ame el vino. Más aún si luego pueden catar algunas añadas del château, incluso directamente de las barricas (¡qué bien apunta ese 2011!) en la antiquísima cava que se encuentra aneja a la casa.

Ramón Coalla, que importa los vinos de Mitjaville en España a través de su empresa Coalla Gourmet (también los trae Vila Viniteca), y que fue quien me consiguió esta visita, ya me había advertido: “Es un placer pasar un rato con él, conocer a fondo sus vinos, su bodega y su particular manera de pensar sobre la viticultura”. Y no se equivocaba. Aunque habla bastante bien el español, prefirió mantener la conversación en francés porque, como nos dijo, es en esta lengua en la que trasmite mejor esa filosofía y esa pasión por el vino. Su línea de trabajo se basa en una concepción clásica de los grandes vinos de Burdeos, y más concretamente de los de Saint Emilion. Una especie de vuelta al pasado que busca la armonía y la elegancia, la recuperación de los vinos aromáticos (“un gran vino debe medirse por su calidad aromática”) y frescos. Es importante la maceración, que debe ser muy lenta, para garantizar un buen envejecimiento manteniendo esa frescura. Pero lo fundamental de la filosofía de Mitjaville está en la degradación de los taninos, para que sean agradables y no agresivos. Para ello, permite que la planta alcance un punto de maduración exacto, casi límite, en el que esos taninos están ligeramente degradados pero conservando la frescura de la fruta, con la acidez bien integrada. Una teoría esta, la de los taninos degradados, que puede hacer pensar en vinos potentes y alcohólicos cuando en realidad es todo lo contrario. No hay más que probar los Tertre Roteboeuf. Aromáticos, frescos, elegantes, suaves, maduros, con largo recorrido. Vinos que emocionan como emociona escuchar a quien los elabora.

Fundamentales también las nociones de terruño (terroir) y de añada (millesimé). “Cada año tiene su personalidad, no podemos renunciar a esta noción clásica y fundamental”, aunque añade que para lograr buenos vinos es más importante el terroir que el clima. “El vino es la espiritualidad de Occidente; las denominaciones vienen de esa espiritualidad y de una necesidad de autenticidad”. Él, desde luego, le saca el máximo partido a esos viñedos únicos, situados en las laderas al sur de Saint Emilion. Clasicismo y tradición frente a una modernidad a veces desmedida.

Resulta curioso lo poco conocidos que son en España los Tertre Roteboeuf, que sin embargo gozan de un enorme aprecio en la zona, como he podido comprobar hablando con los sumilleres de los distintos restaurantes visitados, y que pueden encontrar en los dos post anteriores a este. También la crítica francesa lo ha elevado a los altares. Sin embargo, entre nosotros la fama se la llevan otros vinos a los que los de Mitjaville tienen poco que envidiar. Cuando se refiere a ellos, Ramón Coalla habla de “un tesoro por descubrir”. Lo comparto. Buena parte de ese desconocimiento puede deberse a que el salto de calidad lo ha dado en los últimos años, especialmente a partir de los 90. Tal vez por eso para algunos se trata de un “vino moderno”, lo que contrasta profundamente con esa filosofía clásica que propugna su propietario.

Mitjaville tiene otra propiedad en Burdeos. Concretamente en Côtes de Bourg, el Château Roc de Cambes. Elabora los vinos con la misma filosofía pero evidentemente el terroir es inferior y el vino, siendo muy bueno, es de menos calidad, aunque permite conocer su forma de trabajar a un precio más asequible. La saga se extiende con otro viñedo en Côtes de Castillon, DOMAINE DE L’AURAGE, en este caso propiedad de Louis Mitjaville y su mujer, Caroline. Una pareja joven y hospitalaria que aplica a sus vinos la misma línea que su padre. Allí estuve también con ellos, catando un vino cuyo precio, por la zona en que se elabora y por su corto recorrido aún (su primera añada es la de 2007), está muy por debajo del que realmente le corresponde. Apenas un par de años en el mercado y ya es el vino más caro de Castillon, pero todavía muy asequible. Pruébenlo antes de que se haga más conocido. Que se hará. Catamos en barrica el 2011, que apunta muy alto, y en botella el 2007. Este, que fue el primero que elaboraron, está muy bueno, con esas características de suavidad, aroma y frescura de los vinos de su padre (hay que frotarse los ojos para creerse los 14,5 grados que marca la etiqueta). Pero como nos decía Louis Mitjaville, “los franceses bebemos el vino comiendo”, así que como soy de la misma opinión la mejor cata la hicimos con ese 2007 acompañando el estupendo menú del día de Le Comptoir de Génes (ver el post anterior), donde compartimos mesa con él y con Caroline. Gente con las ideas muy claras sobre el vino que quiere hacer. Apúntenlo.

Ha habido muchos más vinos en el viaje (Le Gay, Montviel, el nuevo y prometedor La Violette, Mangot cuvee Quintaesence, Domaine de Chevalier, Franc Mayne, Domaine de la Solitude, Latour Martillac, Fonradaze), excelentes algunos, muy buenos todos, pero creo que los de Mitjaville sintetizan bien lo que es el espíritu de los vinos de Burdeos.

P. D. Recuerden que estamos en Twitter: @salsadechiles

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