Carlos Maribona el 24 oct, 2005 Cerramos la semana pasada con flores. Empezamos esta con cardos. No, no he comido cardos, aunque, como saben casi todos ustedes, los hay comestibles y están muy buenos, como esos en salsa verde que ilustran este post. Pero para tomarlos debemos esperar a la llegada del frÃo, y para eso aún faltan algunas semanas. Cuando hablo de cardos, hablo de pinchar. Se trata de empezar a denunciar los abusos en los restaurantes. Y creo que este blog es un buen lugar para poner en la picota aquellos sitios que se lo merezcan. Les animo además a hacer lo mismo. Sólo asà acabaremos con la picaresca y los abusos en un sector en el que hay muchos y muy buenos profesionales pero también mucho ‘listo’. Asà que les cuento. Sábado al mediodÃa. Restaurante italiano de lujo (o al menos a eso aspiran desde su apertura) con pretencioso decorado y perteneciente desde hace algunos meses a un poderoso grupo de restaurantes (los demás no son italianos). Anuncian unas jornadas de boletus (funghi porcini en italiano) y para recordarlo en las mesas hay un dÃptico con los platos que han preparado para la ocasión. Un comensal pide un secreto de ibérico con boletus (el maitre apunta y calla). Otro, una lubina con tartar de boletus. Entonces el mismo maitre advierte que en vez de boletus le van a poner ‘algunas setas’ porque no hay hongos de los anunciados. ¿Y el secreto sà los lleva? Tampoco, ‘se me habÃa olvidado decÃrselo’ (ya saben, por si cuela). Si no tienen garantizado el suministro para qué se lanzan a anunciar a bombo y platillo unas jornadas. Pero la cosa no acaba aquÃ. El restaurante presume de una magnÃfica carta de vinos. Y la verdad es que la que le traen al comensal es amplia y variada. Primer intento: un reserva Santa Rosa, de Enrique Mendoza. Paciente espera. ‘Lo siento, se nos ha acabado’. Segundo intento: un Allende riojano. Otro viaje a la bodega, más espera. ‘Tampoco lo tenemos’. Pues dÃgame que tiene y acabamos antes. Asà cualquiera hace una maravillosa carta de vinos. Y seguimos: el carpaccio ‘de buey'(?) no sabe a nada; el ‘vitello tonnatto’ lleva en vez de salsa de atún una crema espesa e indescifrable; el ossobbuco resulta absolutamente insÃpido y se acompaña con un arroz amazacotado y tan azafranado que anula todo lo demás. Se salvan, eso sÃ, una lasaña de pato, y los postres, que están incluso bien. Pues todo esto supuso una factura final para tres personas por encima de los 150 euros. ¿Qué me dicen? El restaurante está en Madrid, calle Espronceda, y se llama Il Gusto. Ya lo saben. Seguiremos. Otros temas Comentarios Carlos Maribona el 24 oct, 2005