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Blogs El pintor de batallas por Augusto Ferrer-Dalmau

Prisioneros de la aventura

Prisioneros de la aventura
Augusto Ferrer-Dalmau el

Por María José Solano responsable de la editorial Zenda Aventuras

fotos jeosm.com

 Con un millón de usuarios al mes, más de cinco mil artículos publicados de quinientos autores, camino de los cien mil seguidores en redes sociales, y  un centenar de iniciativas vinculadas con el mundo lector, Zendalibros.com, en apenas tres años, se ha convertido en la revista digital de libros y literatura más influyente de las redes sociales en lengua española.

Hace seis meses, en la primavera de 2019 nacía, al amparo de ese éxito logrado en gran medida gracias a su ejército de seguidores, el primer sello editorial de Zenda, que recibió el nombre de Zenda Aventuras.

La novela elegida para su estreno fue El diamante de Moonfleet, de John Meade Falkner. El éxito fue sorprendente: número cuatro de los clásicos más vendidos de Amazon y tercera edición en librerías en apenas cuatro meses.

Se acaba de lanzar el segundo título de la colección Zenda Aventuras. Se  trata, como no podía ser de otra manera, de El prisionero de Zenda, de Anthony Hope, pues se tenía casi una deuda de honor con él. Se le debía un nombre y en parte también el que muchos lectores, por su causa,  felizmente se crucen por  este territorio singular cada vez más poblado de amigos y de libros.

La novela que se presentaba ayer tarde, como la anterior,  encarna a la perfección el espíritu de esta editorial aventurera; un suculento sabor a aventura clásica con ingredientes capaces de seducir a lectores de todas las edades: jóvenes soñadores, bellezas seductoras, héroes cansados, asesinatos, traiciones, huidas, ambiciones, venganzas, amores imposibles, códigos de lealtad y honor y el malo más malo de la historia de la literatura (con permiso de James Hook): Ruperto de Hentzau.

Tanto El diamante de Moonfleet como ahora El prisionero de Zenda, presentan prólogo inédito de Arturo Pérez-Reverte con la cubierta diseñada en exclusiva por Augusto Ferrer-Dalmau.

Por eso ambos, ejerciendo de padrinos de la criatura, se reunieron ayer  para hablar sobre aventuras, libros, sables, cine, pintura, pero sobre todo, amistad, en la Universidad San Pablo CEU de Madrid. Con el Aula Magna a rebosar de espectadores de todas las edades, estos dos grandes creadores lograron con sus palabras y sus recuerdos, transmitir la emoción singular que solo un libro es  capaz de despertar. Un mundo de imaginación y libertad donde todo es posible; basta con pasar una página y ese gesto aparentemente inocente, abrirá a su vez la puerta a un mundo  capaz de cambiar para siempre la mirada y el corazón del que se atreva a franquearla.

“Pero para los lectores del S.XX también ha sido fundamental el cine-recuerda Pérez-Reverte-Yo fui lo que fui porque leí lo que leí y vi las películas que vi”-Afirmaba el escritor.

“Es verdad-corroboraba Augusto-de hecho uno termina leyendo algunos libros después de haber visto su adaptación cinematográfica”.

Es que el cine, sobre todo el clásico del Hollywood de los años 40 y 50, se alimentó de manera extraordinaria de la literatura. En el caso de El prisionero de Zenda, sus versiones cinematográficas alcanzaron, en algunos casos, la categoría de obra maestra.

El propio Arturo lo contaba así ayer: “La primera versión que vi, siendo un niño, de El Prisionero de Zenda fue la versión protagonizada por Ronald Colman, con Douglas Fairbanks Jr. como magnífico Ruperto de Henztau (1937), y luego la posterior con Stewart Granger (1952), con un peligroso y malvado Ruperto de Hentzau  encarnado por James Mason”.

El torrente de recuerdos felices vinculados a los libros y el cine dio paso a un viaje de amistad entre estos dos hombres, invitando al público asistente a ser testigo de un intercambio de bromas, elogios y lealtades: las novelas de aventuras de la infancia, los amigos del patio del colegio, la juventud de ambos alimentada con todos esos libros en la mochila y muchas ganas de aventuras, de alguna manera los empujó a vivir experiencias intensas en lugares singulares hasta que un día, en la Gran Vía de Madrid, sus caminos se cruzaron.

Una exposición de Augusto Ferrer-Dalmau llamó la atención de Arturo Pérez-Reverte. Aquella tarde de charla y amistad de hace más de diez años, acodados ambos en la barra de un bar, no tuvo que ser demasiado diferente a la que ayer compartieron con más de 400 personas en el Aula Magna. Al fondo, proyectado en la pantalla, la princesa Flavia y Rudolf Rassendyll, se daban un apasionado beso en un eterno bucle antes de decirse adiós para siempre.

Aventuras, sables, cuadros, cine, libros. Una historia de amistad en hora y media. Lo demás, es literatura.

 

 

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