Siempre que voy a una misión para pintar a nuestros soldados, intento empezar sin una idea preconcebida. Mi objetivo es plasmar imágenes que recuerden a todos los que sirvieron o combatieron en esa misión y que los propios protagonistas se vean reflejado en el cuadro.
Pienso que con el paso de los años, cuando ya nadie recuerde que los españoles estuvieron allí –como viene siendo habitual a lo largo de nuestra historia– , ellos mismos o sus descendientes podrán contemplar este cuadro y decir con orgullo: “Mi abuelo estuvo allí”
titulo “Misión en Mali” 170×70
En esta ocasión, mi destino era la misión de Mali, invitado para pintar un cuadro que será donado al Mando de Operaciones (MOPS) responsable de las operaciones conjuntas en el exterior. Para ello, fui acribillado de vacunas de todo tipo, así como la dosis diaria de Malarone para prevenir el paludismo (Malaria) que todos nuestros soldados toman religiosamente
España es la segunda vez en cinco años que lidera la misión de entrenamiento de la Unión Europea en Mali (EUTM-Mali); una labor que encierra peligros, ya que los equipos de instructores no se limitan a los centros de adiestramiento de Koulikoro y Kati, sino que realizan patrullas y se desplazan por diversas regiones del país para instruir a los soldados malienses que lucharán en el norte contra los grupos yihadistas.
Lo que más llamó mi atención tras llegar a Bamako, la capital de la República de Mali (África Occidental), al margen del calor sofocante, la miseria generalizada y esa especie de calima permanente, fue ese color rojizo de la tierra, que me recordó mucho a la «arcilla roja» del Roland Garros, donde nuestro admirado tenista Rafael Nadal es el dueño absoluto del torneo.
He de confesar que me cautivó ese color, y el contraste con la escasa vegetación del país. Casi tanto como esa calima en la atmósfera y el color ébano de su población, hombres y mujeres de complexión perfecta.
Cuando visité los campos de entrenamiento y acompañé a los soldados en sus patrullas, era omnipresente el majestuoso río Níger, arteria vital de Mali, alma del país y fuente principal de recursos, entre ellos la arena. Los malienses la extraen del río con todo tipo de ingenios: desde el solitario buceador que con un cubo se sumerge en sus aguas, a esas maltrechas barcazas de madera que con calma –todo en Mali se hace con calma–, se adentran en el cauce y van llenando su interior con grandes cedazos, separando la arena fina de los cantos rodados que “pescan” en el fondo. El destino de la arena, nos contaron, era la construcción.
Este es el bello paisaje que los malienses ven a diario y que compone, sin duda alguna, una magnifica estampa para un cuadro. Pero sobre todo percibí que eran escenas que nunca olvidarían los soldados que sirvieron a España por aquellas tierras. Por ello, a diferencia de otras ocasiones, al pintar la misión en Mali, quise centrarme en ellas. Plasmar el enorme río en un cuadro panorámico ,con una lengua de tierra rojiza que lo atraviesa y sirve de puente cuando el cauce es mas bajo, añadiendo las actividades de sus gentes y nuestros soldados como un elemento más de ese paisaje de ensueño, que es África.
Nunca he ocultado mi fascinación por África, me unen lazos emocionales con el continente, creo que los que conocen mi obra lo saben. Pero posiblemente sea en este cuadro con el que más me he volcado en la representación del paisaje, sus horizontes, su luz, sus gentes..y la presencia de los nuestros allí. Porque como escribió mi amigo Arturo Perez-Reverte…” Durante Siglos, en cada una de sus huellas estuvo España”
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