De la pedagogía ejecutada durante treinta y cinco años por aquel régimen subsisten hoy en la mentalidad del común rasgos como el desprecio por la democracia parlamentaria, la representación indirecta y la tolerancia o, más grave, por la propia libertad.
Clausurada ésta durante los veinte años primeros, a partir de los sesenta fue mercancía de cambio en un curioso trade-off que una mayoría de la sociedad hizo con el régimen, renunciando a la libertad a cambio de seguridad y desarrollo.
De ahí el escaso predicamento que los planteamientos liberales aquí han tenido, tienen y seguirán teniendo, quizá ya no por mucho tiempo. Las revueltas contra la libertad de horarios comerciales que algunas Comunidades propugnan, caso de la madrileña, es un ejemplo bien próximo.
Dejando aparte males mayores, la realidad es que los regímenes autoritarios, Franco o Pinochet, caducan con sus caudillos. Pero la sociedad tarda en recobrar el tono civil propio de la democracia por la sencilla razón de que no la ha vivido. La ortopedia ejercida sobre el cuerpo social por el corsé impuesto durante años produce efectos secundarios que sólo el ejercicio de la libertad misma permite recuperar.
Está aún por llegar el día en que la derrota electoral no signifique otra cosa que el relevo en la gerencia de nuestros intereses y patrimonio; en que los que salen no empleen tiempo y dinero en chinchar a los que llegan y éstos simplemente sonrían ante la última chorrada de los que se van yendo. Por cierto, además de lo que todos entendemos, la primera acepción de “chorrada” en el DRAE es: “Porción de líquido que se suele echar de propina después de dar la medida”. Como designar ayer a Eva Hache para conducir en febrero la gala del Cine nacional. Será por glamour, porque por éxitos… Cuatro semanas ha durado en antena su último programa, Con Hache de Eva. Pobre.
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