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Blogs Fahrenheit 451 por Pablo Delgado

Me hizo Joan Brossa

La poesía de Brossa: un ready-made como prueba de realidad

Pablo Delgadoel

Me hizo Joan Brossa (Galaxia Gutenberg), reúne los primeros pasos del poeta catalán Joan Brossa (1919-1998) que concibió el arte como visualidad y espectáculo, en el sentido de realizar una poesía diferente, de carácter más humano y costumbrista, con el telón de fondo de los hombres. Unos hombres solitarios, transformados casi en máquinas para huir de la realidad y que luchan por encontrar una nueva forma más próxima a las realidades. Aunque el realismo poético no es una cuestión de forma, como apuntó en el prólogo a la obra el poeta brasileño Cabral de Melo en 1951, «es esencialmente, una cuestión de sustancia, de asunto».

Integrada esta edición en la colecciónde poesía, asequible y realizada con rigor por la magnífica editorial. En esta obra de Brossa, asistimos al nacimiento de una poesía brossiana que adquiere una nueva dimensión, saliendo «de la atmósfera impregnada de magia de cartón piedra» muy característica del poeta catalán. La obra se caracteriza «por dos vertientes expresivas nítidamente diferenciadas y, hasta cierto punto, disímiles. La primera de esas vertientes es la poesía que, siguiendo los patrones expresivos fijados por la lírica culta a lo largo de la historia, se vierte en moldes métricos estrictos y se ajusta a unos lineamientos retóricos característicos de esa clase de escritura. La segunda vertiente es una desconcertante poesía antirretórica y libérrima que su autor sintética y que resulta no menos definitoria de su exploración lírica», escribe en el epílogo a la obra el también poeta y ensayista Andrés Sánchez Robayna.

«La obra poética de Brossa comenzó por explorar, sobre todo, las posibilidades del soneto y del romance […] Pronto encontró, en los años cincuenta, la oda sáfica», continúa Sánchez Robayna. En la poesía española, el verso sáfico consta de once sílabas, como el griego y latino, y cuyos acentos métricos estriban en la cuarta y la octava. Es más cadencioso y tiene mayor semejanza con el sáfico antiguo cuando su primera sílaba es larga.

Ollas
Ollas arriba y ollas abajo.
Todo pasa y todo se arregla.
Llega una mujer
y dice: ¿Os falta serrín?
Todos los vecinos duermen.
¡Dónde habré dejado los zapatos!

En esa exploración, el poeta llevó más lejos las formas poéticas heredadas y, al mismo tiempo, les dio una nueva significación, una forma nueva, llegando a ser las palabras representaciones que se transponen en la mente del lector  y que funcionan a modo de imágenes de aquello que es cotidiano, sin sacarlo de contexto alguno y representando así una realidad encontrada, enriqueciendo y renovando un género, la «poesía sintética». Aquella que escapa a toda clase de patrones métricos y estróficos. Esa poesía, apunta Sánchez Robayna, «consistía en la mostración del habla cotidiana y de la frase hecha. Era como si cada frase, cada expresión, fuese para él en cada momento completamente nueva, y el poeta no temiese posibles reiteraciones o la caída en la pura fórmula», llegando así a ese nuevo camino expresivo.

Un reloj
Un reloj sujeto al extremo de una cadena.
Saco, del bolsillo, un reloj.
Cojo el reloj.
El muelle y los relojes de bolsillo.
La espiral es un muelle enrollado.

Hoy en día es raro el estudio o la aproximación al poeta catalán sin entender este libro, por su concepción lírica, ya que es un texto extraordinario y singular. Fuero de lo común. Una continua exploración radical del entorno, que le llevó a evolucionar a su mítica poesía visual y poesía objeto, además de sus dibujos, grabados, piezas de ready-made, de la que tanto han influenciado a poetas, como a artistas y diseñadores gráficos. Una influencia esencial por las palabras poéticas cargadas de posibilidades, y que forman parte de un uso banal del vocabulario, así como una sintaxis prescriptora de una lengua coloquial. «Brossa no escogía un vocabulario concreto: bastaba con reproducir fielmente el habla, de manera especial el habla de las clases populares», produciendo así un efecto desconcertante cargado de una demostración de la realidad cotidiana logrado a través de esas frases hechas.

Brossa realizaba un «traslado al papel de enunciados extraídos de la lengua coloquial sin intervención o manipulación de ninguna clase», escribe Sánchez Robayna. Generando de este modo «dos fronteras de esta vertiente expresiva que son la máxima síntesis verbal, de un lado, y la visualidad, de otro […] Para Brossa todo poema es ya una ‘concentración del lenguaje’». Sus poemas están marcados por lo breve, por lo «sintético», junto a sus dos preocupaciones fundamentales: el mundo cotidiano y el habla coloquial.

En tierra
-¿Qué tal?
-Todo me resbala.
A la derecha hay un sombrero de copa sucio de sangre.
Veo, de espaldas, a un pastor.
El agua de un arroyo baja, saltando, despeñadero abajo, libre y poderosa.

Brossa entendía la capacidad de la mirada como condicionante del desplazamiento del significado entre emisor y receptor. En una percepción de la particularidad de algo dado a los sentidos que se llega a obtener de una percepción del presente indomable de nuestra existencia. Su afán vanguardista por la búsqueda y la experimentación estaba relacionado con la idea general del mundo como orden sujeto a una metamorfosis constante, decía Brossa: «considero la investigación como un viaje a lo desconocido, una zambullida en el espejo de la imaginación, por tanto no puedo asegurar adónde llevan mis experiencias actuales ni que pensaré yo mismo de ellas de aquí a unos años. De momento seguiré forzando los medios habituales de percepción para descubrir nuevos espacios de sensibilidad».

En definitiva, el arte enriquece el mundo aportando experiencias inverosímiles y enseña a descubrir fuerzas inusitadas en la realidad observada, pero sus productos -como la poesía- pueden llegar a ser modelos de una situación estética. Al salir a la calle, absorbemos imágenes, sonidos y olores, el hombre trata con un espacio que no está sujeto a la puesta en escena, trata con lo real. La poesía de Brossa contribuye a ese punto culminante de lo real, de lo cotidiano, en una fascinación por lo manifiesto, deteniendo el tiempo menguante de la vida y materializando lo presente.

Me hizo Joan Brossa // Traducción del catalán de Andrés Sánchez Robayna // Galaxia Gutenberg // 2019 // 13,50 euros

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