El pasado viernes se celebró el día de las librerías. Esos locales físicos tan necesarios en un barrio, y que por desgracia escasean cada vez más. Ese lugar donde el librero te recomienda un libro que sabes que será valor seguro. Sales de la librería con el libro como una fianza u obligación de indemnidad a favor de ese volumen adquirido y que ha puesto en tus manos para su posterior lectura y deleite. Principalmente los lectores acudimos a las librerías en las que el olor a papel nuevo invade tus fosas nasales, e incluso el alma literaria que intentas cultivar lectura a lectura, una vez traspasas el umbral de su puerta. Las paredes están vestidas por los cantos librescos cargados de colores vivos, y en las mesas, esas portadas que te están llamando a gritos para que las observes, los cojas y abras sus cubiertas para internarte en todas esas palabras que te abren mundos nuevos y conocimientos para adquirir.
Además, hay otras librerías que tienen el mismo e incluso otro encanto, las librerías de viejo, o libro de segunda mano. Cargadas de un misticismo y un misterio en las que se pueden encontrar tesoros literarios que pertenecieron a otros y que por circunstancias se encuentran arropados en las paredes de esa librería que está a cargo de ese guardián y guía del conocimiento que es el librero. Un librero es una persona que tiene como oficio vender libros, está claro, ese es su doy para que me des. Todo el significado onirico que lo envuelve es muy bonito al estar siempre rodeado de libros, ver cómo entran y salen estos objetos de celulosa, es su principal cometido. Y todos los amantes de los libros, los lectores devoradores de historias, saben que para ellos una librería es algo más que un montón de papeles encuadernados. Por ello, la librería tiene un significado que va más allá de lo físico.
Un libro único y excepcional para saber y entender qué significa una librería y cómo debe ser un librero, es la mítica, clásica y conmovedora obra de Helene Hanff (Filadelfia, 1918-Nueva York, 1997), 84, Charing Cross Road (Anagrama). Libro muy recomendado por los libreros, y no es de extrañar, porque además de ser una oda brillante en forma epistolar a los libros y al librero, guarda una historia de relaciones entre personas, soberbia y formalista, en la que los habitantes de sus páginas son criaturas instaladas en la amistad, el servicio, la solidaridad, dando como resultado un libro elocuente y entrañable, difícil de olvidar una vez que lo has leído, dejando en el lector un poso de buena literatura.
La historia se desarrolla en forma de cartas que intercambian Helene Hanff, una escritora independiente que vive en la ciudad de Nueva York, y los trabajadores y familiares de una librería de libros usados situada en Londres en concreto en el 84 de Charing Cross Road. Hanff que era una lectora voraz y ecléctica no podía encontrar y permitírse buenas ediciones estadounidenses de los libros que quería leer. Por lo que conoció Marks & Co. a través del anuncio en un periódico, y comenzó a escribirles realizando varias peticiones, y así comenzó su relación epistolar de dos décadas con Frank Doel, su principal receptor librero, que no dueño de la librería.
«Señores: su anuncio publicado en la ‘Saturday Review of Literature‘ dice que están ustedes especializados en libros agotados. La expresión ‘libreros anticuarios’ me asusta un poco. Porque asocio ‘antiguo’ a ‘caro’. Digamos que soy una escritora pobre amante de los libros antiguos y los que deseo son imposibles de encontrar aquí salvo en ediciones raras y carísimas».
Sus cartas ingeniosas y a menudo burlonas solicitando libros y las misivas más conservadoras y directas de Frank, forman la columna vertebral de este genial trabajo. A medida que evoluciona su relación de larga distancia entre el cliente y el librero, Hanff escribe ocasionalmente a otros empleados de la tienda, como a la esposa de Doel, sus hijas e incluso a la vecina anciana de la familia. Lo que emerge gradualmente es una mirada suave y conmovedora a dos espíritus afines unidos por su amor por la palabra impresa. Las descripciones de Hanff de los libros físicos son tan vívidas que prácticamente se pueden oler y sentir las cubiertas de tapa dura y sus páginas gruesas.
La escritura de Hanff se caracteriza por una gran franqueza, la de Doel, aunque no menos amigable, por una cierta cortesía. Su correspondencia no se trata solo de libros, aunque hay algunos pasajes divertidos sobre Chaucer, Samuel Pepys, Jane Austen, John Donne y Laurence Sterne. Lo que destaca en la gran prosa de Hanff que con pocas palabras es capaz de contextualizar prácticamente sin nombrarla una época de posguerra (de la Segunda Guerra Mundial) en la que era difícil vivir en Inglaterra y cómo sus solidaridad desinteresada hace que sea querida por todos, ya que les envía paquetes de alimentos, entre otras cosas, muy necesarios en época de racionamiento.
Con el tiempo, desde que comenzó esa primera carta un 5 de octubre de 1949 hasta la carta final de octubre de 1969, se forma un vínculo emocional. Con el transcurso del paso del tiempo las amistades formadas en los primeros años disminuyen. Las familias maduran, algunos de los trabajadores fallecen o pasan a nuevos trabajos, y Helene empieza a estar más ocupada con su trabajo de guionista y escritora. Aunque nunca se conocieron, Helen y los trabajadores comparten una amistad basada en su amor común por los libros. Su relación se refleja a lo largo de la historia a medida que comparten información sobre sus familias, sus actividades, sus esperanzas y sueños.
Hanff es una mujer soltera, fuerte e independiente, que prefiere enviar dinero en efectivo por correo al otro lado del Atlántico antes que preocuparse por obtener un giro postal. Comienza a vivir en un apartamento pequeño y estrecho y se abre camino en el mundo editorial y en los dramas de radio como guionista, aprovechando gran parte de sus lecturas de literatura (gracias a los envíos desde el 84, Charing Cross Road) para crear sus obras. Esta circunstancia (la de los envíos) puede parecerse al mundo actual, que tiene que emplear internet y las plataformas digitales para obtener libros mediante envíos. No todas las personas tienen la suerte de poder acercarse a una librería (Hanff tenía una a varias manzanas y no iba) porque la tienen cerca o casi cerca, sino que su forma de conseguir los libros es internet, y por ello, tampoco debe ser menor. La Marks & Co. de 1949 funciona igual que lo hace internet ahora, salvando las distancias del tiempo de entrega claro. Pero ahora, no es el librero el que te dice si tiene una edición de 1932 de El Quijote, por ejemplo, sino que es un algoritmo. Está claro que ahí se ha perdido todo trato personal que un libro puede llevarte a otro libro, pero la dinámica es la misma.
Si se tiene la suerte de viajar a Londres y bajar por Charing Cross Road hacia Cambridge Circus e imaginarse cómo debía ser aquella calle hace décadas, según cuentan había librerías por doquier en lo que hoy son Starbucks y McDonalds. Poco queda ya de aquel paraíso, desgraciadamente.
En Madrid tenemos nuestras Mark & Co, muchas se encuentran en la cuesta de Claudio Moyano, que como escribía Arturo Pérez-Reverte: «a Madrid no han conseguido quitarle todos sus encantos, y entre esas pequeñas reservas apaches, bastiones que resisten más o menos victoriosamente el embate de la ordinariez, la estupidez y la codicia, y aún ofrecen refugio a las gentes de buena voluntad, se cuenta todavía, gracias a Dios o a quien sea, la cuesta de Claudio Moyano (…) Feria permanente del libro de segunda mano, es punto obligado para quienes saben pasear por ella como por una playa fascinante, donde los naufragios de miles de bibliotecas y saldos editoriales arrojan sus restos entre resacas de tinta y papel».
Aunque después de esta pandemia que estamos sufriendo, la cuesta Moyano también lo está, y mucho, por ello más que nunca hay que salvarla. Lugar emblemático y necesario para una ciudad como Madrid, que en las últimas décadas, templos de cultura están pasando a ser meros lugares de compra de ropa interior y varias prendas más.
En definitiva, esta novelita que se lee de un tirón de Hanff, es una obra objeto de culto para todo amante de los libros, un clásico que hay que leer sí o sí y más en estos últimos tiempos que estamos sufriendo.
Hanff, de formación autodidacta, inició su carrera literaria escribiendo obras de teatro y, más adelante, guiones para la televisión, libros infantiles, ensayos históricos y políticos y colaboraciones en el New Yorker y Harper’s. La fama le llegó después de publicar 84, Charing Cross Road, que inspiró una película protagonizada por Anne Bancroft y Anthony Hopkins con el nombre en España de La carta final.
84, Charing Cross Road // Helene Hanff // Anagrama // 2018 // 8,90
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