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Blogs Fahrenheit 451 por Pablo Delgado

El obrero principal de los animales

La arquitectura como muestra de evolución y fábula de la amistad

Pablo Delgadoel

Desde el comienzo de los tiempos, la humanidad ha tenido la necesidad de fabricar. Un menester o exigencia de la que han salido artefactos que han marcado la evolución de la sociedad. Entre esos artefactos se encuentran aquellos que podemos denominar edificios en el mismo sentido que los actuales desde la más remota prehistoria, como revela la arqueología. Sin embargo, que existiesen edificios no implica que también hubiese desde entonces arquitectura. Una actividad ejercida por personas concretas que desempeñan un oficio socialmente reconocido, sujeto a normas, que requiere una preparación específica y que consiste en la concepción y dirección de la ejecución de esos edificios. Según la R.A.E. esa persona que legalmente está autorizada para ejercer la arquitectura, es el arquitecto. Por influencia griega, el término es architectus (arkhitekton = obrero principal o jefe de albañiles).

El primer arquitecto de cuya obra se tiene constancia en el tiempo fue Imhotep, que construyó en Sakara la pirámide escalonada y la tumba del faraón Zoser, hacia el año 2650 a.C.  Las civilizaciones mesopotámicas también aportaron esta figura esencial para el desarrollo de la civilización. En la antigüedad grecorromana, el aprendizaje de la profesión se hacía en el taller y la fábrica, continuando con la arquitectura romana, que marcó un antes y un después para que esta actividad siguiera evolucionando.

Marco Vitruvio Polión, arquitecto e ingeniero militar al servicio del emperador Augusto, escribió, el tratado De architectura libris decem, donde esbozó el primer plan de estudios sobre arquitectura, al enumerar con bastante detalle las ciencias y habilidades que el arquitecto debía conocer y adquirir: el dibujo, la geometría, la aritmética, la jurisprudencia, la historia, la gramática, la música, la astronomía, la filosofía moral, la filosofía natural, la medicina (en lo relativo a la salubridad e higiene) y el repertorio estilístico, amén de las técnicas propias de la construcción, las obras públicas y la fabricación de maquinaria civil y militar.

Pero Vitruvio se olvidó de algo: que el arquitecto sin ayudantes nunca podría poner en marcha su proyecto. Se quedaría simplemente dibujado en un papel en dos dimensiones y nunca podría alcanzar la dimensión real para lo que sería pensado. Esta es la idea central de un maravilloso cuento escrito y dibujado por el arquitecto japonés Kunihiko Aoyama (Tokio, 1965).

Aoyama tras años trabajando en un estudio de arquitectura, decidió dedicarse al que siempre había sido su sueño: la ilustración de libros para niños. Con «El señor arquitecto y los animales del bosque» (Errata Naturae) es su primer libro traducido al castellano. En el, cuenta la historia de un viejo enano, que tiene como profesión, arquitecto. Ha decidido construirse una casa con un mirador que le permitiera disfrutar de las vistas del bosque en donde vive. Así, se puso manos a la obra, pero entonces se dio cuenta de que aquel inmenso proyecto superaba sus fuerzas. No podía poner las vigas, ni tampoco alcanzar la altura deseada para seguir construyendo su casa, por lo que, no le quedó más remedio que aceptar ayuda. Muy en su contra, ya que la casa la quería para él sólo. Entonces aparece un oso, unos monos, unas traviesas ardillas, un jabalí y así hasta muchos más animales que le ofrecían su ayuda a cambio de poder vivir en la nueva casa. El enano muy a regañadientes tuvo que aceptar la ayuda, pero ocurre algo, que le hará cambiar de parecer al enano y descubrir así, que el valor de la ayuda, y sobre todo, de la amistad en muchas ocasiones es vital para poder alcanzar las metas deseadas.

Un arquitecto debe ser prolijo y detallista para conocer todos los requerimientos del cliente antes de comenzar con la planificación del proyecto. Nuestro pequeño amigo arquitecto lo tenía muy, pero muy claro, una casa para el sólo. Pero a veces, nuestro empecinamiento en ir hacía una cosa no nos permite ver el gran abanico de posibilidades y mejoras que se pueden encontrar a nuestro alrededor.

Un cuento que a primera vista, podría parecer que no tiene nada particularmente especial. Pero con un marcado estilo en un trazo detallista y lleno de luz y color de Aoyama. Un dibujo de línea clara con una gran profusión del uso del color y una delicada atención puesta en los fondos y los detalles, hacen de este cuento una excelente y soberbia moraleja, sobre la amistad y la humildad.

La obra literaria de Aoyama demuestra su amor por una profesión como la arquitectura, en otros libros como: Kobito no machi [La ciudad de los elfos], Ongaku no machi [La villa de la música], Ôkina yakata no monogatari [La historia de la gran mansión]… También es coautor de la serie Bokutachi no machizukuri [Construyamos nuestra ciudad] que consta, a día de hoy, de cuatro volúmenes.

«El señor arquitecto y los animales del bosque» // Kunihiko Aoyama // Errata Naturae // Traducción: Akihiro Yano y Twiggy Hirota // 2019 // 16 euros

 

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