Situamos la acción: principios del siglo XX. Años en los que Europa está sufriendo una transformación constante en lo político, social y cultural. Además, sus gentes sufren uno de los siglos con una violencia excesiva. Ello, se manifestó sobre todo en los años 1914 y 1939, con los comienzos de la Primera y la Segunda Guerra Mundial respectivamente.
En Europa, había Estados democráticos de pleno derecho, con sistemas políticos constitucionales y parlamentarios. Existía el sufragio universal, separación de poderes, reconocimiento de los derechos individuales y promulgación de leyes que atendían al bienestar social como la enseñanza obligatoria, derecho a sanidad, legislación laboral, etc. Es el caso de Francia (refugio de artistas y literatos) e Inglaterra, económicamente fuertes y con sistemas liberales desde el siglo XIX. Los Estados del Sur de Europa (España, Italia, Portugal), aunque tenían sistemas democráticos, eran corruptos por el peso de la nobleza agraria, la Iglesia y sobre todo por el atraso económico y cultural.
En España, se estaban produciendo confrontaciones políticas por los proyectos reformistas de los conservadores (Maura) y de los liberales (Canalejas) hasta la crisis de 1917, llegando al declive del turno dinástico. La política española heredó el sistema bipartidista, ideado por Cánovas del Castillo que, aunque pudo ser útil en el siglo XIX, ya estaba gastado, y muchos partidos políticos quedaron fuera. Los gobiernos no respondían a las necesidades del pueblo y finalmente, desde el año 1923 al 31, el capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, impuso en España una dictadura.
En este contexto histórico, en una pequeña parte del territorio español, existía – y existe- una comarca, en la que el tiempo se detuvo, pero no para bien. Se detuvo entre otros factores, por el abandono y la pobreza. Se trata de las Las Hurdes, que se sitúan concretamente en el norte de la provincia extremeña de Cáceres, en el límite con la de Salamanca. Un terreno montañoso de clima mediterráneo con influencia atlántica que forma parte de la llamada «España húmeda».
Históricamente ha sido una comarca aislada de su entorno y de difíciles condiciones económicas para sus habitantes. La población se distribuye en pequeños pueblos y en algunas alquerías. La economía tradicional de Las Hurdes se ha basado en los productos naturales del lugar como en la miel, olivo, patatas, cereales, corcho, etc. En la actualidad, la economía comarcal ha mejorado notablemente ya que con el auge del turismo rural está cobrando cada vez más importancia.
En esa tierra se fijó en su día, a principios de la década de los 30, el cineasta Luis Buñuel. En Extremadura rodó, tras una pequeña «crisis creativa», su tercer trabajo como director, Las Hurdes, tierra sin pan, una de las llamadas películas malditas de su filmografía, pero un documental pionero en nuestro país. Buñuel después de dirigir este documental no volvió a hacer una película hasta 17 años después con «Los olvidados».
A Buñuel, le vino la idea del documental después de leer el estudio antropológico de Maurice Legendre Las Jurdes: étude de géographie humaine (1927) y así retratar la situación de atraso en que permanecían Las Hurdes, en una época en la que ya había pasado toda una segunda revolución industrial y que propició que una sociedad avanzara con una fuerte aceleración por el proceso de industrialización que cambió la naturaleza y el crecimiento económico, pero otras se quedaban atrás, sin un sentido por el que avanzar.
«Antes de venir yo me sentía así, un paria, un sintierra, cuando vine para hacer la película, buscaba el sentido de la vida, o al menos, hallar una esperanza». Con un claro enfoque antropológico, Buñuel se desplazó con su equipo humano y técnico a dichas tierras y mostraría cómo sus gentes, su comportamiento ante una actitud plana, pasiva y algo desinteresada, y cómo veían pasar sus vidas sin nada, con lo justo, esperando a algo inevitable como era la muerte. El documental llegó a tomar un enfoque surrealista, del que en un principio quería escapar Buñuel, pero que finalmente tuvo que ir improvisando escenas sobre la marcha para poder mostrar de verdad algo. «¿Por qué no? puedo hacer lo que quiera. Además la misma realidad puede ser tan surrealista como la imaginación más desatada».
El resultado fue un documental que no deja indiferente a nadie, por ver una actitud humana decadente y cerrada a su entrono, por la época en la que se rodó alejada de todo progreso y realidad, en la que estaban sumergidas otras gentes lejanas y que vivían en el ámbito urbano, e incluso en un contexto rural más integrado.
Fermín Solís (Cáceres, 1972) retrata, en su maravillosa novela gráfica editada en primer lugar en 2009 y ahora 10 años después se reedita a todo color, «Buñuel en el laberinto de las tortugas» (Reservoir Books), ese momento decisivo en la vida del cineasta: el dilema entre cultivar el arte por el arte o servirse de el como un medio para transformar la sociedad. Solís nos lleva a esos momentos previos al rodaje en el que Buñuel y su equipo piensan sus contradicciones en el laberinto de las calles de un pueblo, que parece estar poblado por inmensas tortugas habitables en las que viven sus habitantes, y que una vez se meten en su caparazón, no se saben si van a salir o se quedarán ahí para siempre. La novela gráfica desarrolla el documental, en un juego de trazos y colores determinantes que muestran a todo color esa realidad macabra en un espacio y tiempo concreto, determinado por la precariedad humana, y el dilema de si utilizar a dichas personas para mostrar y denunciar lo que están sufriendo o para ese arte propio reconocido. En un escape de aquellos que se han aventurado allí, a través de caminos escabrosos y decepcionantes, en un carácter de extrema maldad impresa en la carne y en el espíritu de los seres taciturnos, que a veces salen de una depresión y pronto allí reaparece sin explicación alguna y sin haber formado sociedad con nadie, todo lo que finalmente es Hurdes. Vida envuelta en incertidumbre trasladada a la iconicidad gráfica de un medio más cercano como es el cómic, muy bien desarrollado y cargado de ritmo y buenos planos que hacen de esta obra su reinterpretación en imágenes en movimiento.
En definitiva, Solís consigue crear desde un rigor documentado un gran libro gráfico del mundo, en el que se puede encontrar más de una enseñanza en este drama documental. Además, de la mencionada nueva edición se ha realizado una adaptación cinematográfica de la novela gráfica que se estrenó con el mismo título el pasado mes marzo en la edición del Festival de Málaga, en sección oficial y que se estrenará este 26 de abril en cines y seguramente le espera -lo cual lo deseo- un gran éxito.
«Buñuel en el laberinto de las tortugas» // Fermín Solís // Reservoir Books // 2019 // 17,90 euros
Cómic