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Miguel de la Cuadra Salcedo, adjetivo de explorador. In memoriam

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Por Rafael Duarte

 

Jacques Costeau es el adjetivo de explorador, divulgador en Francia, y en España ese adjetivo recae en Miguel de la Cuadra Salcedo. ¿Cuántas vidas caben en una vida? Aventurero, explorador, bombero, etnobiólogo, reportero, periodista, ballenero, deportista de élite, y otras muchas vidas que se resumen en un gran hombre, humanista como sacado del Renacimiento, que enseñó a varias generaciones de jóvenes españoles a amar Iberoamérica y a España.

Tuve el honor de participar en la primera de las rutas llamadas “Aventura 92”, luego “Ruta Quetzal” y ahora “Ruta Bbva“, que como todas las otras 30 expediciones que la seguirían, quería acercarnos más a España y América y a nuestras realidades. Preparábamos en 1985, el 500 aniversario, no del Descubrimiento, ya estaba bien descubierta, si no del Encuentro entre dos mundos. Y nos estrenábamos reproduciendo el primer viaje de Cristóbal Colón, a bordo del barco de Trasmediterranea, JJ Sister, rebautizado para la ocasión como Guanahaní. Llevamos el nombre de la pequeña isla del archipiélago de las Bahamas que Rodrigo de Triana avistó en la madrugada del 12 de Octubre del 1942.

 

Éramos más de 500 expedicionarios venidos de todos los rincones de España y Ámerica, capitaneados por un explorador y aventurero de una mirada y un porte imponente. Era De la Cuadra una presencia viva de viejos aventureros y exploradores todo en uno, el imaginario capitán Ahab, el real capitán Burton, amable y cercano a la vez, allí presente para llevarnos por la nave del tiempo a nuestra historia más bella: América.

Primero Sevilla, a investigar en el Archivo de Indias, luego a Palos de Moguer rumbo a América, nos despedimos de Canarias donde escuchamos ya las teorías de que el Almirante Colón bien sabía que no iba rumbo a Zipango, el nombre que en Europa se daba a Japón, si no a un gran continente del que supo ya en su etapa en Madeira. Pero quién le creería…Y llegando al punto del motín en la Nao Santa María, por fin tierra. En el viaje aprendimos como Aula de Navegantes la escuela de la tolerancia y del amor por la historia de América. Para ser Españoles hay que verse desde Ámerica, decía Miguel.

Por lo que supe, nunca se confundió con políticos, si entre el pueblo, en La Habana; que uno a uno de los 500 estudiantes de aquella expedición nos recibió junto a Fidel Castro, en el Palacio de la Revolución. El verde olivo de Fidel en contraste con el traje blanco impoluto de nuestro mejor embajador, nunca lo olvidaremos. Y por último antes de volver a España, parada en La Española, en Dominicana, donde escuchamos de José Francisco Peña Gómez decir que “todo cae bajo los huracanes … todo, salvo lo hecho por los españoles”.

 

Miguel siempre estuvo ahí en esa expedición, y las otras 30 donde llevó a la juventud de los dos lados del Charco a conocerse mutuamente más y mejor. Primero Colón y sus cuatro viajes, luego Orellana, Hernán Cortés, Nuñez de Balboa, uno a uno recorriendo las expediciones que se encontraron con Iberoamérica, de la mano de este conocedor de las gentes y las historias único e irrepetible. Muchos lo creíamos inmortal, quizás por haber bebido de la fuente de la eterna juventud que buscó Ponce de León, pero no, su fuente de energía que le llevó a vivir tantas vidas en una, decía; era la curiosidad y estar siempre aprendiendo rodeado de jóvenes. Lo consiguió. Descanse en paz quién lo fue todo en tantas cosas, don Miguel.

 

 

 

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