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La vocación marinera de Cervantes

Agustín Ramón Rodríguez Gonzálezel

Es de sobra conocido que el gran escritor, casi sinónimo de nuestra lengua y de nuestra cultura, luchó en Lepanto como soldado a bordo de la galera “Marquesa”. Él mismo cuenta que estaba enfermo y con fiebre, pero que se incorporó al combate, consiguiendo el mando del reducto del “esquife” o bote de la galera (que se llevaba en cubierta, hacia popa y entre las bancadas de los remeros) resultando herido de dos balazos en el pecho, y con la mano izquierda inutilizada por otro, aunque no necesitaron amputarla, como a veces se cree.

Aquí suele terminar la referencia, con su participación en “la más alta ocasión que vieron los siglos…”, pero lo cierto es que el joven Miguel había participado en la campaña del año anterior de la flota (aún sin el mando de Don Juan de Austria) y recuperado ya y en las filas del tercio de Lope de Figueroa, en la del año siguiente a Lepanto y en la conquista de Túnez por Don Juan. Tal vez cuatro campañas seguidas a bordo de galeras, le acrediten a uno como infante de Marina, cuestión ahora debatida, especialmente porque no sabemos que D. Miguel combatiera nunca por tierra, a no ser en operaciones puramente anfibias.

Desgraciadamente, tanto valor y tantas esperanzas se frustraron cuando, de vuelta a España en la galera “Sol”, ésta, separada del resto por un temporal, fue atacada y apresada por los corsarios berberiscos, cayendo prisioneros D, Miguel y su hermano Rodrigo, que había luchado junto a él en esas últimas campañas. Y las cartas de presentación que Cervantes traía de Don Juan y del duque de Sessa, solo le valieron finalmente para subir el precio del rescate, creyéndole sus captores persona de alcurnia, liberación conseguida al fin tras ímprobos sacrificios de su modesta familia y tras varios frustrados intentos de evasión de Argel.

Toda su vida conservó Cervantes el recuerdo de aquellos días, y de ello está salpicado su obra entera, pero llega a la cima cuando encomia en la primera parte del “Quijote”, en el “Discurso de las Armas y las Letras” el valor necesario para que un soldado pase al abordaje de la nave enemiga, que considera el acto más heroico que se puede realizar en combate. Aunque conocidas, bien merecen esas palabras ser transcritas de nuevo:

Y si éste parece pequeño peligro, veamos si le iguala o hace ventajas el de embestirse dos galeras por las proas en mitad del mar espacioso, las cuales enclavijadas y trabadas, no le queda al soldado más espacio del que concede dos pasos de tabla del espolón, y, con todo esto, viendo que tiene delante de sí tantos ministros de la muerte que le amenazan cuantos cañones de artillería se asestan de la parte contraria, que no distan de su cuerpo una lanza, y viendo que al primer descuido de los pies iría a visitar los profundos senos de Neptuno, y con todo esto, con intrépido corazón, llevado de la honra que le incita, se pone a ser blanco de tanta arcabucería, y procura pasar por tan estrecho paso al bajel contrario. Y lo que es más de admirar: que apenas uno ha caído donde no se podrá levantar hasta el fin del mundo, cuanto otro ocupa su mesmo lugar; y si éste también cae en el mar, que como a enemigo le aguarda, otro y otro le sucede, sin dar tiempo al tiempo de sus muertes: valentía y atrevimiento el mayor que se puede hallar en todos los trances de la guerra.”

 

Lo que es menos recordado es que en la segunda parte del “Quijote”, en el capítulo 63, el caballero y su fiel Sancho embarcan en una galera en Barcelona, donde embroman al escudero, y donde ambos asisten a un combate naval con un corsario berberisco, al que apresan tras dura lucha y algunas muertes por ambos lados, aunque luego, como pasa tantas veces en la inmortal obra, las cosas no son como parecen y la historia deriva en aventura romántica.

Toda una sorpresa para muchos, que creen ambientadas siempre y exclusivamente las andanzas del caballero en llanuras manchegas salpicadas de molinos. (Por cierto que no menos de seis capitulos de la citada segunda parte del “Quijjote” transcurren en Cataluña)

Y el hecho es aún más significativo por cuanto en el capítulo siguiente, y en la misma playa, es cuando Don Quijote es finalmente derrotado por el caballero de “La Blanca Luna”, y debe volver, derrotado, a su pueblo, abandonando sus sueños, en lo que parece una metáfora de la vida misma de Cervantes.

Por último, de sobra es conocido que el gran escritor pidió insistentemente pasar a las Indias, a rehacer una vida deshecha tras su cautiverio en Argel, mientras que su hermano aún participó en la expedición a las Terceras…

Por si hubiera alguna duda de lo que significaron, en la vida del hombre que simboliza nuestra lengua y nuestra cultura, sus largos y denodados servicios en la mar.

 

 

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