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La contribución de Portugal a la 1ª Vuelta al Mundo

Agustín Ramón Rodríguez Gonzálezel

Hace pocos días conocimos por casualidad el proyecto de Portugal de acuñar una moneda de dos euros para conmemorar el V Centenario de la 1ª Vuelta al Mundo, cuya imagen encabeza este artículo. Como se puede comprobar, se omite nuevamente cualquier referencia a España, lo que es más doloroso por cuanto en la Conmemoración española se nos ha insistido en no olvidar la contribución de nuestros vecinos y hermanos.

Por ello creemos obligado recordar por nuestra parte algunos datos y hechos históricos que puedan servir para juzgar sobre la cuestión.

Es bien sabido que Fernando de Magallanes expuso su proyecto de buscar una ruta hacia las islas de las especias (las míticas Molucas) al entonces rey de Portugal, Manuel I “El afortunado”. Pero el monarca, apegado a la ruta portuguesa que, tras contornear África y el cabo de Buena Esperanza, llegaba al Índico y al Extremo Oriente, y considerándola un monopolio vedado a cualquiera que no fuera su súbdito, se negó en redondo a ello.

Ante la negativa, Magallanes acudió a Carlos I, llegando a un acuerdo en las “Capitulaciones de Valladolid” en 1518 en las que se estipulaba que no entraran en los dominios de “mi muy caro y muy amado tío y hermano ni en perjuicio suyo, salvo en los límites de nuestra demarcación” (la fijada por el Tratado de Tordesillas).

Además le hizo Caballero de la Orden de Santiago, en total contraste con Manuel I, que se había negado a otorgarle incluso una recompensa más modesta.

Pese a ello, las reclamaciones diplomáticas de la corte de Lisboa fueron constantes y duras, exigiendo se abandonara el proyecto, e incluso hay más que indicios de que se recurrió al espionaje y a toda clase de medios, incluso los más drásticos, para impedir la expedición, hasta las amenazas a Magallanes de asesinarlo si persistía en su empeño. Pero y pese a todo, la expedición siguió adelante.

Éxito parcial de Magallanes y muerte

También es sabido que Magallanes se dirigió al Río de la Plata, descubierto por Solís hacía pocos años, creyendo que allí se encontraba el ansiado paso al “Mar del Sur” que había descubierto Vasco Núñez de Balboa, paso que los navegantes españoles buscaban ansiosamente por esos años.

Al verse defraudado, Magallanes se dirigió al sur, encontrándolo finalmente, pero a costa de perder una de sus naos y de la deserción de otra, que volvió a España, dadas las penalidades que tuvieron que sufrir por el mal tiempo, el frío y la escasez de alimentos. Ello sin contar con un motín entre las dotaciones, provocado además de por lo anterior, por el excesivo autoritarismo de Magallanes y a su renuencia en informar a los demás mandos de la expedición, pese a lo acordado con Carlos I.

Ya en el Pacífico (nuevo nombre que le dio Magallanes) la travesía fue muy larga pero sin incidentes notables, salvo por los estragos que causó el escorbuto. Pero por una razón u otra, derivó demasiado al norte de su objetivo, hasta la isla de Guam. Y desde allí, en vez de hacer rumbo al sur, como era de esperar, se dirigió hacia el oeste, llegando a las Filipinas, donde murió en combate con los indígenas en la isla de Mactán, cerca de Cebú. Así Magallanes halló el estrecho que lleva su nombre y cruzó el Pacífico por vez primera, pero ni siquiera llegó a su objetivo declarado: las Molucas.

La expedición quedó así sin jefe y sin una orientación válida para llegar a las codiciadas islas, problema que se subsanó recurriendo a pilotos indígenas.

Tras deshacerse de la nao “Concepción”, muy averiada y para repartir sus tripulantes entre las otras dos supervivientes, faltas de brazos por las bajas, sus jefes, Elcano y Espinosa, decidieron volver a España por rutas distintas: Espinosa cruzando de nuevo el Pacífico hasta América Central, y Elcano por la ruta portuguesa, aún conociendo las tajantes órdenes de Manuel I de capturar, incluso por la fuerza, a cualquier buque de la expedición que surcase esas aguas.

La tragedia de la “Trinidad”

La “Trinidad” de Espinosa demoró su salida varios meses por avería, haciéndose a la mar el 6 de abril de 1522, dejando cuatro hombres en la isla de Tidor como encargados de la nueva factoría y embarcándose unos cincuenta, entre ellos el portugués que les había avisado del peligro de las represalias de su rey por invadir aguas e islas que se reservaba en exclusiva.

Encontrándose vientos contrarios del este, enderezaron el rumbo hacia el norte, buscándolos favorables, remontando hasta los 42º, donde una violenta tempestad desaparejó el barco por completo y obligó a los tripulantes a demoler sus dos castillos de proa y popa para evitar volcar, lo que les privaba de resguardo, estando las bodegas repletas de mercancías, pues embarcaron nada menos que 920 quintales de clavo y otras especias. Las enfermedades y el hambre les habían costado ya la muerte de 30 hombres. A Espinosa no le quedó sino retroceder, tocando en una de las Marianas, casi desierta y con pocas provisiones, lo que le determinó regresar a las Molucas, donde llegó a fines de septiembre, agotados y en muy malas condiciones. Tal era la situación, que tres de los hombres desertaron y se quedaron en la isla de las Marianas, prefiriendo esa dura y aislada existencia entre gente tan distinta a ellos a la desesperada opción de volver al mar.

A todo esto, y decididos a tomar severas medidas, los portugueses se habían fortificado en la isla de Ternate, lo que sabido por Espinosa, les hizo llegar ingenuamente un mensaje en petición de ayuda. Pero el jefe portugués, Antonio Brito, mandó una expedición a la isla de Doy, donde se hallaban los depauperados navegantes, y los apresó a todos, sin resistencia alguna, tal era su estado. Con ellos iba Lorosa, el portugués que les había avisado del peligro que corrían, que fue juzgado como traidor y decapitado.

Del resto solo consiguieron volver a España cinco de los supervivientes, de mazmorra en mazmorra y sufriendo toda clase de molestias, entre ellas el ser despojados de todo salvo de la ropa que llevaban puesta. El primero en regresar fue el marinero Juan Rodríguez, que lo hizo en 1525, tres años después. El resto con el mismo Espinosa, el piloto Leone Pancaldo, el marinero Ginés de Mafra, y el artillero Hans Vargue, de origen noruego, solo regresaron en julio de 1526, y aún tuvieron que soportar nueva cárcel en Lisboa hasta que las gestiones diplomáticas de Carlos I lograron su liberación siete meses después.

En cuanto a la nao “Trinidad”, estaba en tal estado, con el casco abierto, que los portugueses la desguazaron por completo, aprovechando sus maderos para la fortaleza portuguesa y lo que quedaba de sus pertrechos y armas. Y, por supuesto, requisaron igualmente todos los instrumentos náuticos, mapas, derroteros y documentos. Buscando siempre el secreto, todo aquello quedó bien custodiado en sus archivos.

Elcano y la “Victoria”

Así, el navegante de Guetaria tomó la opción de navegar sin escalas desde la latitud de Australia hasta España, nada menos, sabiendo que si tomara un puerto portugués sería el fin de todo, e incluso si se topaba con un buque armado. De él fue pues la decisión de dar la vuelta al mundo y arrostrar los peligros que conllevaba, incluyendo el sacrificio de su ya muy probada dotación tras una navegación de más de dos años.

Los marineros suplicaron una escala en Mozambique, a lo que su jefe se negó, pero ya cerca del final, la presión aumentó ante la falta de alimentos, el escorbuto y el agotamiento de los marineros ante la obligada tarea continua de accionar las bombas de achique en la ya gastada nao. Por fin Elcano cedió y permitió una escala en la colonia portuguesa de Cabo Verde para adquirir alimentos. Como elemental precaución instó a todo el mundo a una total discreción, haciéndose pasar por un buque que volvía de América, separado de una agrupación de tres, por haber desaparejado del trinquete.

Con estas instrucciones envió a tierra al contador Martín Méndez en una chalupa con un puñado de hombres, y tal hicieron su papel que los portugueses les creyeron y al poco volvió la chalupa con una carga de arroz.

A todo esto, y tras varios días de estancia, se levantó una borrasca, y Elcano, juzgando expuesto el fondeadero donde anclaba la “Victoria”, mandó hacerse a la mar, temiendo que su buque se estrellara contra la costa, y es cierto que a ello debieron su salvación, pero por una causa inesperada.

La chalupa de la nao había vuelto a tierra, en su constante labor de reaprovisionar la nao, pero un marinero se delató a sí y a los suyos, y cuando volvían a la “Victoria” fueron apresados por una lancha portuguesa con una fuerte tripulación armada, conducidos a tierra y encerrados en prisión.

Poco después salían del puerto cuatro de las cinco naos portuguesas allí fondeadas, para dar caza a la “Victoria”, pero ésta, ya en el mar, pudo escapar de su persecución, dejando atrás a los trece compañeros. Y solo tras largas negociaciones diplomáticas pudieron ser devueltos a Europa, liberados y repatriados, eran los siguientes:

Martín Méndez, escribano, Pedro de Tolosa, despensero, Richard de Normandía, carpintero, Roldán de Argote y Pedro de Tenerife, artilleros, Juan Martín y Simón de Burgos, sobresalientes, Felipe de Rodas, Gómez Hernández, Socacio Alonso y Pedro de Chindurza, marineros, Vasquito Gallego, grumete y el indígena conocido por Manuel.

Así, la hazaña de los 18 supervivientes de la “Victoria” al dar la 1ª Vuelta al Mundo, se vio completada años después por estos otros 18, los 5 de la “Trinidad” y los 13 de la “Victoria”, aunque la culminaran como prisioneros del rey de Portugal.

Pero dejamos al lector que juzgue por sí mismo el papel de Portugal en la gran gesta marinera que se inició hace ahora 500 años, la mayor que ha conocido la humanidad, que cambió el mundo y nuestra visión de él.

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