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Dos cañones históricos en la chatarrería

Verónica Walker Vadilloel

Vietnam. Hace unas semanas, VietNamNet Bridge informaba que el pasado 25 de marzo las autoridades de la ciudad de Phan Rang en la provincia central de Ninh Thuan (Vietnam) incautaron dos cañones antiguos en una chaterrería. Los cañones pesan cerca de 700 kilos cada uno, tienen un diámetro de 28 a 37cm y miden 2.5m de largo. El dueño de la chatarrería, Pham Dang Hoa, ha dicho a las autoridades que compró los cañones por su valor como chatarra sin percatarse de que tienen un importante valor histórico.

Al parecer, un hombre del pueblo se los ofreció por unos US$700, el precio del metal. Se cree que los cañones fueron extraídos de algún pecio en las aguas de Ninh Thuan, pero aún no saben el lugar exacto, ni cómo izaron los cañones del fondo del mar, ni el origen del pecio. Le Thi Tuyet Anh, directora del museo regional de Ninh Thuan dijo que los cañones tienen números, pero que son difíciles de interpretar debido a la corrosión. Los cañones han sido llevados al museo, donde serán estudiados y conservados.

Vietnam es un país con una costa de más de 3.000 Km de longitud y con una gran diversidad cultural en lo que respecta a tradiciones náuticas. Su localización estratégica en el mar de la China Meridional fue crucial en el gran desarrollo cultural y comercial de la región ya desde la prehistoria. Teniendo en cuenta los intensos contactos marítimos que ha tenido el país, es de esperar que su patrimonio sumergido sea muy rico tanto en pecios locales como extranjeros. De hecho, algunas narraciones históricas apuntan a que debe haber algún pecio español en sus aguas. En 1596, el gobernador de Filipinas envió una expedición a Camboya para auxiliar al rey Paramarâjâ IV del inminente ataque del reino vecino de Siam (Tailandia). La expedición, comandada por Juan Juárez de Gallinato, contaba con una fragata y dos juncos (embarcación local del sudeste asiático). Sin embargo, una tempestad en el camino separó los navíos. El junco más pequeño, capitaneado por el portugués Diogo Veloso, sufrió daños severos y parece que terminó por hundirse en la entrada del delta del río Mekong (hoy parte de Vietnam).

Un junco de construcción local, capitaneado por un portugués, participando en una expedición española a Camboya, hundido en aguas vietnamitas. Es solo un ejemplo de cómo el patrimonio sumergido es en realidad patrimonio de la humanidad: una razón más para defender la protección de dicho patrimonio no sólo en aguas españolas, sino también fuera de nuestra geografía. Vietnam, que a fecha de hoy no ha firmado la Convención de la UNESCO de 2001 para la Protección del Patrimonio Sumergido, esta teniendo dificultades para implementar proyectos de arqueología subacuática. En octubre de 2012 las autoridades sufrieron el ataque de pescadores locales cuando intentaron prospectar un pecio del siglo XVI en la comuna de Binh Chau. Según los pescadores, “las antigüedades del pueblo pesquero deben ser entregadas al pueblo. El estado no puede llevárselas. Son la fortuna de los pescadores“. Esta interpretación de los artefactos arqueológicos como mercancía es fruto de ejemplos pasados, cuando compañías privadas han extraído material de pecios históricos y el material se ha vendido en el extranjero, sin que los beneficios hayan llegado a la comunidad local. Las actuaciones de estas empresas y de traficantes ilegales de antigüedades explotan la necesidad, la pobreza y el vacío legal de países en desarrollo para capitalizar sus beneficios.

En otras ocasiones, el daño se produce por culpa de la demanda de antigüedades en el mercado global, que ha generado la aparición de traficantes de antigüedades ilegales dispuestos a saquear el patrimonio cultural a gusto del consumidor. Como ya documentó en su momento la ONG Heritage Watch en Camboya, la necesidad lleva muchas veces al saqueo de sitios arqueológicos (ya sea en tierra o en el mar). El material luego suele ser vendido a un intermediario por un precio ínfimo, quien a su vez hace llegar el producto a traficantes de antigüedades ilegales, y así hasta que piezas arqueológicas llegan a las salas de algún coleccionista privado. Esta situación suele ser de proporciones trágicas en países en conflictos, como es el caso de la guerra civil de Camboya, o de la guerra de Irak. De los escasos dólares que pudo cobrar el saqueador local, a los miles (o cientos de miles) de dólares que paga el coleccionista, el tráfico ilícito de antigüedades deja un reguero de destrucción por su camino que ni si quiera ha servido para sacar de la pobreza a la familia del saqueador. Una pieza extraída, como bien decía Xavier Nieto en este blog, si no tiene contexto arqueológico no nos sirve de mucho en el estudio del pasado. Pero también hay que pensar en cómo la pérdida del patrimonio cultural puede afectar a la economía de una región. El turismo cultural es una herramienta muy útil para el desarrollo económico, pero para atraer a ese tipo de turistas es necesaria la puesta en valor del patrimonio, por lo que el daño de su desaparición tiene más ramificaciones de las que aparenta.

Afortunadamente, Vietnam está dando los primeros pasos para cambiar la visión mercantil del patrimonio sumergido. Aunque de momento no parece que vayan a firmar la Convención de 2001, el gobierno de Vietnam ya ha pasado un decreto que, si bien se centra en sugerencias prácticas sobre cómo excavar un pecio y da prioridad a la recuperación del material, al menos ya sirve de referencia legal en el país. Desde el 2009 se ha puesto en marcha un projecto internacional, el Grupo del Campo de Batalla de Bach Dang, que tiene como objetivo formar a studiantes y trabajadores del gobierno local siguiendo los programas de la Nautical Archaeology Society (NAS) del Reino Unido. También se están realizando grandes esfuerzos para concienciar a la gente de la necesidad de proteger el patrimonio sumergido. El proyecto cuenta con la colaboración del Instituto de Arqueología deVietnam, la NauticalArchaeologySociety (Reino Unido), la Universidad deMonash (Australia), y la Universidad deMurdoch (Australia).

Ya sea en Vietnam o en España, el patrimonio sumergido tiene dos frentes abiertos a los que debe dedicar sus máximos esfuerzos: la formación de personal y la concienciación social sobre la importancia de proteger el gran patrimonio cultural que tenemos bajo el agua. Pero lo más importante es precisamente convencer a la gente de que aquí y en Vietnam, el patrimonio sumergido es de todos y merece ser protegido. Quizás así evitaremos que en el futuro, unos cañones históricos vuelvan a acabar en una chatarrería.

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