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Dalmau-Ferrer. Marinas en la historia

Javier Noriegael

«Es nuestro mejor pintor de batallas desde el siglo XIX. Nadie había pintado con tanto talento y tanta hermosa eficacia la historia de España».

Arturo Pérez-Reverte.

“Su camino independiente y solitario, tanto por su temática como por su praxis y su modus operandi, se caracteriza por ser una labor sin complejos ni subterfugios: pinta la Historia de España. Posee la grandeza épica de los antiguos pintores de batallas, pero también la hondura de aquellos románticos del siglo XIX de la gran pintura de historia que nos dejaron aquellos cuadros que siguen en nuestras retinas, como posiblemente lo estarán para las futuras generaciones los cuadros de Ferrer-Dalmau”.

María Fidalgo Casares.

«Me he tirado muchas horas sufriendo con estos cuadros. Son los que más me cuestan, porque te hacen jugar con retos técnicos tan complejos como las mareas y los vientos».

Ferrer-Dalmau

No podía ser de otro modo. Para un talento tan singular y brillante, una pintura tan minuciosa, espectacular y detallista como la de Augusto, pintar marinas, pintar cuadros de batallas en la mar, es todo un reto. Una marina de calidad siempre ha sido y será un reto para cualquier pintor. La mar, siempre te pone un punto de dificultad, para los óleos, como para sus barcos y marinos, es toda una aventura. Recrear fielmente ese pasado de olas, cubiertas, arquitecturas navales de la época, vientos, espejos de popa ,velámenes, ceñidas y enfiladas…Como ocurre con la arqueología de un pecio sumergido, que es la huella de esas naves históricas, nos encontramos con un microcosmos de objetos, imágenes, historias, realidades. Estamos ante las marinas históricas, un episodio de nuestro arte que gracias al genio del pintor barcelones y a la maestría del académico, escritor y navegante Pérez Reverte, están consiguiendo, afortunadamente, volver atractiva la mar y sus relatos, disponiendo en el imaginario colectivo de una sociedad urbana, ese mar y estas historias a la que dimos la espalda durante demasiado tiempo. La puesta en valor de esta “mirada al mar” ya nos permite ver a chavales comentado episodios históricos, como el de Blas de Lezo de Cartagena de Indias en el metro o escolares apiñados, sentados en el suelo de la sala de Trafalgar del Museo Naval de Madrid, atendiendo sorprendidos e interesados por la infame “virada hacia el noroeste” en el momento de encontrarse cara a cara con la flota de Nelson. Y todo por esta nueva mirada, que es pincelada, y que es tecleada con un ritmo y un son actual. Directos. Sin complejos, sino al contrario, con pasión y vocación. Gracias a este tandem “histórico” entre escritor y pintor. Una y otra, la visión de Arturo o la idea de Dalmau, se complementan como en Baudelaire o en Strawinsky, inspiración y esfuerzo como caras del arte. Entre experiencia y “pathé” la pintura y las historias, narran, impresionan, emocionan y evocan. Jesus Calero, pionero en descubrir y tratar los cuadros de Dalmau, también  a la hora de narrar lo marítimo, toca también esos mismos acordes y con ese mismo son. Tres ensambles derivados de “los mejores episodios que podemos recordar y contar”. Tres opciones, quizás voz, piano y contrabajo. Su repertorio, la mar y de la historia. Dos grandes clásicos, que en la época que vivimos han sido relegadas al olvido. Su redescubrimiento, toda una ventana abierta al futuro gracias a nuestro pasado. Lo que importa es contar la historia

“Cuando no estemos aquí, los libros te estudiarán”. Lo tenía claro y así se lo solté nada mas verle. Fue en la biblioteca Nacional, precisamente por estas fechas, hace un año, en un Madrid frío que nos acogía después de la vuelta de un viaje de un país con 20 grados más de temperatura. Augusto hacia no mucho había estado pintando los bocetos en Afganistán. Cuadros repletoss de realismo y viveza que reflejan con maestría la cotidianeidad de nuestros soldados en aquel lejano escenario bélico. “Contar historias con pinceladas de actualidad”, me confirma al otro lado del teléfono hoy mismo, con la viveza que caracteriza a Dalmau. El concepto del que hemos hablado en diferentes ocasiones. Narrar. Narrar y narrar.

 

El renacentista Alberti, en su obra De pictura, señalaba que «la relevancia de un cuadro no se mide por su tamaño, sino por lo que cuenta, por su historia». Ya han sido varias las conversaciones, la oportunidad de charlar con Augusto en persona tranquilamente, ante un café y con amigos, para desmenuzar esas claves que revisten sus pinturas.

Navegar contra corriente. “Tres hombres en un paisaje hostil”

En estos últimos 30 años, en lo referente a la expresión artística hemos asistido a un apasionante proceso de redefinición por parte de uno de los más plurales, ricos y contemporáneos lenguajes artísticos. En un mundo cambiante, las artes por supuesto también se transforman. El vídeo, el dibujo, las instalaciones o la foto, todo ello posiblemente de un lado ha contribuido a hacerla más híbrida, globalizada, a ampliar y completar su discurso, a expandirse. Sin embargo uno de los estilos pictóricos por excelencia, el de la historia, estaba prácticamente en el olvido. En ocasiones, incluso repudiado. Corriendo apresuradamente por las vanguardias, se han, nos hemos olvidado de los clásicos. Incluso las marinas históricas, hasta bien entrado en el siglo XIX, a pesar de ser un país cuyas hazañas y descubrimientos de ultramar, para ir empezando el propio descubrimiento de América , no teníamos una tradición en marinas pictóricas. Una mirada a la mar  artística que ya los venecianos con Vittore Carpaccio tenían en el siglo XV o el imperio flamenco del paisaje y la marina de Hendrik Cornelisz y Vroom, nos hacía maravillar en el el XVII y el XVIII. Una tradición de barcos y mares que facilitaría el testigo a los pintores románticos, especialmente los ingleses y alemanes. Antoine Roux cultivaban el retrato minucioso de los más bellos navíos, de la mano de grandes artistas como Theodore Gericault o el eterno Turner. Todos ellos sintieron de alguna manera el canto de las sirenas, aquel que volvió furibundo a Ulises y recogieron la antorcha del mar como espacio bélico, de confrontación, de idas y venidas, de tantas y tanas cosas…

 

Una nueva mirada contemporánea y actualizada

Quizás era el momento de navegar contracorriente. En 1667, André Félibien ,-historiógrafo, arquitecto y teórico del clasicismo francés, jerarquizó los géneros pictóricos, reservando el primer lugar a la pintura de historia, a la que considera el grand genre. Como pasan los tiempos. Se otorga ese concepto de “gran género” a la pintura narrativa, que en esencia lo que hace es contar una historia. Una historia que da importancia al cuidado en los accesorios, en los detalles de las vestimentas o los objetos relacionados con el tema a tratar. Fue precisamente hace muy poco, en la casa del Lector, a la hora del café y ante un más que concurrido auditorio, donde Augusto y Jesús Calero se sentaban para hacer algo que hacemos demasiado poco. Desde la perspectiva, al contenido. De los porqués a los detalles. Se sentaban a “charlar”, con una idea que Calero viene tallando desde hace algún tiempo; “La de contar sin tapujos, nuestra mejor historia”. Aquella que hizo descubrir el nuevo mundo. Revolucionar las ciencias, la cartografía, incluso las artes, ante los acontecimientos que España lideró en época moderna. Si, en ese “siglo de oro” y sus ramalazos, que nos lo han hecho aburrido por lo general en la docencia sin serlo, y que estas mentes brillantes, quizás por justicia poética, también por diversión o por contar la verdad, o incluso como desafío, están consiguiendo acercar a la sociedad actual. Pueden ser una o alguna de estas, o incluso una mezcla de cuestiones. El señor Reverte lo explica meridianamente en una de sus declaraciones. Merece la pena poner el fin de la cita con él, especialmente  por su significado; «La memoria no es patriótica ni es ideológica: es explicativa. Conocer lo que fuimos ayuda a saber lo que somos, “hablemos de lecciones morales, con dimensiones mucho más ricas para nosotros hoy. Es útil para todos».

Conversando con Jesus Calero, en estas sesiones de historia y pedagogia, también lo describe de una manera muy sencilla; “Lo que ha logrado Dalmau, es una mirada cotemporánea a nuestra historia. España tiene problemas para asumir su historia y a menudo andamos arrojándonos una u otra visión, ideológica y prejuiciosa, olvidando lo más importante, lo que Ferrer Dalmau hace aparecer en sus pinturas: los hechos y la escala humana de quienes los realizaron. Los españoles no han podido disfrutar durante las últimas décadas, en las que se ha desarrollado una España democrática, de los elementos para esa reconciliación con la historia propia, que está llena de logros y de hechos memorables, no solo de episodios oscuros y críticos. Los cuadros de Dalmau abren ventanas para adentrarnos en ese diálogo con nuestro pasado, por primera vez en mucho tiempo, desde una perspectiva desacomplejada”.

Mis marinas de Cadaqués

 

Si alguna vez se te ha ocurrido pintar el mar, habrás visto la complejidad que ostenta. Se trata de un tema realmente inmenso y variado. Cada una de sus posibilidades se relaciona más o menos con una expresión, como fondo, horizonte o incluso protagonista de sus composiciones. Ya sabemos en el caso de Ferrer-Dalmau, que siempre empieza a pintar el cielo, luego la tierra o el mar, para dar luego iluminación y profundidad a sus personajes o a sus barcos en el caso de las marinas.  Desde los cobaltos y un mar de misteriosas claves, como la Laguna Estigia de Patinir, a las más clásicas de Constable y sus bahías,  pasando por hasta las visiones grandiosas, como la ola de Alzavoski, contemporáneas de Arnold Böklin,  sin olvidar al incomparable Turner. En todo este universo azul, también tenemos ahora a Dalmau Ferrer. Cómo también tuvimos y nos lo recordaba precisamente esta mañana el museo naval de Madrid, a un Rafael Monleón, detallista y exhaustivo donde ya pintaba marinas con luz y profundidad…

El puerto de Barcelona

La nostalgia del puerto de Barcelona es un viejo conocido de Dalmau, como lo era la preciosa costa catalana. Lo ha pintado en diferentes ocasiones y su urbanismo, el cual conoce tan bien, lo borda. Y es curioso y atractivo observar esos caballos y esos jinetes, elementos muy habituales en su obra, que se suman a la orquesta portuaria, elemento marino por excelencia. Y así de la actualidad, de un puerto que sigue otorgándole identidad a la actual ciudad cosmopolita de Barcelona, podemos retroceder en el tiempo, gracias a su pincel, para adentrarnos en una sociedad liberal, la catalana, en donde la burguesía fleta naves, van y vienen por las rutas azules del mundo. En sus muelles el regreso de indianos enriquecidos en América y el impulso de la revolución industrial ilustran el desarrollo del puerto catalán. Un telégrafo naciente o la apertura del Canal de Suez en 1869 comportaron ciertos cambios del Mediterráneo que adornarán los diques y dársenas de su puerto: escala para las naves procedentes del Extremo Oriente y escala como puerta del Mediterráneo . Y ahí esta el puerto de Barcelona pintado, como siempre, con sus arquitecturas efímeras, que nos narran una historia.

Caza al amanecer y Presa frente a Gibraltar
Y siguiendo con las marinas. De los puertos a alta mar. Cualquier escena naval, aunque sea sencilla, en comparación con las grandes gestas de las batallas, narra una realidad. Un detalle de la época. Cuántas veces hemos encontrado en archivos históricos, legajos que nos hablan sobre la actividad del corso marítimo o del combate y la presa de un bergantín en tal o cual aguas. Cuantas veces en esta nación, muchos de esos datos históricos se condensa perfectamente en esta escena pintada por Dalmau. Un siglo XVII y XVII repleto de pequeñas escaramuzas, de combates y de rendiciones de naves. De un lado para poder contrarrestar a las marinas corsarias de la costa Bereber. De otro, para enfrentarse allí donde fuese a la pujanza de la marina británica, como nos relata la obra “presa frente a Gibraltar”. La costa catalana, Balear, Canarias y Galicia, famosa por sus corsarios de la “Costa da Morte” gallega, ilustra perfectamente una época en la que la mar era un constante damero de confrontación naval. Reverte, conocedor de la materia ilustra al pintor como enfrentarse a esta escena cotidiana de nuestro pasado naval. Es una constante en la conversación con Dalmau. “Me involucro en estas marinas históricas gracias a Arturo. El conoce perfectamente estos episodios históricos y con el afrontamos cada una de las escenas a la hora de pintar”... Y ya que el pintor las ilustra, para leer la descripción de las mismas, posiblemente no exista mejor manera que describirla cómo realiza el escritor que inspiró la obra a Dalmau.

Y de las rías de Pontevedra, nos trasladamos a las postrimerías de la roca de Gibraltar. En sus aguas, otra de las trepidantes escenas que jalonaban la costa en su momento. Piratas, corsarios y presas…Miles de historias a contar allá donde existía mar y aventuras.


Detalles y más detalles. Desde el milagro de Empel al intento de la toma de Cartagena y… Blas de Lezo
Francisco Arias de Bobadilla, se las vio y deseó en las tierras de Flandes, donde el Imperio disponía una pica. También Dalmau ha pintado sobre esto, además posiblemente una de sus obras más señeras y conocidas junto al famoso de los Tercios. De acuerdo con las crónicas, el 7 de diciembre de 1585, el tal Bobadilla se enfrentaba a un dilema de lo buenos. Junto a sus 5000 hombres de armas, se encontró combatiendo entre los ríos Mosa y Waal, en la famosa isla de Bommel, contra las naves del almirante Hohenlole que les rodeaba. La situación, desesperada para los Tercios,  además del estrechamiento del cerco por los miles, había que sumarle la escasez de víveres y ropas secas. Ante la petición de rendición, la contestación fue clara «Los infantes españoles prefieren la muerte a la deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos». Épico. Histórico y literario. ¿Porque no igualmente pictórico?. Pues bien, del episodio incluso se ven emerger los palos mayores de las naves del cerco. Todo un detalle que fue objeto de debate entre el pintor y el redactor jefe de cultura de ABC. “Hasta ahí llegan los detalles de las pinturas de Dalmau. Los palos de barcos holandeses, en la esquina superior derecha, detallan, hacen vislumbrar la existencia de esas naves que amenazaban a los tercios Españoles”. Cuestión de detalles.

Como es cuestión de detalles iluminar la escena en la que Blas de Lezo, victorioso y mostrando sus cicatrices de guerra y de vida, -no podía ser de otro modo-, en retrato ecuestre junto a la playa, a las afueras del fortín de San Felipe de Barajas, en la que se celebró una de las batallas más épicas de la historia de España. Una playa repleta de mutilados y casacas rojas, nada más y nada menos que los soldados de infantería al mando del general Thomas Wentworth, que se estrellaron contra el talento y la inteligencia del guipuzcúano en aquella playa de ultramar en columna de a tres. Buena parte de los granaderos británicos que ya daban por sentada la victoria, quedaron para siempre, y en la derrota, en aquella explanada hispana de cuyo nombre no quieren ni acordarse Junto a las lanchas de desembarco, el detalle del casaca roja abatido nos habla del momento de la acción, de la contienda, ocurrida el 20 de Abril. Tras este episodio, Vernon no tuvo más remedio que retirarse a los barcos que Dalmau dibuja en el horizonte. El alto mando británico ordena la retirada y las últimas naves partieron el 20 de mayo. Tuvieron que incendiar cinco de ellas por falta de tripulación. Una de las derrotas más sonadas del Imperio Británico ya tiene cuadro. Hasta hace poco, esta batalla quedaba en el silencio. Prácticamente en el el olvido.  La mirada de Blas de Lezo perdida en el horizonte deja las cosas en su sitio. La venganza serena del retado en la actualidad.

 

Y de Cartagena de Indias a Gibraltar de nuevo. Con el mar como único testigo, en esta ocasión con un cuadro de una factura muy similar al de Blas de Lezo ecuestre. Es de señalar en ambos cuadros, el tono, en relación a la vestimenta, y a la documentación histórica de los mismos. Una constante en su obra, como nos recuerda la doctora María Fidalgo, que otorga a sus óleos no solo una recreación histórica fidedigna, sino la posibilidad de disfrutar de los mismos en la actualidad. La recreación exacta de la casaca de Blas de Lezo es un ejemplo. En la reciente y exitosa exposición de Blas de Lezo en el Museo naval de Madrid, en una de sus vitrinas descansaba la casaca del general. Observarla y compararla con el cuadro de Dalmau es prácticamente hacer un juego de comparaciones. Juzguen por ustedes mismos. De igual modo habría que señalar el resultado plástico de la escultura de Blas de Lezo de su amigo Salvador Amaya, que descansa a día de hoy en la plaza Colón de Madrid. Como el Bernardo de Galvez que esculpió Amaya, que tampoco podemos olvidar y que contó con el asesoramiento pictórico de Dalmau.

 

El “manco de Lepanto” 

En el cuarto centenario de Miguel de Cervantes Saavedra, sin duda, una de las figuras más conocidas y de mayor fama de las letras de nuestro Siglo de Oro, también es objeto de conmemoración y de recuerdo por parte de Dalmau  Y como no, se trata de otro episodio naval histórico señero en nuestra historia. De nuevo la mar y sus naves. Fue en el golfo de Corinto, y con el soldado, Cervantes.  “Ha sido un cuadro que me ha gustado mucho pintar y evocar, recuerda Dalmau”. El pintor tuvo que reconstruir, como en tantas otras ocasiones la escena atendiendo a su rigor histórico. Fue con ayuda de David Nievas y aquí realiza el escritor un justo y reconocido alto. Una obligatoria parada para reconocer el valor de asesoramiento de los historiadores y en este caso del riguroso Nievas en su obra. Si Reverte le otorga el impulso y la confianza de trabajar sus marinas históricas, Nievas certifica en esta ocasión un importante esfuerzo en muchas de sus obras y cuyo resultado aprecia tanto el observador: “ Cervantes se nos presenta casi sin armadura, con el jubón abierto debido a que venía directo de la enfermería, la tez lívida debido a las calenturas. Es posible que el papel de Cervantes en el esquife fuera el de ayudar a los arcabuceros a recargar, o que estuviera tirando de allí “piñas de fuego” retrata Nievas en el ejercicio de ilustrar el hecho histórico del personaje. Y  luego llega Dalmau, moja el pincel en pintura para así retratar a Cervantes en su justo homenaje. En acción. Y sobre la mar de Lepanto.

 

El último combate del Glorioso

La bandera de la Royal Navy con escuadrón rojo languidece, derrotada, en las astilladas y cristalinas aguas de la batalla, en la esquina izquierda del cuadro, junto al espejo de popa de una fragata. Me recuerda irremediablemente a la bandera, que en similar porte naufragaba en el cuadro de Turner, y que hizo que el cuadro del pintor Londinense acabase en el olvido, ya que Jorge V “no gustaba” que aquella bandera inglesa estuviese justamente como la pintó Dalmau, entre maderas y hundida en el mar. En esta ocasión, tendrían que pasar varios siglos, para que otro rey, Felipe VI , en el Museo Naval de Madrid formase parte de la inauguración, en la que el pintor Augusto Ferrer Dalmau, hacia entrega del mismo al Museo del mismo. A este propósito, no podemos olvidar que posiblemente una de sus más afamadas marinas, se realizó gracias a la donación de la activa Asociación de amigos del Museo Naval de Madrid.  Una impresionante marina, con la que concluiremos este breve repaso, que quizás sea el culmen de su guiño a la mar y sus historias. Pintada en un gran formato de 170 por 190 centímetros, nos narra, uno de los episodios más épicos de la historia de nuestra Armada.

 

Fue el cuadro más debatido y comentado en la conversación con el periodista de ABC, Jesús Calero en las jornadas de la casa del lector.  En esta ocasión el  combate del Glorioso.  El palo de mesana, acaba de ser derribado por una andanada del buque Español y por cientos de lugares se muestra el daño de la batalla sobre el maltrecho buque. “Ese es mi momento del cuadro relata Dalmau”. “El Glorioso, desarbolado y moribundo, plantando cara a la jauría de navíos ingleses”. Altivo y solo ante doce barcos enemigos, hundiendo a dos y disponiendo en fuga a otros tantos antes de ser capturado. Y si la historia que narra el cuadro vislumbra, parece que más aún cautivo el cómo se hizo, su particular “making off”. La forma de crear de la nada este episodio y transformarlo en óleo.

Del «juego» con la maqueta, Ferrer-Damau sacaba brilantes conclusiones pictóricas, que le sirvieron de guía para pintar el cuadro. No hay mejor pedagogía posible respecto al asunto que recrear, para hacer realidad ese movimiento tan característico de Dalmau en sus pinturas

Los cuadros de la mar a debate con el cronista de la mar. Los cuadros de una técnica brillante, capaces de representar el ambiente, la grandeza y las dificultades de aquellos españoles cuyos hechos nos hicieron como somos. En las jornadas de la Casa del Lector,  se podrá recorrer sus obras de tema marino e histórico, para así asistir y observar que esa técnica es el resultado y la explicación al mismo tiempo de un trabajo de gran calidad, serio y respetuoso con la historia, en el que se busca la perfección de la escena, para que represente exactamente cómo pudo ser. Con estas imágenes de la historia, todos podemos viajar hacia el pasado, pensar en el pasado y regresar con muchas horas de aprendizaje sobre quiénes somos y cómo podemos explicar nuestras propias contradicciones. Una de las mejores lecciones que siempre generosamente nos ofrecen estos hombres de letras y del que tanto pueden aportar a reflexionar en una sociedad, la hispana, desvertebrada, manipulada y desmemoriada. Una pincelada de verdad. Contra el olvido y por la historia.

 

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