Antonio Barceló es uno de los marinos españoles más populares del siglo XVIII. De humilde extracción, pues era hijo de un patrón mercante y con escasos estudios, llegó por sus propios méritos en continuos combates contra los corsarios berberiscos que asolaban nuestro litoral levantino, a entrar en la Armada, cuando para ello se exigía entonces sangre noble y estudios, y llegar en ella al grado de teniente general, que bien pudo haber sido aún más alto, de no ser por la incomprensión y las envidas que tuvo que afrontar.
Sin olvidar la sordera que padecía, y que se le reprochó constantemente, los mismos que hubieran reprochado a don Blas de Lezo el ser cojo, manco y tuerto.
Este trabajo pretende detallar y concretar su carrera, cuestiones poco comunes en otros escritos sobre su figura, desde sus continuas victorias al mando de jabeques, en su constante patrullar por el Mediterráneo, incluso herido gravemente, a sus bombardeos de Argel, que pusieron fin a una amenaza de siglos sobre el Levante español y Baleares, o a su participación en el último asedio de Gibraltar, en el que sus propuestas e ideas fueron desatendidas con los efectos esperables, mientras que inmerecidamente se le hacía responsable de fallos de otros. Bien se repetía entonces la conocida copla:
Si el rey de España tuviera
cuatro como Barceló,
Gibraltar sería de España,
que de los ingleses no.
Pero la figura de Barceló destaca no solo por estas realizaciones, sino por otras menos recordadas, como su labor de liderazgo y patrocinio de jóvenes oficiales como Federico Gravina, Antonio Escaño y Santiago Liniers, de entre los mejores marinos de entonces, que se formaron y ascendieron a sus órdenes. Así como su continua lucha ante el rey y ante la corte para que ascensos y recompensas se concedieran por méritos en campaña, como mejor incentivo, y no como consecuencia de la antigüedad en el puesto, influencias políticas ni del origen familiar, lo que le costó muchas incompresiones y disgustos por lo revolucionario de sus propuestas. Sin olvidar su labor para “reciclar” convenientemente oficiales y dotaciones que habían fracasado en combate, en la que aunaba el rigor de la exigencia con la comprensión hacia “su gente”.
Tambíen por su contribución al diseño y construcción de jabeques, o por su invento de las cañoneras un arma que nos dió por entonces, y siguió haciéndolo tras su muerte, la mayoría de nuestras victorias en unos tiempos muy duros. Ellas fueron decisivas en los bombardeos de Argel, en numerosos pequeños combates con los enemigos británicos, en el bloqueo de Cádiz en 1797, donde su acción estuvo a punto de costar la vida al propio Nelson, o en la victoriosa defensa del Cádiz de las Cortes frente a la invasión napoleónica, por citar solo algunos casos.
Igualmente destacó por su faceta de promotor de empresas industriales, desde astilleros a fábricas de explosivos, para las que contribuyó a menudo con dinero de su bolsillo, pues la Hacienda se retrasaba en librar las cantidades necesarias, evitando así el paro de las maestranzas y el retraso de las obras, y la decadencia de esos trabajos. También por su faceta secundaria de empresario naviero.
Para terminar siendo el primer impulsor de la devoción a la Virgen del Carmen como Patrona de la Armada y de todos los que viven del mar, en lo que se adelantó más de un siglo a la sanción oficial.
En suma, un hombre que reúne facetas en su vida y obra que uno achacaría a un español del “Siglo de Oro”, de la “Ilustración” y de la “Revolución Industrial” configurando con ello una figura histórica mucho más relevante que la conocida de siempre afortunado corsario, que es a menudo la única por la que es recordado. No sabemos si por desconocimiento de bastantes, o por el deseo de algunos de no querer admitir logros mayores y más complejos en un hombre de origen tan modesto.
Y es que el mérito ajeno ha sido siempre algo muy difícil de reconocer en estas tierras, sin comprender que no hacerlo, no tiene solo de malo la injusticia que se comete, sino que termina siendo en detrimento de todos.
Pero eso es algo que nos cuesta mucho a los españoles.
Este libro, editado por EDAF, ha conseguido el XIV Premio Algaba para memorias y biografías.
Otros temas Agustín Ramón Rodríguez Gonzálezel