ABC
Suscríbete
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizMi ABCABC
Blogs Espejo de navegantes Expertos en arqueología naval

La elocuencia del objeto

Museo Arquael

Los objetos arqueológicos tienen un lenguaje. Y saberlo escuchar es clave. Porque, a través de ellos, las personas que un día los crearon, que se sirvieron de ellos, que los utilizaron, que los transportaron…, nos cuentan su historia. Pero para que esto suceda, la pieza ha de tener señas personales. Ha de tener una filiación que nos permita entender el objeto como lo que es en último término: un acto del ser humano. Y esta circunstancia es necesariamente compleja, pues nos va a responder a los difíciles y variados porqués que nos planteará siempre el estudio de nuestro pasado. La Historia es, nada menos, la ciencia que explica al Hombre. De ahí la insustituible trascendencia del contexto arqueológico.

Y sin embargo, aún determinados vestigios extraídos sin supervisión técnica todavía permiten ser sujetos pasivos de interesantes análisis. Más aún, si cabe, si realizamos el ejercicio sobre objetos que presentan un aparente poco valor.

En el Museo Nacional de Arqueología Subacuática (ARQUA) existe un muy modesto fragmento de plato (nº inv. 11772) que pone de manifiesto una apasionante historia de relaciones por mar; de buques que cruzaron los océanos por primera vez; de ciudades y pueblos estrechamente unidos a través del difícil medio marino; de sociedades vinculadas a través de sus puertos.

Puerto de Mazarron, en la Región de Murcia

 

Se recuperó en 1978 durante un dragado sin control arqueológico en el Puerto de Mazarrón (Región de Murcia). Fue fabricado en los talleres ligures de Savona (Italia) a mediados del siglo XVII. De loza estannífera, está decorado con motivos polícromos geométricos, vegetales y animales, muy al gusto de la época y en un estilo que pretendía asemejarse a las finas porcelanas chinas importadas en aquellos tiempos por los europeos. Son cerámicas que comenzaron a hacerse muy populares en los mercados occidentales ya en las últimas décadas del siglo XVI.

Fueron las fechas en las que comenzaron a entrar de forma sistemática en Europa los más variados productos asiáticos, entre ellos las vajillas. El descubrimiento en 1565 del llamado “Tornaviaje” –o viaje de vuelta entre Manila (Filipinas) y Acapulco (Nueva España, actual México)–, por parte del marino vascongado Andrés de Urdaneta, permitió a los españoles establecer una vía marítima a través del Pacífico que iba a unir Asia con Europa a través de los territorios castellanos de América. Una ruta comercial que se denominó como el buque que la realizaba: “Galeón de Manila” o “Nao de la China”. De ahí la moda por las lozas orientales, cuya demanda provocó que fuesen ampliamente imitadas por alfares españoles e italianos, como es el caso de este fragmento.

Pero, además, la aparición de esta pieza de origen ligur en el Puerto de Mazarrón, pone de manifiesto el estrecho contacto entre ambas orillas del Mediterráneo. En las últimas décadas del siglo XV, el marqués de Villena y el adelantado mayor del Reino de Murcia, propietarios de las ricas vetas de sulfatos de alumbre en las costas mazarroneras, arrendaban la producción a varias familias de origen genovés establecidas ya en el sureste español. El alumbre era muy reclamado como mordiente textil –es decir, para fijar los colores en los paños– en los mercados flamencos. La fabricación de este producto, con sus factorías y la atracción de mano de obra, fue el origen de la actual población de Mazarrón, así como de su puerto, que surgió entonces como terminal marítima de este producto. Y todo ello sucedía en un espacio litoral prácticamente deshabitado desde comienzos del siglo XIII.

 

Dr. David Munuera Navarro

Área de Arqueología

Museo Nacional de Arqueología Subacuática. ARQVA

 

Carrera de IndiasMuseosPecios

Tags

Museo Arquael

Post más recientes