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Blogs Entre barreras por Ángel González Abad

En la muerte de Luis María Gibert

Ángel González Abad el

Se ha ido sin cumplir su máxima ilusión: volver a su localidad en el tendido 10 de la plaza Monumental de Barcelona para presenciar una corrida de toros. Luis María Gibert falleció el día de San Juan en su domicilio de Barcelona tras luchar durante años contra un cáncer, una enfermedad que él mismo minimizó porque su batalla principal era la de conseguir que las corridas de toros volvieran a ser legales en Cataluña.

En ese afán ha invertido Luis María todas sus fuerzas y más, por encima incluso de su actividad empresarial y muy por encima de su salud. La Fiesta de los Toros ha sido su santo y guía, su pasión, su razón de ser. Durante un cuarto de siglo dirigió el programa Los Toros en Radio Hospitalet, un referente de información entre los aficionados catalanes. Desde las ondas, su opinión ponderada, sus críticas constructivas, fueron un bastión en defensa del espectáculo taurino ante el cerco que en torno a la Fiesta urdió la política nacionalista desde la llegada de Jordi Pujol a la presidencia de la Generalitat a comienzos de los años ochenta.

Su voz en la radio se apagó coincidiendo con la prohibición de las corridas de toros por el Parlamento catalán en 2010. Difícil de olvidar la sintonía con «Suspiros de España» que le acompañó siempre, como «Puerta Grande», el pasodoble compuesto por su esposa Elvira Checa.  

Gibert no se resignó y tomó las riendas de la Federación de Entidades Taurinas de Cataluña, desde donde emprendió una cruzada fundamental para que finalmente la Tauromaquia fuera declarada por ley Patrimonio Cultural.  Una vez consumada la prohibición, su objetivo primordial fue impulsar la Iniciativa Legislativa Popular que  llevara ante las Cortes un proyecto de ley para blindar la Fiesta. Lo consiguió. Se puso al frente de la campaña de recogida de firmas en toda España, y tras un trabajo titánico reunió más de seiscientas mil rúbricas, de las que casi doscientas mil fueron de aficionados catalanes. Echó en falta el apoyo del sector taurino, que salvo honrosas excepciones no quiso saber nada de la campaña. La Tauromaquia fue declarada por ley Patrimonio Cultural, si bien no se logró el objetivo de que el texto legal revocara la prohibición catalana.

Pero Luis María Gibert siguió luchando por la Fiesta, como lo hizo durante décadas en la organización del ciclo de conferencias en la Casa de Madrid en Barcelona que tradicionalmente y bajo el título de «Feria de Otoño» cerraba la temporada; o con los premios de la Federación, que honraban la figura del gran empresario Pedro Balañá Espinós, Don Pedro, creador de un imperio, que sus herederos, propietarios de la Monumental, no defendieron ante el ataque nacionalista.

«Renegar de tus antepasados es renegar de tu propia sangre», repitió en más de una ocasión Luis María Gibert, para subrayar que las corridas de toros no son un espectáculo ni una cultura ajena a Cataluña.

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