Sin duda, me atrevo a decir que la tarde que ha dado El Cid en Logroño ante la corrida de Victorino Martín, marcará uno de los hitos de la temporada próxima a finalizar. Un toro como “Planteadito” es difícil que salga, pero aún lo es más que se encuentre con un torero en una tarde de inspiración plena, de esas en la que todo se ve claro, en la que la apuesta por jugarse la vida cuesta menos. Porque El Cid se la jugó, vaya si se la jugó. Con el gran toro segundo y con la alimaña que hizo quinto.
No solo estuvo a altura de la calidad, de la profundidad, de la bravura, del gran “Planteadito, es que se superó al poner sobre la arena la verdad de toreo. La hondura, el mando para atemperar la embestida en unos muletazos que acababan a cámara lenta y con la muleta arrastrando por la arena de tanto poder, de tanto temple. Inspiración en el comienzo de faena por bajo, cadencia y ritmo en los andares, en darle siempre todas las ventajas al toro, en lucir la casta brava de su oponente; sazón a la hora del cite de lejos, aguante, valor… Se pidió el indulto, la plaza un manicomio, el presidente que insistía negando con la cabeza. Que no, que no; y el público que tampoco cada vez que el diestro sevillano montaba la espada. No llegó el indulto, pero lo que transmitieron El Cid y “Planteadito” ya es historia.
Y valor en altas dosis hacía falta para estar frente a la fiereza del quinto, un victorino de los que llevan carbón en las entrañas, de los que venden cara su vida, de los que te quitan el sitio. Y El Cid no se amilanó por tener el triunfo ya más que amarrado, se fue a suerte o verdad. Firme como pocas veces lo hemos visto, decidido a poderle, jugándose los muslos que eran una y otra vez objetivo de los pitones de “Hebijón”, que así se llamaba el caínita.
Gran tarde de toros de El Cid, de El Cid frente a dos victorinos, no se olvide.
Entre barreras
por
Ángel González Abad