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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

Narcotopía (2)

Emilio de Miguel Calabiael

(Mapa del Estado Wa)

Volvamos a Saw Lu.

Saw Lu convocó una reunión de los tres señores de la guerra y les propuso que se concertaran con el gobierno birmano. Su razonamiento era lógico: “Los wa se encuentran encajonados entre dos naciones-Estado, Birmania y China, y ya es hora de posicionarse. Elige el país cuyos soldados son demasiado débiles para molestarte…” Les convenció y formaron una Liga. Y cuando todo parecía que iba a ir como la seda, apareció un enviado del Partido Comunista de Birmania.

El PCB era fieramente maoísta e intransigente. Había lanzado una insurrección casi desde el mismo día del nacimiento de Birmania. Era una fuerza militar poderosa, aunque resultaba improbable que algún día consiguiera hacerse con el poder en Birmania. Estaba compuesta por birmanos étnicos y trataba a las minorías étnicas con displicencia. Esto y que su jefatura lentamente fue convirtiéndose en una gerontocracia desconectada de la realidad fue lo que a la postre provocó su caída.

La Liga rehusó someterse al PCB y éste lanzó campaña contra la Liga comandada por un wa, Lai. China había comenzado a armar a varias bandas tribales. El objetivo último era que el PCB derrocara a la junta militar y se hiciera con el poder. Cualquiera que haya leído el magnífico “Burma in revolt: Opium and insurgency since 1948” de Bertil Lintner sabrá por qué era imposible que el PCB conquistase el país.

La Liga nunca tuvo una oportunidad contra sus enemigos. Sus tropas ascendían a unos 2.000 combatientes; demasiados pocos para enfrentarse a los 10.000 de las milicias procomunistas. Cada uno a su tiempo, los señores de la guerra de la Liga fueron rindiéndose. Sólo quedó Saw Lu. Expulsado de Pang Wai y habiéndose salvado del acoso comunista por los pelos, condujo a su gente a la ciudad birmana de Lashio. Sería su nuevo hogar en lo sucesivo.

Llegado a este punto, Winn hace un excurso para hablarnos de dos de sus villanos favoritos, la DEA y la CIA.

La CIA y la DEA no pueden ser más diferentes. Los agentes de la DEA proceden de la policía y de las FFAA. Su perfil es el de clase trabajadora. Son honestos, creen en la justicia, piensan que con su trabajo salvan vidas (un cargamento capturado son equis dosis de heroína que no llegarán al mercado) y ven a los narcotraficantes como escoria a la que hay que eliminar (hablo metafóricamente). Los agentes de la CIA suelen proceder de la Ivy League o de otras universidades de prestigio. Su prioridad es mantener la supremacía de EEUU en el mundo. Todo lo que sea necesario para mantenerla es válido. La CIA es su propia ley.

Esa diferencia de ethos es clave. La DEA querría encerrar a todos los narcotraficantes. La CIA sólo a aquéllos que no le sirven. De hecho a la CIA le gusta reclutar narcotraficantes como informantes que les puedan llevar a peces más gordos. Esto crea discrepancias que pueden ser otras tantas oportunidades para un narcotraficante avispado. Esto fue especialmente notorio en el Triángulo de Oro y el narcotraficante avispado fue Wei Xuegang.

Wei era un chino-wa y tenía la personalidad del empollón gafotas y un tanto Asperger, algo poco recomendable cuando vives entre cazadores de cabezas. A diferencia de muchos de sus congéneres wa, Wei aprendió a leer y escribir y estaba dotado para los números y los códigos. Su primer trabajo fue en un puesto de escucha de la CIA en la frontera, que interceptaba las conversaciones de los comunistas chinos. Allí conoció a un traficante de droga carismático, Zhang Qifu, que le hipnotizó y le puso a trabajar para él. Wei se convirtió en el gestor de las finanzas de la milicia de Zhang y con su talento le hizo ganar mucho dinero.

Zhang tenía grandes aspiraciones y no quería ser el acólito de nadie. Ni tan siquiera de los Exiliados que estaban en la cima de su poder y cuyo líder, el general Lee Wen-huan, le había intentado cooptar. Zhang decidió romper su relación de cierta subordinación con los Exiliados mediante un gran golpe: colocar 16 toneladas de opio en Laos. Así demostraría su fortaleza y que los Exiliados eran tigres de papel. La operación fue un desastre: los Exiliados le emboscaron y un comandante laosiano se quedó con el opio. Zhang quedó como un imbécil. Le costaría levantar cabeza.

Las autoridades birmanas entendieron que Zhang ya no les servía. Le hicieron una encerrona y le metieron en prisión. Su milicia se deshizo. Zhang estuvo cinco años en prisión y en el fondo ese período le vino bien. Al quitarle de la circulación, probablemente las autoridades birmanas le salvaron de lo que habría sido su destino más probable: ser asesinado por los Exiliados. Por otra parte ese período le dio tiempo para reflexionar, ver en lo que se había equivocado y hacer planes para su regreso.

Mientras tanto en EEUU, la droga se había convertido en un problema con todos los veteranos de Vietnam que habían vuelto enganchados al caballo. En el verano de 1971 el presidente Nixon declaró la guerra contra las drogas. En palabras de Winn, “una flamante contienda para apaciguar al público y distraerlo de la derrota en Vietnam.” Lo que no se divulgó fue el papel que había tenido la CIA con sus contactos con los Exiliados en ese tráfico. Siguiendo los nuevos vientos, la CIA, con la colaboración del Ejército tailandés, convenció a los Exiliados para que dejaran el negocio del opio a cambio de no presentar cargos contra ellos. ¿Les convenció? Bueno, al año siguiente los Exiliados volvieron a montar sus caravanas para llevar la droga a Chiang Mai.

En 1973 Nixon creó la DEA. La idea sobre cómo funcionaría era muy policial. Sus agentes pronto descubrirían que había una categoría de traficantes con la que no se podían meter: aquéllos a los que la CIA consideraba aliados importantes.

En 1974 Zhang salió de la cárcel. Sus acólitos idearon un plan que funcionó. Secuestraron a dos médicos soviéticos y propusieron a la junta militar un intercambio de rehenes. Zhang salió de la cárcel convertido en un nacionalista shan (la etnia de su madre). ¿Por qué su etnia no tenía una nación propia? Se cambió el nombre por el de Khun Sa, “príncipe de la prosperidad” en idioma shan, y se prometió que él traería una patria a los shan. ¿Era sincero o había entendido que para realzar su posición necesitaba presentarse como un líder étnico? Difícil de saber.

Khun Sa designó a Wei tesorero de la organización y éste reclutó también a sus hermanos para que le ayudasen. Wei pronto estableció vínculos con los principales mayoristas de la heroína en Tailandia, Taiwán y Hong Kong, pero su principal ambición era llevar la droga directamente al principal mercado consumidor, EEUU. Lo consiguió recurriendo a buques portacontenedores y aviones de carga.

 

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