La primera trilogía de “La Guerra de las Galaxias” me parece una genialidad. George Lucas logró fusionar dos géneros que a nadie se le habría ocurrido unir: la ciencia-ficción y las viejas aventuras de capa y espada. Y por si fuera poco, le añade unas cuantas gotas de magia y misticismo new age. ¿Quién da mas?
A primera vista es una película de ciencia ficción: alienígenas, planetas exóticos, naves espaciales… Pero ya en la introducción hay una frase curiosa: “Hace mucho tiempo, en una galaxia muy muy lejana”. Hábilmente, las naves espaciales que solemos asociar con la idea de tiempos futuros, las coloca en un pasado remoto. Tal vez, con esa traslación temporal resulte más fácil asumir que también estamos ante una aventura de capa y espada y cuele que en un mundo de rifles láser, Darth Vader y Obi Wan Kenobi se enfrenten en un duelo con espadas láser que no habría desmerecido en cualquiera de las películas de época de Errol Flynn.
Parecería que George Lucas se hubiera estudiado la “Morfología del cuento” de Vladímir Propp, porque en la trilogía no paran de aparecer los elementos de los cuentos tradicionales. Tenemos: lucha del bien contra el mal, en la que el bien empieza débil, pero termina imponiéndose; rescate de dama en apuros (en nuestros tiempos de igualdad de género esto suena anacrónico, pero en los relatos tradicionales y hasta en los mismos años 70, tampoco sonaba tan raro); reencuentro entre hermanos que no sabían que lo eran (Luke Skywalker y la Princesa Leia) y entre el padre y el hijo (Dart Vader y Luke Skywalker); malvado que se redime en el momento de su muerte (Darth Vader); revelaciones sorprendentes (Darth Vader informándole a Luke que es su padre); combate entre el héroe (Luke Skywalker) y el antagonista (Darth Vader) en el que el héroe queda marcado (Luke pierde la mano en ese combate que se produce en “El imperio contraataca”)… y para que nada falte, ese elemento indispensable para Hollywood: la historia de amor, en este caso la de Han Solo y la Princesa Leia.
Varios de los personajes tienen un toque arquetípico muy fuerte. Darth Vader es el joven prometedor que se pasa al lado oscuro y se convierte en la encarnación del mal, hasta que en el momento de su muerte se redime y vuelve al bien. La figura del mentor sabio la comparten Obi Wan Kenobi y el Maestro Yoda. Luke es el aprendiz que debe ir sacando a la luz sus talentos hasta que finalmente, después de muchas pruebas, llegue a derrotar a su antagonista. Han Solo aporta el elemento humorístico del buscavidas que parece que no tiene moral, pero en el fondo posee un corazón de oro. El robot C-3PO es el personaje ridículo, que ha de hacer reír con sus patochadas. Finalmente, está la Princesa Leia. En esta primera trilogía, se diría que George Lucas la quiere convertir en una heroína arrojada como Han y Luke, pero le quedan ramalazos del papel subordinado que solían tener las mujeres en los cuentos tradicionales. Sobre todo me encanta la escena en el palacio de Jabba, donde de manera incongruente a un gusano gigante alienígena le pone cachondo tener a una humana con un biquini somero encadenada. Dudo que si esa escena se hubiera rodado en los tiempos de MeToo, el director se hubiese atrevido a tanto.
La pregunta del millón sería: ¿cómo una trilogía tan perfecta dio lugar a los sendos bodrios que son las películas I, II y III y la VIII y IX de la serie? La respuesta es muy sencilla: el dinero. La primera trilogía había funcionado tan bien que daba pena no exprimir la idea un poco más.
Otros temas