(Así se le quedó la cara a Darnés después de tantas terapias)
Hasta ahora hemos hablado de las terapias. Ahora hay que hablar de los terapeutas. Darnés lo aborda en el capítulo que se llama muy apropiadamente “Terapeutas chungos”. El capítulo se abre con una anécdota: el terapeuta le dice: “Mira, te voy a contar algo. ¿Sabes cómo me sané yo?- pausa dramática para tomar aire-. Cuando conseguí masturbarme delante de mi terapeuta.” No extrañará que con ese arranque la anécdota termine con el terapeuta palpándole los huevos a Darnés con notorio entusiasmo. Más allá de la anécdota, Darnés categoriza siete tipos de terapeutas chungos: 1) El narcisista, que necesita que le admiren y proyecta la imagen de haber cosechado grandes logros; 2) El sádico, que encuentra placer en triturar el ego de sus pacientes, machacando su voluntad y su amor propio; 3) El farsante, que vende humo y ofrece soluciones facilonas y no es más que un embaucador; 4) El desapegado, que no se molesta en establecer una vinculación con el cliente y interpone una barrera emocional infranqueable; 5) El rígido, que es como un papel pautado, que no se desvía de su guión; 6) El dramático, que hace de la terapia un volcán de emociones y en el fondo busca perpetuar el drama del cliente para seguir salvándolo hasta el infinito; 7) El iluminado, que se cree que ya alcanzó la autorrealización y que está en contacto con otro plano de la existencia, que le permite guiar a sus pacientes, que están muy perdidos.
Este cuadro quedaría incompleto si no hablásemos de los libros de autoayuda, que sospecho que se llaman así por lo mucho que ayudan financieramente a sus autores. Según WordsRated entre 2013 y 2019 el número de títulos de autoayuda se triplicó, pasando de 30.897 títulos a 85.253. El número de ventas fue de alrededor de 10 millones sólo en EEUU (no he encontrado cifras globales). El valor de la industria se estimaba en 2020 en 10.500 millones de $.
Darnés presenta los grandes rasgos de estos libros: 1) Condensar su “sabiduría” en algunas fórmulas muy rimbombantes, pero convincentes, que parecen englobar algún gran secreto del tipo “Nuestros pensamientos son los responsables de nuestras emociones. Si aprendemos a controlar nuestros pensamientos, controlaremos nuestra vida” (esta frase pertenece al libro “La inutilidad del sufrimiento” de María Jesús Álava). Un problema es que alguien creó un generador de gilipolleces, que consistía en unir fragmentos inconexos y con tufillo de New Age para generar frases inspiradoras al azar y el resultado no era muy diferente: “Lo que te hace culto te hace exitoso”, “Tú y yo somos entidades del Cosmos”; 2) Parten de la realidad del sufrimiento y de un yo que se ve débil e imperfecto para ofrecer una serie de recetas más o menos inspiradas (no todo lo que dicen los libros de autoayuda es pura basura. En ocasiones pueden encontrarse auténticas perlas); 3) Estructura del libro típico de autoayuda: a) Tienes un bloqueo y estás haciendo las cosas mal; b) Debes cambiar y puedes hacerlo, porque el poder está en tu interior; c) Cambia siguiendo los sencillos pasos que te ofrecemos en este libro; d) Hemos terminado nuestro trayecto juntos y seguro que ahora eres un hermoso ejemplar de ser humano autorrealizado; e) ¿¿¿Cómo??? ¿que no lo eres todavía? Entonces es que igual no lo has captado todo bien, pero lo importante es que perseveres, o bien es que en el fondo no quieres cambiar, en cuyo caso, que te follen, o bien es que te resistes al cambio porque no ha llegado tu momento y no estás lo suficientemente preparado.
Darnés, con su minuciosidad característica, categoriza los libros de autoayuda. No resumiré su clasificación, pero sí que mencionaré algunos de los títulos más descabellados, que sólo con leerlos ya sabes que lo que te vas a encontrar si abres el libro es pura mierda (a pesar de mis esfuerzos sigo sin encontrar un equivalente exacto del inglés “bullshit”, expresión que me encanta y que define muchas de las tendencias de nuestra sociedad). Relaciono: “Cómo suprimir las preocupaciones y disfrutar de la vida” (sólo conozco la respuesta a la primera parte de la frase: o bien meterme monje [no, no estoy de coña, creo que el monacato bien llevado es uno de los estilos de vida más lúcidos y satisfactorios], o bien suicidarte; “Cómo criar a tu hijo negro para que sea millonario” (inteligente el autor, abre la puerta a escribir sendas secuelas para hijos blancos y para hijos amarillos); “Convierte a tu pareja en tu alma gemela” (éste sabe poco de relaciones. Hay parejas a las que no puedes convertir en tu alma gemela ni con el mayor de los esfuerzos. La mayoría); “Sopa de pollo para el alma” (ya puestos a decir chorradas, ¿por qué venderse tan barato? Yo lo habría titulado “Bisqué de marisco con langostinos y espuma de trufa para el alma”); “Dios vuelve en una Harley” (pobre Dios, al que estos libros colocan en situaciones de lo más ridículas. Esto sí que es usar el nombre de Dios en vano); “Mis recetas anticáncer” (libro sólo recomendable si el autor es un oncólogo, lo que no es aquí el caso); “7 horas para cambiar de vida” (¿a quién quieres engañar? De verdad te crees que en siete horas vas a poder cambiar la mierda de treinta años); “59 segundos: piensa un poco para cambiar mucho” (éste tiene un optimismo que es para nota. Dedícale 59 segundos diarios a pensar y seguro que creces 10 centímetros y los ojos se te vuelven azules); “30 días con Dios” (no sé por qué Dios, que debe de estar muy ocupado, te dedicaría 30 días sólo a ti. Si quieres estar 30 y muchos más días con Dios, prueba a morirte. Ahhh que no te apetece; va a ser que después de todo tampoco tenías tantas ganas de estar con Dios).
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