Los BRICS aparecieron en 2009. Sus miembros iniciales eran Brasil, Rusia, India y China. Al año siguiente se les sumó Sudáfrica. Sus objetivos eran: 1) Reformar el orden económico internacional, haciéndolo más justo y representativo y permitiendo que los países emergentes tuvieran mayor voz y voto; 2) Promover la cooperación y los intercambios entre sus socios; 3) Alcanzar una mayor autonomía financiera en un mundo dominado por el dólar y los bancos occidentales, en el que el FMI conserva un peso importante; 4) Representar los intereses del Sur Global en los foros internacionales, al tiempo que actúa como un contrapeso geopolítico frente a los bloques occidentales; 5) Impulsar un modelo multipolar de relaciones internacionales frente al mundo unipolar de EEUU. En el momento de su creación, sus economías combinadas representaban el 15% del PIB global (25% si lo calculamos en base a la paridad de poder adquisitivo) y entre el 15 y el 17% del comercio mundial. También representaban el 40% de la población mundial.
Occidente recibió su creación con esa arrogancia que entonces nos gastábamos. Algunas de las cosas que se dijeron entonces: que se trataba de un concepto económico más que de una alianza política, que eran países demasiado heterogéneos entre sí; que tendrían poco impacto directo en la gobernanza global, aunque sí que podrían influir algo en el discurso sobre la multipolaridad y la reforma de las instituciones financieras internacionales; que sería un foro de diálogo poco operativo. Entre los más preclaros estuvieron The Economist y el Financial Times, que consideraron que representaban un cambio en el poder económico global y que podrían reconfigurar el orden internacional a largo plazo.
Durante su primera década de existencia los BRICS+ se dedicaron a dotarse de un marco institucional y a hacer sus primeros pinitos geopolíticos. En la cumbre de Durban (26-27 de marzo de 2013) anunciaron la creación del Nuevo Banco de Desarrollo (NBD), cuyos objetivos serían la financiación de infraestructuras en sectores clave como la energía, el transporte o el saneamiento, reducir la dependencia de las instituciones financieras occidentales cuyas condiciones suelen ser más estrictas y donde los países occidentales,- sobre todo EEUU-, ejercen una influencia sobresaliente, promover la cooperación Sur-Sur, reducir la dependencia del dólar americano y incrementar la influencia de sus miembros en el sistema financiero global.
El NDB no ha cumplido hasta ahora todas las expectativas con las que se creó. La cantidad de fondos desembolsados entre 2014 y 2024 ha sido la décima parte de los desembolsados por el Banco Mundial. Las tensiones geopolíticas (entre China y la India, las sanciones a Rusia…) han creado dificultades operativas. Ha pecado de lentitud en las aprobaciones y exceso de burocracia. Aunque hay paridad entre los miembros, el peso de China es muy fuerte.
Los BRICS+ también han creado un Acuerdo de Reserva de Contingencia (ARC) con el fin de apoyarse mutuamente en casos de crisis financieras. El ARC ayuda a que los EEMM puedan enfrentar presiones de liquidez de corto plazo. Un objetivo clave que tiene es reducir la dependencia del FMI en momentos de crisis financiera. No obstante carece de suficientes fondos para poder cumplir la misión que se espera de él. La crisis financiera asiática de 1997 mostró la dificultad de iniciativas independientes que vayan contra el poder del FMI. El Fondo Monetario Asiático que Japón propuso entonces, no se sustanció. En 2010 ASEAN+3 establecería una iniciativa mucho más modesta, la Iniciativa de Multilateralización de Chiang Mai.
Otras instancias creadas por los BRICS+ han sido el BRICS Business Council y el Think Tank Council. El primero busca fomentar la cooperación empresarial, impulsar el comercio y la inversión y servir de puente entre los gobiernos y el sector privado de los EEMM. Sus resultados hasta ahora han sido limitados por las diferencias económicas y las barreras logísticas y comerciales entre los EEMM. En cuanto al Think Tank Council, se trata de una plataforma de cooperación económica y de investigación cuyo fin es apoyar con análisis estratégicos, estudios comparativos y recomendaciones de políticas a los líderes de los BRICS+.
Si tuviera que resumir lo que ha sido su segunda década de existencia para los BRICS+, tres ideas se me vienen a la cabeza: ampliación y desdolarización.
La ampliación como idea apareció en la Cumbre de Durban de 2013, cuando se mencionó la necesidad de abrirse a otros países del Sur Global. Fue en la Cumbre de Xiamen de 2017 cuando se introdujo el concepto de BRCS+ y se invitó a varios países a participar como observadores. La cuestión de la ampliación se hizo más apremiante como respuesta geopolítica a la guerra en Ucrania, a las sanciones a Rusia y a la búsqueda de un nuevo orden multipolar en la Cumbre de 2022, en la que ya se habló abiertamente de la incorporación de nuevos países. Posteriormente, en la Cumbre de Johannesburgo de 2023 se cursarían las primeras invitaciones.
En la actualidad son miembros de los BRICS+, además de los 5 países originales, Egipto, EAU, Etiopía, Irán e Indonesia. En 2024 se creó la categoría de países asociados y en ella están Bielorrusia, Bolivia, Cuba, Kazajstán, Malasia, Nigeria, Tailandia, Uganda, Uzbekistán y Vietnam. La gran cuestión es si la ampliación no implicará una pérdida de cohesión.
En lo que se refiere a la desdolarización de la economía global,- un objetivo desde los inicios,- los BRICS+ han dado algunos pasos. El comercio bilateral entre Rusia y China ya se hace en un 90% en yuanes y rublos. También ha aumentado, pero mucho menos, el comercio entre la India y Rusia en rupias y rublos y Brasil y China han firmado un acuerdo para comerciar en sus respectivas monedas. No obstante, el objetivo de la desdolarización aún está lejano. En la actualidad el 58% de las reservas mundiales de divisas están en dólares; una bajada importante desde el 71% de 2000. El movimiento a largo plazo parece ser el de una erosión lenta y gradual del poder del dólar, pero las acciones de Trump podrían contribuir a un repunte del peso del dólar.
Quiero terminar con dos críticas de muy distinto jaez que se han formulado desde posiciones muy distintas. The Financial Times, en un artículo del pasado 7 de julio, como era de esperar, se mostró escéptico con la ampliación: “El nuevo modelo es mayor, menos coherente y mucho menos adecuado para lograr cualquiera de sus objetivos putativos (…) Si los BRICS quieren escapar del destino del G77, el bloque de países en desarrollo, que cayó en la irrelevancia al tiempo que su membresía de disparaba, debería centrarse en temas en los que es creíble, como la reforma de la gobernanza global. El orden de posguerra liderado por Occidente puede haber pasado, pero también la era del tercermundismo.” Más allá del tono de maestro de escuela que reparte premios y capones habitual en la prensa anglosajona, hay que reconocer que algo de razón lleva.
El otro artículo que quiero sacar a colación es de Laurent Delcourt y lo publicó en enero de 2024 en Alternatives Sud. Aun reconociendo que los BRICS+ podrían servir para transformar la gobernanza económica global dirigida por Occidente y a reequilibrar el escenario internacional, Delcourt cree que se han quedado muy cortos y define el modelo que han defendido como de multilateralismo con características del Sur. Delcourt se pregunta, con sentido, si los BRICS+ y el multipolarismo pueden cambiar la naturaleza del sistema económico y desafiar la asimetría entre Estados débiles y fuertes.
Otros temas