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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

El ascenso y la caída de las naciones (2)

Emilio de Miguel Calabiael

5) El aprovechamiento de las ventajas geográficas. La geografía es como los padres: uno no los elige. No obstante, uno puede aprovechar las ventajas del entorno geográfico en el que debe desenvolverse o, al menos, mitigar las desventajas. Las ventajas geográficas pueden verse potenciadas si el país elige ser una economía abierta y promueve sus exportaciones. Sharma no se traga las tesis que dicen que con las nuevas tecnologías de la información, la ubicación ya no es relevante, porque los servicios pueden prestarse desde cualquier parte del globo. La mayor parte del comercio sigue estando compuesta por mercancías.

Una de las mayores fuentes de ventaja ofrecida por la geografía en los últimos años ha sido la de aquellos países que se encontraban adyacentes a los grandes mercados consumidores de Europa y EEUU o en las vías marítimas por las que se transportaban los bienes destinados a esos mercados. Países que se han beneficiado de esta ventaja han sido Vietnam, Polonia o México. Otro factor que ha potenciado la importancia de la geografía en los últimos años ha sido la emergencia de agrupaciones económicas regionales y de mercados comunes. Las historias económicas más exitosas de los últimos años más que referirse a países, han tenido que ver con regiones: Asia Oriental, el Golfo Pérsico, el sur de Europa…

6) El porcentaje de la inversión con respecto al PIB. Para que una economía crezca con rápidez, la tasa de inversión debe ser de entre el 25 y el 35% del PIB. Pero, además, es importante que esas inversiones vayan adonde realmente hagan falta. Sharma estima que para desarrollarse económicamente es imprescindible crear primero una buena base industrial. La leyenda de que es posible desarrollarse saltándose la fase del desarrollo del sector secundario y yéndose directamente al terciario, es sólo eso: una leyenda.

Un problema es que el desarrollo vía la promoción de las industrias nacionales ya no funciona tan bien como hace 30 años porque cada vez son más países los que tratan de abrirse camino por esta vía. Además Occidente ha cerrado algunos agujeros que países como China o India pudieron aprovechar hace 30 años, como la violación de la propiedad intelectual o la subvaloración de la divisa. Y, para rematar, las nuevas fábricas están cada vez más robotizadas e informatizadas y su reemplazo por fábricas situadas en países del Tercer Mundo ya no resulta tan sencillo.

Un ejemplo de malas inversiones son las dirigidas a las materias primas, que es el sector que ofrece las mayores decepciones. Un ejemplo palmario es el petróleo. El petróleo suele provocar una carrera entre las élites para ver quién ordeña más y mejor a la vaca petrolífera, en detrimento de las inversiones productivas. Los ingresos del petróleo hacen que el Estado se vuelva menos dependiente de los impuestos y que subsidie lo que no debe subsidiar, como por ejemplo la gasolina. El resultado final es un Estado dependiente en exceso de los ingresos del petróleo y una industria local subdesarrollada. Y la guinda es que el país se vuelve tremendamente vulnerable a los cambios en el precio del petróleo en los mercados internacionales.

También puede ocurrir, que oleadas de inversiones productivas den paso a malas inversiones. Eso sucede cuando los efectos de un boom empiezan a agotarse. El optimismo persiste, pero las buenas oportunidades de inversión se están acabando. Entonces el dinero va hacia inversiones menos productivas y acaba generando una burbuja.

7) La inflación. La sabiduría económica tradicional dice que una inflación alta es mala y una inflación baja es buena. Sharma está de acuerdo con ello y cree que la vara de medir debe ser la inflación promedio de los países con un nivel de desarrollo similar. Así, en 2015 el promedio de inflación de los países emergentes era del 6% y el de los desarrollados del 2%. La regla de oro es que todo período de crecimiento económico sostenido ha ido acompañado de una baja inflación.

Sharma también aborda la cuestión de la deflación, que la crisis ha puesto más de actualidad. Resulta que la deflación no fue un fenómeno tan raro históricamente. Fue a partir de los años 30 que desapareció, de forma que los dos únicos casos de deflación persistente registrados en los 70 últimos años han sido los de Japon y Hong Kong (entre 1998 y 2005). La razón de la desaparición de la deflación está en el desarrollo de la industria bancaria, que ha ampliado la oferta monetaria. Históricamente la deflación no siempre ha sido tan negativa como en el siglo XX. Ha habido períodos de deflación ocasionados por innovaciones tecnológicas o institucionales que redujeron el coste de producción y distribución de bienes de consumo. A diferencia de lo que ocurre con la inflación donde tenemos claro que la inflación alta siempre es mala, con la deflación es difícil de saber.

8) ¿Está la divisa sobrevalorada o infravalorada? La regla de oro es que una divisa sobrevalorada tarde o temprano le pasa factura a la economía nacional. Los capitales salen del país y las importaciones aumentan en detrimento de las exportaciones. Una divisa infravalorada atrae el turismo y la inversión y favorece las exportaciones. Un error muy común es confundir divisa fuerte con economía fuerte y perspectivas económicas gloriosas. Pues no, más bien lo contrario. Otro error muy común es pensar que la devaluación favorecerá a la economía nacional porque hará más competitivas sus exportaciones. Pues tampoco. Por un lado, se trata de una estrategia que puede ser imitada fácilmente por otros Estados, de manera que puede desencadenarse una carrera hacia el abismo. Por otro, si las empresas nacionales están endeudadas en divisas fuertes, te estás pegando un tiro en el pie.

Una cuestión ligada a la de la valoración de la divisa es la del déficit por cuenta corriente, que mide el dinero que sale del país. Los estudios de Sharma le llevan a la conclusión de que un déficit de más del 5% anuncia problemas. Un déficit inferior al 3% puede ser hasta positivo si el dinero va a donde debe (por ejemplo importaciones de bienes de equipo).

Una observación interesante en este apartado es que generalmente las huidas de capitales las inician los locales, no los inversores extranjeros. La explicación es sencilla: los locales conocen mejor el país y captan antes las señales de alarma. También son los locales los primeros que retornan sus capitales, porque disponen antes de la información necesaria para darse cuenta de que la coyuntura económica está cambiando.

9) El ritmo de crecimiento de la deuda. La regla es muy lógica: si la deuda crece más rápido que la economía, como ocurría en vísperas de la crisis de 2008, vamos de cabeza al precipicio. Un ritmo rápido de crecimiento de la deuda suele indicar un exceso de optimismo que lleva a la concesión de créditos temerarios. Las crisis de deuda suelen comenzar en el sector privado y suele ser el Estado el que acaba pagando los platos rotos.

10) ¿Qué tipo de prensa recibe el país en los medios de noticias internacionales? Aquí la argumentación de Sharma no deja de tener su gracia. Los periodistas suelen ir rezagados en su apreciación de las noticias económicas. Así, para cuando se dan cuenta de que un país, por ejemplo Brasil, está teniendo unos resultados económicos impresionantes y lo jalean como el próximo milagro económico, lo más habitual es que ese país haya dejado de estar en la cresta de la ola y esté encaminándose hacia una recesión. A la contra, cuando presentan a un país hundido en la miseria, a menudo descuidan sus fortalezas que pueden hacer que esté a punto de remontar. La explicación de este desfase temporal es muy sencilla: los periodistas se centran en el presente y lo que ven es un país al que le van bien o mal las cosas. Frente a ellos están los inversores, que aciertan más a menudo, porque ellos se fijan no en el presente, sino en las tendencias a futuro. Y yo añadiría que cuando te juegas la cartera, como es el caso del inversor, eres más cuidadoso.

El libro es una guía útil para saber en qué fijarse cuando uno analiza la economía de un país. No obstante, tiene dos aspectos que me irritaron bastante mientras lo leía. El primero es el tono autosuficiente de Ruchir Sharma de “yo que soy tan listo y que me invitan a tantos saraos internacionales y me codeo con tantos líderes”. El segundo es su manera de presentar ideas básicas de sentido común y de manual de introducción a la economía como si fueran grandes descubrimientos que él ha hecho. Leerlo ha sido como discutir con mi hijo adolescente que es tan listo y lo sabe todo.

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