La Primera Guerra del Opio (1839-1842), en la que los ingleses derrotaron a los chinos sin gran dificultad gracias a una tecnología militar más avanzada, supuso el inicio de lo que los chinos han llamado el “siglo de la gran humillación”. Durante los siguientes 100 años China fue un juguete en manos de potencias más poderosas, que le impusieron tratados abusivos y la redujeron al estatus de Estado semicolonial. Si China se libró de convertirse en una colonia más fue por su vastedad y por las rencillas entre las potencias extranjeras. Ninguna quería que otra se llevase el gran premio que era China, así que todas se conformaron con algunos enclaves costeros extraterritoriales.
Durante el siglo XX, China ensayó varias fórmulas para recuperarse. La primera fue la modernización de las instituciones imperiales. Fracasó porque el sistema estaba demasiado podrido y las manchúes extranjeros eran cada vez más impopulares. Entre 1911 y 1949 el Kuomintang trató de remodelar el país siguiendo el modelo occidental. La tarea era enorme: falta de preparación de la población, señores de la guerra, movimientos secesionistas en la frontera, la invasión japonesa… A esto hay que añadir los propios errores del Kuomintang, el mayor de los cuales fue la corrupción desaforada. La victoria comunista en la guerra civil y la instauración de la República Popular China en 1949 representó el tercer y finalmente exitoso intento por remodelar el país y hacerlo salir de su postración, en esta ocasión sobre unas bases ideológicas marxistas-leninistas. No obstante, Jacques advierte que, aunque la ideología fuera extranjera, el movimiento fue esencialmente endógeno.
El PCCh mostró una gran capacidad de supervivencia. No sólo sobrevivió a las heridas autoinfligidas del Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural, sino que a la muerte de Mao supo reinventarse, embarcándose en una nueva política económica que trajo consigo un período de desarrollo acelerado que ha llevado a que la economía china se convierta en la segunda del mundo y vaya encaminada a adelantar a la norteamericana.
De este recorrido histórico, cabe destacar unas cuantas ideas: 1) La importancia de la unidad nacional para los chinos; 2) Su conciencia de superioridad cultural; 3) Las heridas aún no cicatrizadas del “siglo de humillación”; 4) Una concepción jerárquica de las relaciones internacionales, en la que China es el centro soberano; 5) China no tiene tradición de expansión marítima ni de posesión de colonias ultramarinas.
Jacques se pregunta a continuación cómo será China como hegemón y qué tipo de mundo creará. Jacques advierte que para los occidentales, acostumbrados a dirigir el juego desde finales del siglo XVIII, nos costará especialmente adaptarnos a la nueva situación. A Europa le fue duro aceptar que había perdido la hegemonía global, pero al menos quien recogió la antorcha fue EEUU, un país afín culturalmente con quien podíamos llegar a un entendimiento. China pertenece a una tradición cultural radicalmente diferente.
Algunas de las cosas que cambiarán en un mundo liderado por China:
+ La Paz de Westfalia consolidó un modelo de relaciones internacionales basadas en Estados-nación soberanos y nominalmente iguales. La hegemonía de Occidente ha hecho que todos los Estados a medida que se iban descolonizando, adoptasen el modelo del Estado-nación. Incluso China, que se veía a sí misma como un Estado-civilización, se vio obligada a entrar por el aro y jugar al Estado-nación. Una China hegemónica, ¿querrá seguir jugando a que es un Estado-nación o exigirá ser tratada como un Estado-civilización? Si opta por lo segundo, ¿qué cambios sufrirá el sistema internacional?
Otro cambio que introduciría una China que recuperase sus modos tradicionales sería el regreso al viejo sistema tributario que regía las relaciones internacionales de la China imperial. Adiós la igualdad soberana entre los Estados, aunque sea más nominal que real a la hora de la verdad. En el sistema tributario, China sería el Estado preeminente y los demás Estados le estarían subordinados, lo que implicaría que tendrían que: a) reconocerse claramente como súbditos, b) obedecer y c) saber que sufrirán las consecuencias si desobedecen. Dada la disparidad de poder entre China y los Estados incorporados al sistema imperial, éste garantizaba una cierta cantidad de estabilidad por cuanto China podía hacer valer sus órdenes sobre quién era el gobernante legítimo en caso de una guerra interna o amenazar con represalias si un Estado atacaba a uno de sus súbditos. Una característica del sistema es que era más voluntario que coercitivo. Los Estados súbditos eran conscientes de que no les interesaba contrariar a China y de que unas buenas relaciones comportaban ventajas económicas y comerciales. Cabe preguntarse si no estamos viendo ya la reemergencia de ese sistema tributario en las relaciones de China con África y Latinoamérica. Jacques advierte, eso sí, de que China no tendría la libertad de actuación que tenía en el sistema tributario clásico, dado que EEUU y otras potencias emergentes como Brasil o la India la constreñirían.
+ Tanto activamente como por vía de ejemplo, China exportará un modelo político nuevo, que basa su legitimidad en el desarrollo económico y la elevación del nivel de vida, prima los derechos económicos y sociales sobre los derechos civiles y políticos, y promueve regímenes autoritarios-tecnocráticos. Se trata de un modelo muy satisfactorio para las élites de muchos países, por cuanto que no les obliga a convocar elecciones libres cada pocos años ni les somete al escrutinio de la comunidad internacional por bobadas de Derechos Humanos.
+ Estamos acostumbrados a que la economía global esté básicamente regida por Occidente. Los Acuerdos de Bretton Woods entre EEUU y Gran Bretaña crearon el FMI y el Banco Mundial y fijaron cómo sería el orden económico global. Jacques cree que el ascenso simultáneo de Brasil, India y Rusia junto con China forzará un orden económico internacional más democrático y corregirá la distorsión que supone que países que representan apenas el 10% de la población mundial (los del G-7) fijen la dirección de la economía global. Brasil, China e India (saco de la ecuación a Rusia porque, a diferencia de Jacques, no creo que vaya a tener un papel económico tan relevante en el futuro) representan, en cambio, algo más del 30% de la Humanidad.
Aparte de contribuir de manera importante a la fijación del rumbo de la economía mundial, China jugará un papel muy importante por el tamaño de su mercado, que cuadruplica al norteamericano en tamaño, aunque todavía no en capacidad de compra, y por el impacto de su diáspora (un simple dato: de tener una presencia demográfica escasa en África, China ha pasado a tener 1.300.000 nacionales viviendo en el continente). Con respecto a la diáspora china, Jacques señala el cambio de actitud que se ha producido. Tradicionalmente los chinos que elegían emigrar eran desdeñados, ya que habían optado por abandonar la civilización para ir a instalarse en tierras semicivilizadas. En la actualidad, los chinos de la diáspora son vistos como embajadores de China en el exterior, que tienen mucho que aportar a su país.
+ Al igual que el dólar reemplazó a la libra esterlina como divisa de reserva internacional, cuando EEUU sustituyó al Reino Unido como potencia hegemónica, es de esperar que el renminbi desplace al dólar. Aunque el pronóstico de Jacques es coherente, por el momento el 59% de las reservas mundiales están en dólares y el renminbi representa apenas el 2%. No obstante, la tendencia a largo plazo parece ser a de una reducción en el uso del dólar.
+ El idioma chino tendrá una mayor presencia global. En estos momentos en muchos países asiáticos es el idioma más demandado por detrás únicamente del inglés. Aun cuando el chino mandarín vaya a conocer una difusión global muy grande en los próximos años, no creo que llegue nunca a reemplazar al inglés. Dos inconvenientes en su contra son su compleja escritura y su tonalidad para el 30-40% de la Humanidad que no habla un idioma tonal, que coincide con los países de mayor poderío económico..
+ Igual que hoy estamos familiarizados con los grandes hitos de la Historia de EEUU, desde la llegada de los Padres Fundadores, hasta la conquista del Oeste, pasando por la guerra de Secesión, en el futuro estaremos más puestos en Historia de China. Qin Shihuangdi podría resultarnos igual de próximo que George Washington y los viajes de Zheng He podrían ser estudiados a la par que los viajes de Colón. Inevitablemente la visión sobre China cambiará y pondremos más énfasis en sus logros científicos y tecnológicos previos al período del estancamiento.
+ Pekín se convertirá en la nueva capital global en lugar de Nueva York. Es tal la mística de Nueva York, que me cuesta asumir este cambio, pero no deja de ser lógico. Cada imperio ha promovido su capital. A semejanza de lo que ocurre en EEUU, donde la capital es Washington, pero Nueva York es la ciudad clave, me parece que Shanghai estaría mejor situada para jugar ese papel global. Sin embargo, dadas las características del modelo político chino, me cuesta imaginar una capital que no fuera Pekín.
Pero el ascenso de China implicará también el desplazamiento definitivo del eje del mundo a Extremo Oriente. Será la culminación de un proceso de traslación, ya muy avanzado, del eje del mundo hacia el Pacífico en detrimento del Atlántico.
Estos serán los cambios que introducirá la hegemonía China, pero ¿cómo se comportará en tanto que hegemón? Los realistas,- entre los que yo me cuento-, estiman que en muchísimos aspectos su comportamiento no será muy diferente del de otros hegemones precedentes: utilizar el poder para promover tus intereses. Jacques es optimista. Cree que China actuará con circunspección y que tratará de dar garantías al mundo de que no se comportará de manera agresiva. Su opinión se fundamenta en lo que había sido la acción exterior china hasta 2012 donde, con la excepción del Mar del Sur de China, se había mostrado como una potencia pacífica, cooperativa, componedora y no agresiva.
A lo largo del texto Jacques formula unos cuantos vaticinios: que China se irá liberalizando progresivamente, aun sin llegar a convertirse en una democracia a la occidental; que China proseguirá su ascenso pacífico y no agresivo; que la fórmula “un país, dos sistemas” seguirá aplicándose de manera satisfactoria en Hong Kong. Resulta notable para un hombre que sabe tanto, lo mal adivino que resulta. Lo comenté con un amigo que sabe mucho sobre China y me gustó su respuesta: esos pronósticos resultaban válidos, cuando escribió el libro. Que las cosas no se hayan desarrollado así, ha sido debido al sucesor de Hu Jintao, lo que viene a demostrarnos el peso que un solo individuo puede tener sobre el devenir histórico.
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