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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

Crisis de valores (y 2)

Emilio de Miguel Calabiael

(Las ideologías habrán muerto, pero la ilusión de que con una pancarta estamos cambiando el mundo, persiste)

Tras la religión y la ética, lo siguiente que perdimos fueron las ideologías. Por ideología entiendo una visión omnicomprensiva de la sociedad, no cuatro pinceladas de un sociólogo listillo. El marxismo era una ideología, como también lo era el pensamiento de Karl Popper. En 1965 el filósofo español Gonzalo Fernández de la Mora publicó “El crepúsculo de las ideologías”, en la que expone que en ese momento la sociedad estaba yendo hacia el pensamiento único al aproximarse ideológicamente izquierdas y derechas. La izquierda socialdemócrata abandonó los postulados marxistas más extremos y aceptó los mercados, dándoles un tinte socializante. La derecha incorporó a su pensamiento una preocupación por lo social similar a la de la izquierda. El marxismo, por su parte, se derrumbaría en los años ochenta, cuando el hundimiento de la URSS mostró que podía ser notable en el plano teórico, pero que su aplicación práctica no se sostenía. Para comienzos de los años 90 del siglo pasado, parecía efectivamente que la única ideología posible era la del neoliberalismo triunfante, a la que se podían dar más o menos o incluso ninguna pincelada socializante, en función de los gustos del ciudadano.

El neoliberalismo zozobró porque era una ideología reduccionista, que reducía la riqueza de la sociedad al funcionamiento de los mercados y a una visión libertaria y económica del ser humano, que era empobrecedora. La crisis de 2008 y las crecientes dudas sobre las bondades de la globalización terminaron de darle la puntilla. Pero no hubo ninguna ideología que le sustituyera. Las redes sociales y las tácticas promovidas por los partidos políticos de fragmentar el electorado para fidelizar nichos han dinamitado la idea de sociedad. Ahora lo que existen son conventículos, grupos de intereses incapaces de una visión amplia de la sociedad y de relacionarse con aquellos que no comparten sus ideas.

Y así llegamos al mundo actual, en el que la religión no importa, la ética es acomodaticia y las ideologías innecesarias. En mi opinión, la razón hay que buscarla en el tipo de sociedad que hemos creado y cuyas principales características son: 1) Nula preocupación por la trascendencia. Lo que cuenta es el mundo material, el aquí y el ahora; 2) Como complemento de lo anterior, nos hemos olvidado de la muerte, es algo que nos aterra y en lo que procuramos no pensar. En muchas tradiciones religiosas, pensar sobre la muerte era una manera de tomarse en serio el camino espiritual y avanzar por él; 3) Al igual que nos hemos olvidado de la muerte, queremos sentirnos guay en todo momento. Cada vez sobre llevamos peor el dolor y las frustraciones; 4) La vida es maravillosa, la caja de bombones que decía Forrest Gump y hay que tratar de agotarla, de explorar todas las posibilidades que te ofrece; 5) Magnificación del ego y de la individualidad. No se trata sólo de ser ególatras, sino de tener un ego atractivo que se venda bien en el mercado. Antes uno desarrollaba su ego por satisfacción propia. Ahora, además de eso, se trata de mostrarlo en sociedad y presumir de él, como presumiríamos de un Ferrari; 6) Obsesión por las redes sociales, algunos de cuyos efectos son: a) polarización y empobrecimiento del pensamiento: sólo estamos en contacto con aquellos que piensan como nosotros. No hay intercambio de opiniones con quienes piensan diferente; b) lo de vivir de cara a la galería es una realidad las 24 horas del día. Uno hace una actividad y casi al momento ya está pensando en colgarla en instagram o en facebook; c) hemos inventado el linchamiento en las redes, que es mucho más inmisericorde que la condena social de antaño. Entonces aún podías defender tu inocencia, ahora, en cuanto las redes te crucifican, date por muerto; 7) Exceso de información: la avalancha es tal, que ya casi no sabemos diferenciar lo importante de lo frívolo; 8) Superficialidad, ocasionada en parte por el exceso de información y el exceso de estímulos que atraen nuestra atención. No hay tiempo para reflexionar en profundidad sobre nada. En el mejor de los casos esto lleva a un pensamiento ligero y acomodaticio. En el peor, a la ausencia de pensamiento; 9) Elogio de la incultura: creo que es la primera vez en la Historia de la Humanidad que la gente alardea de su ignorancia.

Podría añadir más rasgos de la sociedad actual, pero me paro aquí, que alguien va a pensar que no me gusta. ¿Qué ha pasado entretanto con la religión, la ética y las ideologías?

La religión ha sido sustituida por las terapias, el psicoanálisis y el coaching. En los mejores casos, ayudan a crecer y en los peores, al menos ofrecen consuelo. Ambas cosas las hacían antes la Iglesia y sus sacerdotes. Eso sí, terapias, psicoanálisis y coaching hablan del más acá y no ofrecen, ni es su función, una explicación del universo (aunque hay alguna excepción).

La ética ha sido sustituida por el buenismo. El buenismo es ese gustirrinín que nos da cuando sentimos que estamos haciendo algo bueno, que suele coincidir con algo que tiene una sanción social positiva. El buenista puede hacer lo correcto: por ejemplo, compartir las tareas de la casa con su mujer. La diferencia con quien lo hace porque considera que es de justicia y es su deber, es que el buenista siente que está siendo muy bueno y que está redimiendo a la Humanidad; con su acción está haciendo que avancen la igualdad de género y los derechos de las mujeres. La cuestión es si el buenista seguiría ayudando en las tareas de casa, si de repente la sociedad dejase de valorar positivamente esa acción.

Finalmente las ideologías han sido sustituidas por las causas. El veganismo, el animalismo, el feminismo, la defensa de los derechos de los transexuales, el antirracismo son otras tantas causas y están muy bien y, si progresan, indudablemente cambiarán la sociedad. Pero lo que no comportan es una explicación de conjunto de la sociedad y de sus mecanismos. Son visiones muy parciales y limitadas de la sociedad que, en estos tiempos superficiales, pretenden tener la misma capacidad explicativa y transformadora que en su tiempo tuvo, por ejemplo, el marxismo.

Bueno, ya he echado mi diatriba sobre la crisis de valores de nuestra sociedad. Ya puedo sentirme un poco Cicerón.

 

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