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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

Breve Historia del neoliberalismo (y 5)

Emilio de Miguel Calabiael

Harvey considera que el Estado neoliberal era inherentemente inestable. Se le pedían ante todo tres cosas incompatibles: 1) Que se sentase en el asiento de atrás y no interfiriese en el funcionamiento de los mercados; 2) Que promoviese un buen clima de negocios (¿cómo? ¿no habíamos quedado en que no tenía que interferir?); 3) Que operase en la política global, defendiendo las recetas neoliberales. Desgraciadamente la política global es mucho más que la mera economía, como el mundo descubriría dos décadas más tardes. En el más difícil todavía, el Estado tenía que conseguir esas tres cosas contradictorias al tiempo que se aseguraba el apoyo de los ciudadanos, que entretanto habían visto cómo sus intereses eran preteridos frente a los de las grandes compañías.

Ya a la altura de 2005 Harvey veía que en último extremo esas contradicciones acabarían llevando al autoritarismo, al populismo y a la anomia, toda vez que nos habíamos cargado a la sociedad civil y habíamos dado primacía a la libertad de empresa sobre todas las demás libertades. El análisis de Harvey es certero, pero los males que presagiaba tardaron unos años todavía en venir. Fue la crisis de 2008, que golpeó duramente los niveles de vida de aquéllos que no la habían provocado y enriqueció a muchos que sí que la habían provocado, lo que llevó a la crisis política actual. Trump estaba implícito en el análisis de Harvey.

Harvey en 2005 pensaba que estaba alumbrándose una respuesta a la inestabilidad del Estado neoliberal en el neoconservadurismo. El neoconservadurismo está de acuerdo con el neoliberalismo en casi todo. Su principal discrepancia estribaba en el concepto de orden social. El neoliberalismo niega la existencia de la sociedad; lo que hay son individuos tratando de maximizar sus intereses individuales, actuando en un mercado anárquico y sin más regla que la eficacia.

Los neoconservadores querían recuperar la moral y para ello introducir mecanismos de control social basados en ella. Con el neoconservadurismo, las élites y los intereses empresariales se alían y crean una base electoral fundada en lo que se dio en llamar “la mayoría moral”, un invento que, paradójicamente, tuvo mucho atractivo para las clases blancas desfavorecidas a las que el neoliberalismo estaba arrumbando. Los elementos en torno a los cuales se aglutinó esa “mayoría moral” fueron: el nacionalismo cultural, la supremacía moral de sus defensores, el cristianismo de tipo evangélico, los valores familiares, el anti-abortismo y el antagonismo a una serie de movimientos sociales (homosexuales, lesbianas, ecologistas…).

En la segunda mitad de los noventa tuvimos un anticipo de los problemas que podía traer el neoliberalismo desenfrenado. La crisis “tequila” de 1994, que comenzó en México y terminó afectando a varios países latinoamericanos; el caos del paso del comunismo al capitalismo que se realizó en Rusia aplicando recetas neoliberales y que dañaron el tejido social y crearon una oligarquía corrupta; la crisis asiática, que comenzó en Tailandia en 1997 y se extendió a otros países de Asia. El FMI quiso aprovechar la crisis asiática para desmantelar el estilo de Estado desarrollista que había surgido en dicho continente y que había propiciado varias décadas de desarrollo acelerado. Pero fue aquí donde por primera vez se cuestionaron abiertamente sus recetas neoliberales. El FMI sufrió una pérdida de prestigio de la que nunca se recuperó plenamente.

Al final del libro Harvey hace balance de los que habían dado de sí los más de 20 años de neoliberalismo que habían transcurrido a esas alturas. Su balance no puede ser más deprimente. El neoliberalismo no había conseguido, ni de lejos, devolvernos las saneadas tasas de crecimiento de los sesenta. Más que generar riqueza, había redistribuido la riqueza existente en favor del 1% de la población. Había provocado la financialización de la economía, cuyos desastrosos efectos veríamos en 2008. Había hecho que todo se convirtiese en mercancía de cambio: “La conversión de todo en mercancia asume la existencia del derecho a la propiedad por encima de los procesos, las cosas y las relaciones sociales, a las cuales se puede poner un precio y que pueden ser comerciadas mediante un contrato legal.” Esta mercantilización de la sociedad y de todo lo humano ya la había detectado Jeremy Rikfin en su libro “La era del acceso”, que data de 2001 y aún explica muy bien procesos que estamos viviendo en estos momentos.

La terapia de choque aplicada a diversos Estados ex-comunistas había tenido unos resultados desastrosos (caída de la renta per cápita en Rusia del 3,5% anual en los noventa, por ejemplo. Putin en buena medida es un producto de aquellos años tumultuosos en Rusia). Estancamiento económico en buena parte de Latinoamérica, cuando no iba seguido de rachas de crecimiento que desembocaban en colapsos (caso sobre todo de Argentina). Los dos únicos logros del neoliberalismo fueron la reducción y control de la inflación y el descenso de la pobreza global, aunque esto se produjo más por el crecimiento económico que tuvieron China y la India, dos países donde el Estado mantuvo su influencia sobre la economía y donde no se aplicaron las recetas neoliberales.

La lectura del libro de Harvey hace que uno se acaricie la barbilla pensativo y se pregunte cómo no vimos venir hacia dónde nos estaba conduciendo el neoliberalismo y los intereses que había detrás. Pero ya es tarde para lamentarse. Es el momento de repasar lo vivido y no repetir los mismos errores.

 

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