“El fantasma de Anil” es una novela del canadiense Michael Ondaatje que está ambientada en la conflictiva Sri Lanka de finales de los ochenta y comienzos de los noventa. La historia gira en torno a una médica forense, Anil Tissera, que salió de Sri Lanka muchos años antes y que ahora regresa con el encargo de NNUU de identificar a las víctimas de los asesinatos políticos. Anil tendrá que trabajar con el arqueólogo Sarath, cuyas lealtades no están claras al principio. Su investigación se centrará en descubrir a quién pertenecía el esqueleto contemporáneo aparecido en un antiguo cementerio.
Es una novela dura. Ondaatje destaca por su habilidad para crear escenas que golpean en el estómago al lector. Por ejemplo, un médico está de noche en el hospital y le traen a varias víctimas de torturas. Está viendo las fotos de las víctimas y se encuentra con la de su hermano. Baja a la morgue. Se reencuentra con el cuerpo de su hermano recién muerto, “… colocó el calor de su mano contra la cara inmóvil”. El hermano está vestido con una camisa demasiado grande para él. El médico revisa las largas mangas y encuentra que ocultan que antes de matarlo le rompieron las manos.
En otro momento relata con todo detalle la muerte del Presidente Kataluga, un trasunto en la novela del Presidente Premadasa, que murió de la misma manera, víctima de un terrorista suicida. “Algo de carne, probablemente del terrorista, se encontró en la pared del edificio al otro lado de la calle. El brazo derecho de Katulaga separado del cuerpo descansaba sobre el vientre de uno de los policías muertos…”
La limpiadora Sirissa cruza el mismo puente cada mañana para ir a la escuela en la que limpia. Y cada mañana, los mismos estudiantes se burlan suavemente de ella. Aquella mañana “[Sirissa] está a unas diez yardas del puente, cuando ve las cabezas de los dos estudiantes empaladas, a ambos lados del puente, una enfrente de la otra. Diecisiete, dieciocho, diecinueve años… no lo sabe, ni le preocupa…”
Los personajes son como las escenas de la novela: duros con el granito. La manera que tiene Anil de romper con su amante casado es herirle en el brazo con un cuchillo. Palipana, el epigrafista que fue el maestro de Sarath abandonó una carrera exitosa en el campo de la epigrafía para retirarse a un lugar desolado y vivir en una cabaña construida entre grandes peñascos. Ciego, vive atendido por una sobrina de la que se hizo cargo cuando asesinaron a sus padres (hay un montón de muertos en la novela. La muerte la sobrevuela, es parte del paisaje). El médico Gamini, adicto a las drogas, vive en el hospital y toda su vida se centra en atender a las urgencias que le van llegando. Ananda, el artesano alcoholizado, que es un genio hasta la media tarde en que empieza a beber. Todos los personajes son tan fuertes que casi eché en falta la presencia de un señor anodino de Valladolid para introducir un poco de normalidad.
Los personajes son tan duros que no llegan a comunicarse realmente. Cada uno va a sus asuntos, indiferente a lo que hagan los demás. Parecería que lo que llevan dentro es tan complicado, que intentar expresarlo es una pérdida de tiempo. Nadie entiende a nadie. En otra novela, habría habido una tensión sexual obvia entre Anil y Sarath, que se habría resuelto de una manera u otra. Aquí puede que la haya o puede que no la haya. Es indiferente. Es como si los personajes estuvieran todo el rato moviéndose en una penumbra que los vuelve inescrutables a los demás personajes e incluso al lector.
La estructura de la novela es defectuosa. La trama es como el Guadiana, que aparece y desaparece. A veces se interrumpe para hablarnos de la vida de un personaje, que en ocasiones es completamente irrelevante para la novela. Otras veces hay escenas del pasado de Anil sin relación con la trama de la historia. En realidad, la trama pura y dura puede que no ocupe más de la mitad de la novela y el resto está hecho de digresiones. En otras novelas esto me habría parecido un gran error, pero las escenas que describe Ondaatje son tan fuertes y están tan bien escritas, que no me importa si la estructura deja que desear. Pocas veces me ha ocurrido leer tan absorto una novela con una estructura tan endeble.
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