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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

El escritor es un narcisista

Emilio de Miguel Calabiael

En sus diarios, Chirbes menciona la siguiente humorada de Reich-Ranicki sobre la vanidad de un escritor (extendible a todos los demás): “Pero hemos hablado todo el rato de mí, ahora hablemos de usted, ¿qué le ha parecido mi último libro?” La humorada tiene su aquél. Es cierto que hay que ser bastante narcisista para pensar que lo que escribimos va a interesar a alguien simplemente porque lo hemos escrito nosotros.

Un escritor de raza nunca desperdicia una ocasión para mostrar el narciso que lleva dentro y hacerse un poco de autopropaganda. Dos ocasiones que vienen pintiparadas para ello son los prólogos de libros y los obituarios. En ambos casos el escritor se ve enfrentado a una difícil decisión: ¿hablo de libro y/o del difunto o hablo de mí mismo y de mis obras, que es lo que más me apetece? Los narcisos más hábiles consiguen hacer creer que están hablando del libro/difunto, cuando en realidad, leyendo entre líneas se advierte que ése no era el verdadero tema de sus páginas. Un ejemplo de todo lo anterior lo he podido ver en el prólogo de la escritora Marta Sanz a los diarios de Rafael Chirbes en la edición de Anagrama.

El arranque del prólogo ya resulta peculiar. “Quizá yo sea la persona adecuada para escribir este prólogo. Porque yo estuve y no estuve en la vida de Rafael Chirbes, como una narradora testigo, quizá más fiable que una narradora protagonista. Me mueven menos las pasiones (…) Sin embargo, dar comienzo a este prólogo con la afirmación de que “me mueven menos las pasiones” es una mentira. Como una catedral.” Todo el primer párrafo gira en torno a la escritora. Otro tanto podría decirse de los párrafos segundo y tercero.

“… A primera vista, Rafael Chirbes no se deleitaba en la complacencia ni con los demás ni consigo mismo. Yo tampoco retrato santas ni santos. No ordeno teselas hagiográficas. Me quedo en la blanda carne del tierno claroscuro. En la fontanela de la cabeza de un recién nacido. En la parresia que me ayudó a escribir La lección de anatomía. Cuando ese título me viene a la memoria, me acuerdo de que tengo mucho que agradecerle a Rafael Chirbes…” En el tercer párrafo la autora ya mienta un poco más a Chirbes, aunque el párrafo siga en lo esencial girando en torno a ella. Por cierto que aprovecha para hacer propaganda de uno de sus libros y lo hace de manera tan barroca que yo, que presumo de un gran vocabulario, he tenido que consultar en el diccionario lo que significa “parresia”, porque me sonaba a pelea tumultuaria en un tugurio portuario, pero no, resulta que la “parresia” es “Apariencia de que se habla audaz y libremente al decir cosas, aparentemente ofensivas, y en realidad gratas o halagüeñas para aquel a quien se le dicen”. Bueno, en los tres primeros párrafos apenas he aprendido nada sobre Rafael Chirbes, pero ya conozco una palabra nueva.

s adelante en el prólogo, me voy enterando de cosas nuevas sobre Rafael Chirbes y reconozco que me interesan y que aprendo, aunque me interesarían aún más si Marta Sanz se hiciera a un lado y permitiese que el texto se enfocase sobre quien debería ser su auténtico protagonista, Rafael Chirbes y sus diarios. “… Él [Rafael Chirbes] me podía decir lo que le diese la gana porque para mí fue un apoyo generoso: me llamó cuando publiqué Animales domésticos para agradecerme la aparición estelar de unos obreros con las botas manchadas de barro; escribió un texto maravilloso sobre La lección de anatomía en el que relacionaba mi texto con la picaresca…” No está mal el desempeño. En un solo párrafo ha hecho propaganda de dos de sus novelas.

Es una pena que este ejercicio de autobombo se dé al comienzo del prólogo y lleve a leer con irritación contenida el resto del texto, porque la verdad es que contiene referencias bastante interesantes a la obra literaria de Chirbes y a la relación entre vida y obra en sus libros y a las dudas que le asaltaban,- y que asaltan a todo escritor de raza- sobre la calidad de lo que escribimos (“Porque Rafael Chirbes trabajó, angustiada y admirablemente, cada día de su vida para ser un buen escritor y un buen lector”). Realmente es un prólogo que habría que empezar a leer a partir de la página cuarta. Es ahí donde se vuelve verdaderamente interesante e iluminador.

 

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