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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

Edmund Wilson (y 4)

Emilio de Miguel Calabiael

 

(J.R.R. Tolkien, uno de los autores denostados por Wilson)

Llama la atención cómo Wilson no traga a algunos autores que hoy son de culto. El primero es H.P. Lovecraft. Encuentra los seres de Lovecraft risibles y duda de que puedan generar horror a cualquier hombre adulto (“Semejantes criaturas se verían muy bien en las portadas de las revistas de folletines, pero no llegan a ser buena lectura para adultos”). En su opinión Lovecraft no fue un buen escritor. Uno de sus mayores fallos es ir generando las expectativas de los lectores mediante adjetivos manidos como “horrible”, “terrible”, “aterrador”, “increíble”, “espeluznante”… Lovecraft se consideraba como un mero aficionado y Wilson le da la razón. Incluso apunta a que su escritura pudo ser una manera de distracción de su aburrida vida solitaria.

Otro escritor al que aborrece es J. R. R. Tolkien. El título de capítulo que le dedica lo dice todo: “¡Ooooh, qué orcos tan horripilantes!”. Para Wilson “El señor de los anillos” es una hipertrófica secuela de “El hobbit”. ¿Tengo que aclarar que el adjetivo “hipertrófico” significa rollífero y aburrido”? Otra manera en que lo explica es: “un libro infantil a cuyo autor de algún modo se le fue de las manos”, un libro en el que el autor sucumbió a la tentación de desarrollar la fantasía para sí. ¿Es esta una crítica válida? Yo creo que es una crítica justa. El filólogo que era Tolkien reconoció: “Las lenguas inventadas son el cimiento de la novela. Construí las “historias” más para ofrecer un mundo a las lenguas que viceversa”. O sea, en palabras de Wilson, estamos ante “una historia fantástica sobrevalorada, una curiosidad filológica”. Wilson piensa que se ha producido una magnificación de “El Señor de los anillos” de la que son responsables los admiradores de Tolkien.

Y ahora pasemos revista a las críticas de Wilson: mala calidad del verso de Tolkien y prosa “pésima” (“propios de un profesor aficionado”, según Wilson); los episodios nunca se desarrollan demasiado; descripción pobre de los personajes, que apenas superan la condición de estereotipos; una inventiva pobre “que roza (…) lo patético (aquí Wilson no es justo. Tolkien ha aplicado con éxito los esquemas tradicionales de los cuentos de hadas que llevan milenios funcionando satisfactoriamente. Por eso consiguió su éxito); le faltan realidad y solidez al mundo que crea; en resumen, le falta imaginación.”

De Somerset Maugham afirma que es un escritor de segunda línea. Yo añadiría que puede que sea un escritor de segunda línea, pero que escribió obras de primera línea como “Sobre la servidumbre humana” y “El filo de la navaja”. En su opinión, “… el lenguaje de Maugham siempre es banal y ni siquiera tiene un ritmo interesante.”

Wilson se mostró entusiasta con las primeras novelas de Evelyn Maugham, “Decline and Fall” y “Vile bodies”. Encontró que “estas novelas de Waugh son las únicas en Inglaterra comparables con Fitzgerald o Hemingway. No son tan poéticas; son quizás menos intensas; pertenecen a una tradición más clásica. Pero creo que durarán…” Dada esta crítica, resulta luego sorprendente su ataque a una de las novelas más apreciadas de Waugh, “Retorno a Brideshead”, un trago amargo en palabras de Wilson. Cree que parte de su fracaso es que en esa novela abandonó sus convenciones cómicas y acabó cayendo en la fantasía romántica. Peor todavía, privado de la sátira, Waugh mostró su inmenso esnobismo. Esta última crítica es más que adecuada. Waugh era un esnob que hubiera querido nacer en alguna de las viejas familias católicas del país. Otra manera de leer la novela para Wilson es como un gran panfleto católico.

No obstante lo anterior, Wilson reconoce algunos logros de la novela. El protagonista, Charles Ryder, está a caballo entre el mundo de los Brideshead y su propio entorno familiar menos brillante. Otro logro es la descripción de las vacaciones de la infancia de Ryder. A pesar de todo, “Retorno a Bridshead” sí que tiene algunos toques humorísticos y éstos son de los mejores que Waugh haya escrito nunca. Wilson concluye afirmando,- y acertando-, que será probablemente la novela más exitosa de Waugh.

Todos estos ensayos de Wilson me han encantado, incluso cuando discrepaba de él. Eso sí, Wilson sufre de esa falla de los críticos anglosajones para los que la literatura se limita a la escrita por autores anglosajones y algo a la escrita por franceses. La cultura francesa es la única que mantiene cierto prestigio a los ojos de los anglosajones, tal vez por el recuerdo de la conquista normanda que impuso el francés como idioma de cultura en Inglaterra durante tres siglos. En el caso particular de Wilson, que había aprendido ruso motivado por el interés que le produjo la Revolución soviética, también hay referencias a la literatura rusa.

¿Y España? Sólo he encontrado referencias a dos personajes españoles en las más de 800 páginas del libro. Una es Picasso, de quien se muestra muy crítico a nivel personal. “Hay un punto más bien vulgar en él- en su arte tanto como en su comportamiento.” El otro es José Robles, profesor universitario e idealista, que fue amigo de John Dospassos, y que fue asesinado por agentes comunistas durante la Guerra Civil Española bajo acusaciones fabricadas de “fascismo”.

 

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