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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

Cita en Granada

Emilio de Miguel Calabiael

(Esta pasa por ser la última foto conocida de García Lorca en Madrid)

Hay un cuento muy famoso en “Las mil y una noches” que se titula “Cita en Samarra”. Cuenta que un servidor del Califa va una mañana al mercado de Bagdad y se encuentra allí a la Muerte. Muy asustado, vuelve a Palacio y le dice al Califa el encuentro que ha tenido y le pide que le deje marchar a Samarra a ocultarse en la casa de sus padres. El Califa se lo autoriza. Un poco mosqueado con lo sucedido, el Califa ordena a otro de sus servidores que vaya al mercado y le traiga a la persona que asustó tanto al primero. La Muerte comparece ante el Califa, quien le pregunta por qué asustó a su servidor. La Muerte se excusa. No quiso asustarlo. Simplemente se sorprendió de encontrarlo en Bagdad, porque tenían una cita esa noche en Samarra.

Eso mismo le ocurriría en el verano de 1936 a Federico García Lorca. Huyó de Madrid, por temor a lo que se estaba preparando, y acabó encontrando la muerte en Granada.

En 1936 García Lorca se encontraba en la cúspide de su carrera. “Bodas de sangre” había cosechado un gran éxito en Buenos Aires tres años antes y le había permitido conseguir la independencia económica. En México Margarita Xirgú estaba representando sus obras con gran éxito y en febrero de 1936 llevó “Yerma” a La Habana.

Creativamente también estaba en lo más alto. Desde su regreso a España en 1934, terminó “Yerma”, “Doña Rosita la soltera”, “La casa de Bernarda Alba” y “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías”. Al mismo tiempo estaba experimentando con el teatro de vanguardia, siendo en este período cuando concluyó “El Público” y empezó “Comedia sin título”, en la que estaba trabajando cuando le mataron.

Aunque en lo esencial estuviese próximo a los ideales repúblicanos y simpatizase más con las izquierdas, García Lorca intentaba mantenerse apolítico. En cierta ocasión, preguntado por el periodista Luís Bagaria por los poetas de la generación del 27, comentó: Alberti quiere comprometerme y yo no quiero compromisos políticos, yo no soy de ningún partido ya lo he dicho muchas veces, yo soy comunista, falangista, anarquista, monárquico, republicano, de Izquierdas, de Derechas… pero por encima de todo yo soy español, yo soy Poeta y ¡un Poeta, pienso, no puede ser militante de un partido político!… porque está comprobado que cuando el poeta se hace militante de una ideología deja de ser poeta”. Precisamente su relación con Alberti se enfriaría un tanto porque García Lorca le hacía ascos al Partido Comunista y, en cambio, desarrollaría una amistad basada en el respeto y la cultura con José Antonio Primo de Rivera. Pero nada de eso le serviría en el verano de 1936, ni tan siquiera proclamarse en una tertulia a comienzos de julio del “partido de los pobres, pero de los pobres buenos”. Su imagen pública era la de un poeta homosexual vinculado a la República y a la izquierda.

Cuando uno se fija en sus últimos meses de vida, en los que las posibilidades de salir de España no faltaron, uno piensa que lo mismo inconscientemente intuía que tenía una cita con la Muerte y no quería faltar.

En abril Margarita Xirgú, que a su regreso de La Habana se había encontrado un ambiente teatral muy propicio en México, le propuso a García Lorca que se le uniese allí. García Lorca consideró la posibilidad e incluso habló de embarcar rumbo a México, pero no llegó a hacerlo. He leído en muchas partes que los Embajadores de México y Colombia en España, al ver cómo se estaba caldeando la situación en España le invitaron a refugiarse en sus respectivos países por su seguridad. No he encontrado cuál es la fuente original de la historia, que es posible que sea cierta.

El escritor Manuel Francisco Reina hace unos años afirmó que había encontrado la respuesta a la razón de por qué García Lorca no salió de España. En aquel entonces García Lorca llevaba más de un año saliendo con un joven que en 1936 tenía 19 años, Juan Ramírez Lucas. Según la legislación de entonces, Ramírez Lucas era menor de edad y necesitaba la autorización de su padre para salir del país. Su padre, que era muy conservador y al que no le gustaba la relación de su hijo con Lorca, no estaba dispuesto a darle la autorización. En su última carta a Juan, que precisamente data del 18 de julio de 1936, Lorca le recomienda diplomacia y temple para lidiar con su padre. Reina especula con que Lorca no quiso salir de España para no dejar a Juan atrás.

Sus movimientos en Madrid a mediados de julio han sido descritos en muchas partes. El día 11 cenó en casa de Pablo Neruda. Aquí me he encontrado con una contradicción que no consigo aclarar. Mientras que en muchos lugares he leído que Neruda y Lorca se dieron una cita para asistir el 19 de julio en un combate de lucha libre organizado por Boby Deglané en el Circo Price, Manuel Peinado Lorca dice que en esa cena Lorca afirmó que los campos se iban a llenar de muertos y que él se iba a refugiar en Granada. Lo de que los campos se iban a llenar de muertos también se lo dijo al escritor Rafael Martínez Nadal en su último día en Madrid. ¿Estaba tan obsesionado con la tragedia que barruntaba como para repetir esa frase un par de veces en dos días o Peinado Lorca se equivoca y pone esa frase en sus labios en un momento distinto al que la pronunció?

El día 12 leyó en el domicilio del doctor Eusebio Oliver “La casa de Bernarda Alba”, que había terminado el 19 de junio. A la lectura asistieron, entre otros, Dámaso Alonso, Jorge Guillén, Pedro Salinas y Guillermo de Torre.

En muchos sitios he leído que el día 13 pasó por la tarde por las oficinas de Cruz y Raya, la editorial que dirigía su amigo José Bergamín. No le encontró. Le dejó el manuscrito de “Poeta en Nueva York” y una nota en la que decía: “Querido Pepe, he estado a verte y creo que volveré a verte”. Dado que fue la noche del 13 que salió para Granada, tiendo a pensar que más bien sería el 12, como también he leído en algún otro sitio.

La decisión de marchar a Granada, que ya debía de estarla barruntando, debió de tomarla precipitadamente el día 13 de julio, al enterarse del asesinato de José Calvo Sotelo. Lorca, como muchos otros españoles ese día, debió de pensar que las cosas iban a terminar muy mal. Una prueba de que la decisión debió de ser repentina, es que aquella noche estaba invitado a una cena en casa del diplomático chileno Carlos Morla. Le estuvieron esperando un buen rato, hasta que alguien les avisó que esa tarde había salido para Granada.

El día 13 de julio almorzó con Rafael Martínez Nadal. Martínez Nadal y Ian Gibson mantuvieron una polémica en 1980 sobre si el último día de Lorca en Madrid había sido el 13 (posición de Gibson) o el 16 de julio (posición de Martínez Nadal). A pesar de lo que afirma Martínez Nadal, existe una carta de la madre de García Lorca a su hermana Isabel, datada el 15 de julio, en la que le dice que el día anterior recibieron la agradable sorpresa de la llegada de Federico.

Martínez Nadal ha narrado con detalle cómo fue ese último día de Lorca en Madrid. Martínez Nadal le recogió poco antes de las dos en su piso del 102 de la calle Alcalá para llevárselo a comer a su casa. Nadal le encontró deprimido y desorientado. Durante el almuerzo, Federico les preguntó a Nadal y a su madre por lo que creían que iba a pasar y les consultó si debía quedarse en Madrid o marcharse a Granada. Comentó que le daba miedo dormir solo en su piso de la calle Alcalá. Nadal y su madre le ofrecieron que se quedara con ellos en una habitación que tenían libre. No parece que recogiera la invitación. A los postres señaló que el 18 de julio iba a ser su onomástica y la de su padre y que a sus padres les agradaría que la celebrase con ellos en la Huerta de San Vicente.

Tras el almuerzo, salieron los dos amigos a tomarse un coñac. Lorca cada vez tenía más claro que se iría a Granada, aunque seguía con sus dudas. En un momento dado dijo: “Rafael, estos campos se van a llenar de muertos”. Y poco después, añadió: “Está decidido. Me voy a Granada y que sea lo que Dios quiera”.

Haber tomado finalmente la decisión pareció animarle. Cogieron un taxi y en el trayecto Lorca le contó su proyecto de escribir una trilogía bíblica. De vuelta a la Gran Vía, compró unos libros suyos en la librería alemana para que Martínez Nadal se los enviara a unos admiradores suyos escandinavos y luego fueron a la agencia Cook a reservar cama en el expreso de Andalucía.

Fueron a casa de Lorca. De pronto le volvió el abatimiento. Se puso a hacer las maletas, que era algo que detestaba (esto es lo único que tengo en común con Lorca; ojalá también tuviera en común el genio literario). Intentó cerrarlas y no pudo. “Sudoroso, desalentado, se dejó caer en una silla. ‘Nada, que no me puedo ir’”. Si estuviéramos en un cuento tradicional, sería el ángel de la guardia, que hace un último intento para que no se vaya a Granada y salvarle. Pero también los cuentos tradicionales dicen que cuando uno está condenado, lo está, y de nada sirven los intentos de última hora para apartarle de su destino. La Muerte es una dama a la que no le gusta esperar.

Cuando iban a salir, Lorca volvió a su cuarto, abrió un cajón de su mesa, sacó un paquete y le dijo a Martínez Nadal: “Toda. Guárdame esto. Si me pasara algo, lo destruyes todo. Si no, ya me lo darás cuando nos veamos.” “Esto” era “El Público”, la gran obra de teatro surrealista de Lorca, que auguraba por dónde habría podido ir su teatro si no le hubiesen asesinado unas semanas más tarde.

Esta parte del relato tan dramática fue puesta en duda por la hermana del poeta, Isabel García Lorca, en sus memorias. Cree que se la inventó Martínez Nadal para justificar por qué estaba en posesión de varios papeles de su hermano, entre los que se encontraba el manuscrito de “El Público”. Desde luego, no cuadra ese deseo de que destruyera una obra que ya había dado a conocer en distintas versiones a sus amigos y de las que circulaban varias versiones. Por otra parte, según todos los testimonios, Lorca era un hombre preocupado por lo que estaba sucediendo en España, pero no creía que su vida corriera peligro inminente, al menos en Granada, donde pensaba que estaría seguro.

Martínez Nadal le acompañó hasta la estación y allí se despidieron. Para siempre.

Aquí podría terminar esta entrada, pero quiero fantasear lo que habría sido la vida de Lorca si la imposibilidad de cerrar las maletas la hubiera visto a la manera de los antiguos, como un presagio de que no debía marcharse, o si ver el combate de lucha libre del 19 de julio en compañía de Neruda le hubiese apetecido tanto que le hubiese hecho posponer su viaje, o si se hubiese llamado Fernando en lugar de Federico y su santo hubiese caído el 30 de mayo.

Lorca sin duda se habría alineado con la República. Posiblemente habría seguido dirigiendo La Barraca y la habría llevado por los pueblos de España en un intento de levantar la moral de la población y las tropas. En 1938 Juan Ramírez Lucas habría sido mayor de edad. Para entonces resultaría evidente que la República tenía la guerra perdida. Ambos se habrían exiliado ese año en algún país de Latinoamérica, posiblemente México o Argentina. Lorca habría escrito nuevas obras de teatro experimentales. Puede que su poesía se hubiera enriquecido al contacto con una nueva realidad, como le ocurrió con el viaje a Nueva York, o puede que lejos de España, añorándola, su inspiración poética se habría secado.

Dado que sus padres pasaron la frontera de los ochenta, es posible que a la muerte de Franco, Federico, con 77 años, aún se encontrase razonablemente bien de salud. Seguramente habría regresado a España, tal vez un 23 de octubre de 1977 y al llegar, ante los periodistas que le habrían estado esperando en el aeropuerto, habría dicho: “Ja soc aquí” (esto, creo que me he liado con alguna otra historia).

 

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