ABC
Suscríbete
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizMi ABCABC
Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

¿Por qué pensamos que China se tenía que democratizar? (1)

Emilio de Miguel Calabiael

Durante muchos años,- yo creo que hasta 2005/2010-, muchos pensaron que a medida que se enriqueciese, China se democratizaría y en un futuro no tan lejano nos encontraríamos con urnas y elecciones pluripartidistas en Pekin. ¡Con qué facilidad nos engañamos los seres humanos cuando queremos!

Tuvimos dos equivocaciones, una de comisión y la otra de omisión. La de comisión fue asumir que capitalismo y libre mercado equivalen a democracia. La de omisión fue no querer ver todas las señales que nos enviaban los chinos de que antes echarían ketchup al pato a la pequinesa que democratizarse.

Empecemos por la comisión. No sé a quién se le ocurrió que capitalismo y libre mercado eran lo mismo que democracia. El capitalismo y el libre mercado para florecer necesitan: 1) Una legislación que respete el derecho de propiedad; 2) Un sistema judicial fiable y previsible, que garantice que los pleitos tendrán una solución aceptable. Y punto pelota. La democracia no es uno de los requisitos que necesitan para prosperar. De hecho se podría aducir que la democracia puede ser contraproducente para el capitalismo y el libre mercado. La democracia puede acarrear cambios de gobierno que modifiquen el marco legislativo. Una opinión pública que se oponga a un proyecto por razones medioambientales o cualesquiera otros puede convertirse en un moscón incómodo. Y, finalmente, la democracia suele pedir que se respeten unos estándares mínimos laborales y medioambientales.

Las pruebas de que capitalismo y libre mercado y democracia no van unidos son innumerables. Allende, presidente elegido democráticamente, apostó por un modelo económico que podría calificarse de socializante. El dictador Pinochet implantó una política de libre mercado, que fue inspirada por los denominados “Chicago Boys”, economistas que se habían formado en el Departamento de Economía de la Universidad de Chicago y que seguían las teorías de Milton Friedman. Otro ejemplo: Singapur en 2022 es la economía más libre del mundo según el ránking que elabora The Heritage Foundation y que tiene en cuenta parámetros tales como la libertad para establecer un negocio, el respeto a la propiedad privada y la libertad para invertir. Elementos tales como la celebración de elecciones competitivas que permitan un cambio de partido en el poder o la efectividad de la libertad de expresión no son computados en ese ránking. Podría seguir dando ejemplos, pero me voy a detener aquí, porque casi me interesa más la equivocación por omisión.

Para entender las transformaciones de China hay que partir de 1974, cuando agonizaba la Revolución Cultural que había traído el caos al país durante ocho largos años. El propio Mao, que era quien había desatado la Revolución Cultural, a esas alturas se había dado cuenta de que el país necesitaba estabilidad. Los dos últimos años del régimen de Mao estuvieron marcados por los enfrentamientos entre la denominada “banda de los cuatro”, que quería continuar el proceso revolucionario de la Revolución Cultural y el bando del Primer Ministro Zhou Enlai y de Deng Xiaoping, que querían dejarse de aventurerismos revolucionarios y estabilizar el país. Este enfrentamiento era en parte ideológico, pero lo fundamental era el poder: ¿quién se haría con el control del país a la muerte de Mao? Eso sí, ninguna de las dos facciones concebía un futuro en el que el Partido Comunista Chino (PCCh) no controlase el Estado.

El enfrentamiento se saldó con la victoria de la facción de Deng Xiaoping. La “banda de los cuatro” no tenían propuestas constructivas que ofrecer más allá de crear un estado de revolución permanente que trajera más caos todavía.

Podemos considerar que el denguismo y el proceso de reforma económica de China comenzó en la III Sesión Plenaria del XI Comité Central del PCCh. Bajo el impulso de Deng, la Sesión se centró en la modernización del país; Deng habló de cuatro modernizaciones: industria, agricultura, defensa nacional y ciencia y tecnología. Es cierto que también habló de democracia, pero hay que entender el concepto aplicado en un marco comunista. Democracia implicaba introducir una cierta descentralización, evitar que todo el poder se concentrara en una sola persona, evitar que las divergencias ideológicas intrapartidistas se dirimieran de forma violenta o coercitiva y permitir un cierto intercambio de opiniones, pero todo dentro del marco del Partido. Deng también habló de la necesidad de corregir la fusión entre Partido, Estado y empresas, que no es lo mismo que decir que el Partido se disociaría de la conducción del Estado.

En todo caso, por si alguien quiso ver allí un comienzo de apertura democrática, Deng dejó bien claro que el objetivo final era convertir a China en un “moderno y poderoso país socialista”. Más aún, Deng fijó los cuatro principios fundamentales e irrenunciables: 1) Perseverar en el camino socialista; 2) en la dictadura del proletariado; 3) en la dirección del PCCh y 4) en el marxismo-leninismo y el pensamiento de Mao. En una actitud muy asiática, se incorporarían aquellos elementos del capitalismo que fueran útiles, pero en modo alguno se instauraría un sistema capitalista.

La cuestión es que en aquellos años en Occidente había un deseo tan grande de ver democratizarse a China, que cualquier pequeña señal se magnificaba, mientras que se procuraba pasar por alto todo aquello que inciaba que por ahí no iban los tiros. Uno de los datos que hizo entusiasmarse a los analistas ingenuos fue el discurso que Deng Xiaoping pronunció el 18 de agosto de 1980 con el título “Reforma del Sistema de Gobierno del Partido y del Ejecutivo”. Se puede entender ese entusiasmo porque el discurso incluía párrafos como éste: Nuestra Constitución debería hacerse más completa y precisa de manera que realmente garantice el derecho del pueblo a gestionar los órganos estatales a todos los niveles, así como las diversas empresas e instituciones, para garantizar a nuestro pueblo el pleno disfrute de sus derechos como ciudadanos, para hacer posible que las regiones habitadas por minorías nacionales ejerciten una autonomía regional genuina, para mejorar el sistema de los congresos populares, etc.” Antes de descorchar las botellas de champán, los analistas hubieran debido comparar ese texto con el siguiente: “[La nuestra] es una sociedad de verdadera democracia, el sistema político que asegura la gestión efectiva de todos los asuntos públicos, la participación más activa del pueblo obrero en el gobierno del Estado y la combinación de los derechos y libertades reales del ciudadano con sus obligaciones y responsabilidad hacia la sociedad.” Este texto bebe del mismo espíritu que el párrafo anterior. Pero resulta que está sacado de la Constitución de la URSS de 1977, época que hasta los más optimistas califican como de estancamiento.

Una lectura sobria y desapasionada de este discurso de Deng pone en evidencia cuál era su verdadero significado. Deng estaba abogando por una reforma de las estructuras administrativas para que las reformas económicas pudieran funcionar. También abogaba por evitar la excesiva concentración de poder en manos de una persona. Éste fue un leit-motiv de aquellos años. La experiencia de lo que había sido el liderazgo de Mao, había dejado a los líderes del PCCh sin ganas de repetir. En resumen, el discurso de 1980 no abría la puerta hacia la democratización del país, ni al establecimiento de un sistema de división de poderes, sino que establecía las reformas políticas y administrativas que eran necesarias para que la modernización económica aprobada en el XI Comité Central pudiese llegar a buen puerto.

 

Historia

Tags

Emilio de Miguel Calabiael

Post más recientes