ABC
| Registro
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizABC
Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

El General que perdió Vietnam

Emilio de Miguel Calabia el

Lewis Sorley subtituló su biografía del General Westmoreland como “El General que perdió Vietnam”. El subtítulo no puede ser más apropiado. Westmoreland dirigió entre junio de 1964 y junio de 1968 el Mando de Asistencia Militar a Vietnam (MACV). Cuando asumió el mando, la opinión pública norteamericana todavía no estaba hastiada de la guerra de Vietnam y las protestas contra ella aún no eran masivas. La economía era próspera y habia recursos suficientes para hacer frente a la guerra. La República de Vietnam del Sur ya había dado muestras de que no era ningún prodigio de estabilidad política, pero sus élites y sus tropas aún no se habían dejado ganar por la desmoralización. Contaba con la confianza del Presidente Johnson, que había dejado la conducción de la guerra en buena medida en manos de la Junta de Jefes de Estado Mayor. Una medida de esta confianza es que el Gobierno norteamericano puso a disposicion de Westmoreland casi todos los recursos que éste le pidió. Cuando llegó a Vietnam, en el país había unos 2.000 norteamericanos en tareas de asesoramiento a las FFAA y en la realización de operaciones encubiertas. Cuando se fue EEUU tenía sobre el terreno medio millón de hombres combatiendo sobre el terreno y sus aviones hacían 400.000 salidas anuales. Y a Westmoreland todavía le parecía poco. 

En 1964 Westmoreland podía parecer una opción evidente para dirigir el esfuerzo bélico en Vietnam. Su curriculum era notable. Había sido uno de los cadetes más brillantes de su promoción en West Point. Se había desempeñado bien en la II Guerra Mundial y en la Guerra de Corea, ganándose la fama de un jefe firme, que se preocupaba por sus hombres y en quien se podía confiar. Otras cosas que Westmoreland tenía a su favor eran: un físico envidiable e imponente (aún somos tan cromañones que cosas como ésa influyen nuestros procesos de selección, aunque estemos buscando a un físico nuclear); una esposa hermosa y con encanto, Katherine Van Deusen, con gran habilidad social y bastante más inteligente que él; una disposición natural a llevarse bien con los superiores (vale, lo diré, era un poco lameculos).

Sin embargo, durante su mando en Vietnam serían sus carencias las que saldrían a la luz. La primera es que las ideas estratégicas de Westmoreland se habían quedado detenidas en la II Guerra Mundial, donde combatió en la artillería. Para él todo se resumía en una cuestión de potencia de fuego; el que tenga más cañones gana. Westmoreland no era un intelectual, no le gustaban ni leer ni estudiar. Simplemente no se preocupó por ponerse al día sobre los cambios estratégicos y operativos ni en aprender sobre las operaciones de contrainsurgencia. En resumen, Westmoreland estuvo luchando todo el rato en Vietnam la guerra equivocada.

En relación con lo anterior, muchos de sus subordinados han apuntado a que parecía tener problemas para entender problemas complejos. Uno comenzaba a explicarle una situación un poco complicada y enseguida sentía que le había perdido. Y cuando Westmoreland sacaba sus conclusiones de lo que se le había explicado, uno comprendía que efectivamente no se había enterado de nada.

Lo anterior se traducía en una falta de flexibilidad. Westmoreland era incapaz de cambiar sus planteamientos para adaptarlos a una situación cambiante. Si sus ideas no funcionaban, optaba por no ver la realidad y venderles a sus jefes que estaba haciendo progresos. Como eso era lo que sus jefes querían oír, hasta la Ofensiva Tet todo funcionó a las mil maravillas.

Un ejemplo de lo anterior ocurrió cuando el Informe Periódico de Inteligencia del MACV de enero de 1967 mostró que en el año anterior el enemigo había tomado de manera creciente la iniciativa. Los combates iniciados por iniciativa del enemigo se habían multiplicado por 1,5/2 en relación a comienzos de 1966. Eso no cuadraba con lo que Westmoreland y Johnson estaban vendiendo a la opinión pública de que a los norvietnamitas les estaban dando a base de bien. ¿Qué hizo Westmoreland? Ordenó a su equipo que redefiniera lo que se consideraría como operación iniciada por el enemigo. Con un pequeño cambio semántico, habían mejorado las estadísticas. Lástima que la realidad sea mucho más que números.

Westmoreland abordó la Guerra de Vietnam como si se tratase de la II Guerra Mundial con vietnamitas en lugar de con alemanes. Dado que él tenía más cañones, más aviones y más tanques que el enemigo, todo consistía en abrumarle con su potencia de fuego. Sin embargo, salvo en Ia Drang, los norvietnamitas rehuyeron las batallas campales, aquéllas en las que la superioridad de fuego norteamericana habría sido decisiva. 

Westmoreland consideró que la manera de ganar la guerra era mediante el desgaste del enemigo. Según sus cálculos, por cada norteamericano que caía, morían diez vietnamitas. Por consiguiente todo consistía en alcanzar el punto de inflexión, aquel momento en el que los norvietnamitas estuvieran perdiendo más hombres de los que pudieran reemplazar.

En teoría, el plantamiento podía hasta resultar atractivo. En la práctica no funcionó. Vietnam del Norte estaba dispuesto a aceptar un nivel de bajas muy elevado para conseguir sus objetivos, mientras que la tolerancia norteamericana a las bajas era muy reducida, muchísimo más que en la II Guerra Mundial o en la Guerra de Corea.

Westmoreland nunca entendió la naturaleza política de la guerra que estaba combatiendo. Creyó que, como en la II Guerra Mundial, todo consistía en matar enemigos y ocupar territorio. Se le escapó que en esa guerra la ideología era importante y que, en terminología de otros más avispados que él, había que conquistar las cabezas y los corazones de los vietnamitas.

Por una mezcla de arrogancia, desprecio racial e incomprensión de la verdadera naturaleza de la guerra, Westmoreland no prestó la atención debida a sus aliados survietnamitas. Americanizó la guerra. No quiso dotarles de los armamentos más modernos que iban llegando. No confió en ellos. Como mucho eran comparsas de los norteamericanos que eran quienes iban a ganar la guerra.

En 1967 la Administración Johnson lanzó lo que se denominó la “Ofensiva del Progreso” (“Progress Offensive”). Se trataba de convencer al pueblo norteamericano de que la guerra de Vietnam se estaba ganando. Westmoreland, con su gusto por las relaciones públicas y su adulación al poder, se prestó encantado a la operación. Viajó a Washington y allí dijo una de sus mentiras más gordas (lo que es mucho decir, ya que su carrera en Vietnam y después estuvo trufada de mentiras): afirmó que en marzo se había alcanzado el famoso punto de inflexión en el que los norteamericanos estaban matando más enemigos de los que éstos podían reemplazar. Intervino ante una Sesión Conjunta del Congreso y el Senado y afirmó sin pestañear que estaba aplicando la estrategia adecuada y que estaba teniendo resultado. Su intervención fue muy aplaudida. Fue el punto álgido de su carrera. A partir de ahí las cosas se torcieron.

En julio el Secretario de Defensa, McNamara, visitó Vietnam y ocurrieron dos sucesos importantes. El primero fue que, en el curso de las presentaciones que le hicieron, McNamara se dio cuenta de que era mentira que hubiesen alcanzado el punto de inflexión. Al contrario: los números mostraban que el enemigo había incrementado el número de combatientes sustancialmente. El segundo fue que en el curso de una rueda de prensa, McNamara dijo que si Westmoreland le pedía más hombres, se los daría… a condición de que mostrase que estaba utilizando eficazmente los que ya tenía. Fue la primera vez que la Administración le desautorizó en público. 

Irónicamente la desautorización por McNamara posiblemente hiciera que Westmoreland continuase al frente del MACV un año más. En mayo el General Creighton Abrams había llegado a Vietnam como número dos del MACV, con la idea de que reemplazaría a Wesmoreland en el verano. Tras las declaraciones de McNamara en julio, cesar a Westmoreland habría sido como abofetearlo y reconocer que las cosas no estaban tan bien como decía la Administración. Por otra parte, la oposición a la guerra iba aumentando y Westmoreland había demostrado que se plegaba bien a los deseos de la Administración de contar con pronunciamientos optimistas sobre la guerra. Westmoreland podía ser un General incompetente, pero era el tipo de relaciones públicas que necesitaba la Administración del Presidente Johnson.

En su momento Westmoreland pudo pensar que la extensión de su mando había sido una suerte. A la larga resultó un desastre. Si hubiera salido del país en agosto de 1967, como se esperaba, habría pasado a la Historia como uno de los generales que estuvo al frente del MACV y punto. El retraso de casi un año en su salida hizo que pasase a la Historia como “el General que perdió Vietnam”.

El primer error que cometió en ese año extra fue dejar que a finales de 1967 los norvietnamitas le arrastraran a la batalla de Khe Sanh. Khe Sanh era una base difícilmente defendible al norte de Vietnam del Sur, muy cerca de la frontera con Laos. Aunque representaba más una carga que una baza, Westmoreland quería mantenerla porque confiaba en utilizarla un día como trampolín para atacar la ruta Ho Chi Minh. Cuando los norvietnamitas amenazaron Khe Sanh, Westmoreland no dudó un momento en utilizar todos sus recursos para defenderla. A Westmoreland no se le ocurrió pensar que tal vez los norvietnamitas lo que querían era distraer su atención, que dirigiera sus tropas a una zona selvática remota, mientras ellos preparaban su Ofensiva Tet.

La noche del 29 al 30 de enero de 1968 el Ejército norvietnamita y el Vietcong atacaron hasta cuarenta poblaciones de Vietnam del Sur. La idea era provocar un levantamiento popular que derribaría al Gobierno de Vietnam del Sur. A Westmoreland el ataque le pilló en bragas. No lo había visto venir. Peor que eso, cuarenta y ocho horas después del inicio de la ofensiva, aún seguía afirmando que era una maniobra de distracción para despistarle del verdadero objetivo norvietnamita, que era The Sanh

En términos estrictamente militares, la ofensiva Tet fue un fracaso para los norvietnamitas. No consiguieron sus objetivos estratégicos (no lograron conservar ninguna de las ciudades que atacaron y que en algunos casos conquistaron) ni políticos (no hubo levantamiento popular antigubernamental) y las fuerzas del Vietcong fueron diezmadas. Sin embargo, la ofensiva Tet representó un gran éxito político y supuso un punto de inflexión en la guerra. La ofensiva mostró a los norteamericanos la determinación norvietnamita en llevar la guerra hasta el final. 

Uno de los elementos que contribuyó a la victoria mediática y política norvietnamita fue… el General Westmoreland. Pocos meses antes de la ofensiva había asegurado con convicción que la luz ya se veía al final del túnel. Sí, pero era la luz de los morteros norvietnamitas. Westmoreland quedó tan desprestigiado que, cuando dijo la verdad al final de la ofensiva de que los norvietnamitas habían sido derrotados, nadie le creyó.

En abril de 1968 Westmoreland entregó el mando del MACV. Se pasaría los 37 años de vida que le quedaban obsesionado por Vietnam. No pararía de dar conferencias y escribir libros y artículos en los que afirmaría una y otra vez que no se equivocó, que si no logró la victoria fue porque no le pusieron a su disposición los medios que hubiera requerido. Sus libros y artículos sobre Vietnam son un ejercicio magistral de medias verdades y distorsiones. Tanto que al final más que indignar resultan patéticos. Uno puede ver tras ellos la desesperación de un hombre que sabía que la Historia le juzgaría por su fracaso en Vietnam y que el juicio no sería benévolo. Y así fue.

 

 

Historia

Tags

Emilio de Miguel Calabia el

Entradas más recientes