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Entrevista a Hiroshi Sugimoto

Entrevista a Hiroshi Sugimoto
Elena Cué el

 Autor: Elena Cué

 

 

 

   

Hiroshi Sugimo’s portrait. Courtesy of the artist.

 

El artista japones Hiroshi Sugimoto (1948), es un fotógrafo que reside entre Tokyo y Nueva York. Ha sido merecedor del Premio Internacional de la Fundación Hasselblad (2001), del Premio Imperial (2009), la Medal with Purple Ribbon (2010), la Officier de la Ordre des Arts et des Lettres (2013) y el Premio Isamu Noguchi (2014).

Si algo caracteriza las fotografías en blanco y negro de Sugimoto es el el uso de la luz natural, las sombras y la pureza de formas, algunas muy próximas a lo pictórico. Ante muchas de ellas, obliga al espectador no sólo a contemplarlas sino a pensarlas; como sus conocidos paisajes marinos, de una inmutabilidad que hace perder la noción del tiempo. Nos invitan a una constante reflexión sobre el origen e historia del mundo y de nuestra cultura donde conceptos como espacio y tiempo son explorados ampliando nuestra formas de percepción. 

Sin preámbulo empezamos nuestra conversación en su austero estudio de Nueva York. Grandes ventanales inundan de luz su despacho presidido por dos fotografías: la rueda sobre sillín de Duchamp y una de sus teatros.

 

La fotografía del mar en la entrada me ha hecho recordar la gran exposición que presentó en Londres (2012) junto a los cuadros de 1969 de Rothko, un año antes de suicidarse, fue muy interesante. Estas fotografías inducen a la meditación…

Sí, la gente pasa bastante rato delante de mis paisajes marinos, y yo experimenté cierta sensibilidad similar con las pinturas de Rothko. Por eso puse las dos juntas. Sobre todo sus años finales son muy monocromáticos y abstractos, y eran el eco de mis particulares paisajes marinos nocturnos.

 

 

 

 

Recuerdo la belleza aumentada de las fotografías al haber retirado el cristal de ellas, eran como pinturas…

Sí, pero al precio de fotografías.

 

¿Esta implícita la espiritualidad oriental en su obra?

 No me importa si es espiritualidad oriental u occidental… Hay espiritualidad.

 

No le gustan las etiquetas.

Desde el punto de vista comercial llego a un público más amplio si no la denomino “oriental” u “occidental”.

 

Su serie Elogio de la sombra nos remite directamente a Junichirō Tanizaki. ¿Cuál es el enigma de la sombra para usted?

Yo vivo en la sombra… Me gusta la sombra, por eso me hice fotógrafo en blanco y negro. La cualidad de la sombra dice algo, y la puedo controlar… las tonalidades desde la oscuridad hasta la luz. La fotografía en blanco y negro es el mejor medio para mostrarlo.

 

¿Qué tipo de luz prefiere usar en sus fotografías?

Natural, por supuesto.

¿Y qué piensa de la estética contemporánea de la luz, alguien como usted que pertenece a una civilización antitética a la civilización occidental?

Tanizaki se queja de la sociedad moderna, con su luz artificial. Desde que los seres humanos inventaron la luz artificial, nuestro estilo de vida ha cambiado, sobre todo con la energía eléctrica. Con la luz de las velas el ambiente era más humano. Entonces, de repente, tuvimos la energía nuclear y la electricidad… y cambiamos a la vida nocturna. Antes, esa vida era hermosa e íntima, y en cierto modo ha sido su cualidad poética lo que todos hemos perdido. Ha tenido su lado positivo, pero no ha sido este. Hemos perdido mucho, en vez de obtener algún beneficio.

 

Una vez que hemos hablado sobre la luz, tratemos ahora sobre el vacío. ¿Por qué en la serie de Teatros los escenarios iluminados están vacíos?

Parecen vacías, pero están llenas de información. Han acumulado la información de los millones de pequeñas fotografías que integran una película. Antes de que se inventasen las películas, se inventó la fotografía. Para hacer una película, hay que encadenar imágenes instantáneas para que parezca que es imagen en movimiento. Todo es una ilusión del ojo humano. Así que en el blanco hay muchas imágenes. No está vacío, está abarrotado.

 

  

 

Hiroshi Sugimoto. El Capitan, Hollywood, 1993, gelatin silver print, courtesy l’artista

 

Su obra evoca constantemente los escenarios primigeneos. ¿Qué importancia tiene para usted esa infancia del mundo?

Yo me siento como si fuese un hombre de la edad de piedra. Intento volver a las raíces originales de nuestra mente, de nuestra conciencia, que tal vez perdimos hace muchos miles de años, o quizá hace solo cincuenta o cien. En cierto modo, la mentalidad de los humanos era diferente. Eso es lo que nos dice Tanizaki en Elogio de la sombra. También en este caso la sociedad moderna tiene una cara negativa y otra positiva. Eso es lo que intento salvar antes de que se pierda por completo.

 

  

 

Hiroshi Sugimoto. Wapiti 1980 

 

Con una luz tan bellamente dramatizada como la suya (utilización de claro oscuro) ¿hasta que punto es pictoralista?

El pictorialismo fue un fenómeno muy interesante de finales del siglo XIX, después de que se inventase la fotografía. Muchos pintores cambiaron su profesión por la de fotógrafo, pero 20 o 30 años más tarde hubo un contraataque por parte de los pintores y se planteó si la fotografía podía ser arte o no. La cámara es una máquina, y las máquinas no tienen espíritu. Por tanto, la fotografía produce pinturas hechas a máquina. Los fotógrafos desarrollaron una especie de complejo frente a los pintores. En consecuencia, el fotógrafo intentó imitar al pintor, y ahí fue donde el pictorialismo entró en la historia de la fotografía. Yo no tengo complejos, pero sigo intentando ser un pintor.

 

¿Hubo una etapa en la que pintó?

Sí, bueno, pintaba cuando estaba en el instituto.

 

Pero decidió no continuar ese camino…

No es que no pudiese pintar y, en su lugar, decidiese hacerme fotógrafo. Todavía puedo pintar, pero, para mí, la fotografía era un medio. Cuando era joven pensaba que la fotografía tenía más posibilidades para el futuro, para usarla como un nuevo tipo de herramienta para crear un arte nuevo. La pintura es uno de los medios artísticos más antiguos que ha usado el ser humano. La gente ha probado muchas cosas diferentes y hay demasiada competencia. Lo que yo me pregunto es si podría ser mejor que Picasso. Esa es la cuestión.

 

Ha comentado que Mark Rothko le ayudó en su camino a la abstracción a través de la fotografía. ¿Podría hablarme de esta experiencia?

Bueno, compararme con Rothko es una osadía. Yo tenía la sensación de que podíamos compartir alguna clase de mentalidad o espiritualidad similar. No me refiero al precio de mercado. Ahí no puedo competir con él. Se trataba de sorprender a la gente con la relación entre la fotografía y la pintura. ¿Qué es lo que se intenta representar? Esa clase de espíritu abstracto se puede compartir con el método fotográfico. Y, en cierto modo, creo que fue un éxito. Uno de mis proyectos en el futuro próximo será mostrar cuadros impresionistas junto con mis paisajes marinos. Como sabía que Monet había pintado esa clase de paisajes en Étretat, en el Norte de Francia, fui allí y encontré el lugar donde los debió de pintar e hice las fotografías del paisaje marino desde el mismo punto. No de todo el paisaje, sino solo del mar.

 

¡Qué maravilla! ¿Y dónde se va a presentar?

Todavía no está decidido, pero actualmente me estoy ocupando de ello.

 

¿Tiene algún proyecto futuro en España?

En febrero estaré en la fundación Mapfre en Barcelona. Luego, en junio, estaré en Mapfre en Madrid. Será una retrospectiva.

 

Entonces va a ser una exposición muy importante…

Sí, será mi primera retrospectiva en un museo español. Después viajará a Brasil, en Sudamérica.

 

Pero en España ya estuvo antes, esta vez con el teatro de marionetas tradicional japonés, concretamente con “Los Amantes Suicidas de Sonezaki” ¿Qué significado tiene el Bunraku para usted?

Estoy introduciéndome más en las artes escénicas, sobre todo en las artes japonesas tradicionales. Ahora hago bunraku. Intento recuperar el teatro tradicional. A veces, la forma de representarlo no es la misma que antes. La obra es del siglo XVIII, y yo siempre intento volver al espíritu original. En concreto, en mi montaje la iluminación no es tan brillante. Tengo que utilizar luz artificial, por supuesto, pero trato de crear una atmósfera como la que había en los teatros tradicionales premodernos. Esta intención también es producto de la clase de calidad descubierta en Elogio de la sombra.

 

 

  

 

En su serie Retratos de figuras de cera del Museo Madame Tussauds, hay algo que nos recuerda a esas marionetas del teatro tradicional japonés. ¿Por qué los escoge: por lo que tiene de caricatura, por el tipo de personaje, por la técnica…? 

Cuando empecé a hacerla, en realidad no tenía nada que ver con el teatro de marionetas, aunque, sí, puedo ver la relación. Tiene que ver más con la historia de la fotografía. Madame Tussaud fue una creadora de figuras de cera del siglo XVIII, en la época de la Revolución francesa. Es decir, es también una especie de esquema, una réplica falsa de la naturaleza. Así fue como nació la primera fase de la fotografía. Eso era lo que pretendían: hacer una copia de la realidad. Incluso antes de que se inventase la fotografía, la figura de cera era un medio para representar. La gente creía que todo lo fotografiado representaba la realidad, pero ahora, con las cámaras digitales, hemos perdido esa realidad. Lo único que pretendo es bromear con la gente… Hay una fotografía de Catalina de Aragón, la princesa española, y la gente suele creer que es real. Pero, ¿cómo iba a poder hacerle una foto si era del siglo XVI?

 

 

 

 

Su padre también estuvo involucrado en teatro, ¿no es así?

Sí, con una forma artística diferente: la narración tradicional de la Comédie Française, viejas historias con un montón de chistes.

 

Debió influirle…

Mi mentalidad escéptica me viene de mi padre.

 

¿Y qué recibió de su madre?

Mi madre era muy buena para los negocios y una persona muy equilibrada. Era espiritual, creo que incluso religiosa. Durante mucho tiempo fue cristiana. Cuando era niña, la enviaron a un colegio de misioneros.

 

¿Tuvo algún efecto en usted?

Entendí cómo era la civilización occidental. Yo estudié secundaria en un colegio para chicos y estaba fascinado. La gente cantando a Cristo casi llegaba a hipnotizarme. Me hacía pensar que Dios existía realmente.

 

Pero después cambió…

Más tarde me trasladé a California y la gente hablaba de Buda. No cambié, pero estudié el cristianismo y luego el budismo. Son dos ramas totalmente distintas de la espiritualidad.

 

Definitivamente espiritualidad sin etiquetas.

No. Incluso en los estadounidenses encuentro a veces espiritualidad. Yo decidí ser espiritual y mantener una actitud igual con respecto a todas las religiones. La cuestión más importante es de dónde vienen la religión y la espiritualidad. Nuestro estadio de conciencia humana empezó con el desarrollo del sentido del tiempo y de la consciencia, lo cual está acompañado por un impacto religioso. Por lo tanto, todo está relacionado, y también lo está con mis paisajes marinos. Reflexionar sobre el pensamiento religioso… ¿Por qué, cuando contemplas la naturaleza o los paisajes marinos, sientes que algo te trae a la memoria tus viejos recuerdos, ya sean personales o de la humanidad?

 

Sus fotografías de arquitectura me recuerdan a las pinturas de Richter, tengo curiosidad por saber qué opina.

Richter utilizaba las imágenes fotográficas para sus cuadros. Es decir, tomaba prestadas esas imágenes. Luego yo he tomado prestadas las suyas y las he devuelto a la fotografía. Pero siguen siendo pinturas. Es un ir y volver, entrar y salir.

 

  

 

 

¿Y qué me dice de Duchamp?

Creo que he heredado mi escepticismo de Duchamp, y también de mi padre. Son los chicos malos…

  

 

  

 

  

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