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Blogs Enciende y Vámonos por Rosa Belmonte

De bragas arrugadas y pupilómetros

Rosa Belmonte el


Otra rentrée, la de La hora de la verdad. Pero sin Alicia Senovilla, lástima. Aquí una fan, sobre todo desde que le hicieron la inocentada de la mujer lobo. Al nuevo, José Ángel Ponsoda, un tío que parece que lleva rimmel de ese transparente y que viene de Canal 9, pues no lo veo. Y, la verdad, tampoco eran horas para ver nada (a las tres menos veinte acabó). Pero el programa es el de siempre, salvo por las reconstrucciones y el pupilómetro, una cámara que enfoca la pupila para demostrar si mientes. Para demostrarlo tanto como el polígrafo, claro, que no olvidemos que es un artefacto inventado por el autor de Wonder Woman. El presentador se empeña en repetir eso de ‘El polígrafo nos va a dar la respuesta’, ‘La máquina no miente’ (cuando uno quería traer testigos para ‘certificar’ que el trasto mentía), ‘Sólo el polígrafo puede desvelar si su hija consume droga o pertenece a una banda latina’… Y así hasta el infinito de la tontería. El programa a veces no tenía ni pies ni cabeza, parecía que lo hubieran montado al tuntún. Se preguntaban cosas que ya se habían tratado. O se hacían preguntas en el polígrafo sobre aspectos de los que no se había hablado ni en la conversación previa. Por ejemplo, a la pareja formada por Brígida y Antonio. Durante lo del polígrafo le preguntaron: “¿Te has sentido alguna vez atraído por las chicas extranjeras que ejercen el sexo en Guarromán?” o “¿Has tenido fantasías sexuales donde aparecen las chicas rumanas que tienes en tu cortijo?”. Ambas, preguntas fantasmas que las que ni siquiera supimos el resultado. Mi pareja favorita fue la de rusos (Zurab y Larissa). Él estaba  muy celoso y convencido de que su mujer le ponía los cuernos: “Yo creo que tuvo relaciones sexuales en el supermercado y vino a casa sólo a cambiarse de bragas”. El presentador insistía con las bragas, le inquiría por qué sospechó. “Mira, las bragas de nylon es difícil arrugarlas pero esas estaban bastante arrugadas. Estaban como hechas doce pliegues”, explicaba (lo mejor, la cara de la rusa cuando oyó eso). Bueno, no, lo mejor la frase del conductor, antes de dar los resultados del polígrafo: “Larissa vive inmersa en el abismo de los celos”. Premio para quien escribiera semejante mentecatez. El polígrafo demostró que decía la verdad. Luego ella, se dedicó a llamar de todo al marido en ruso (gilipollas, en español, o será que suena igual) y a recriminarle la vergüenza que le había hecho pasar con lo de las bragas arrugadas. Otro tío había dicho de su  oronda mujer (como él) que no tenía “un físico muy atractivo”. Y el presentador: “¿Un hombre que llama a su mujer gorda y fea, además de engañarla con otra, se merece otra oportunidad?”. El hombre enseguida protestó: “Yo no he dicho eso”. Y el conductor: “Es prácticamente lo mismo”. Ole. “Esta noche, todas las mentiras han quedado al descubierto”, acabó el pollo el espacio. En fin, que nuestras televisiones han retomado otro de sus hits. Otra prueba más de lo mucho que les importa el  I + D.  Para no repetir lo ya dicho, voy a rescatar (a ver si yo no voy a poder refritear) lo que escribí cuando se estrenó La hora de la verdad.


Otro sapo para Alicia (julio 2004)


Me pregunto por qué Antena 3 ha decidido someter a Alicia Senovilla a una estricta dieta de sapos gordos y babosos. Su paso por las mañanas aguantando a Kamerle y otros animales fue premiado con El castillo de las mentes prodigiosas, engendro que hoy me parece de culto. Lo de La hora de la verdad es para encerrar a alguien en la sala de aislamiento que tienen en el programa. Pobre Alicia. Cuando más me gusta es cuando ríe (cuando se parte de risa), pero con semejante sapo no tiene ni una oportunidad. El invento no alcanza la gravedad tenebrista de Confesiones ni la espectacularidad tendenciosa de La máquina de la verdad. Aun así, no hace ni pizca de gracia. Y, paradójicamente, el hecho de que no sea en directo tampoco ayuda a la agilidad. A medio camino entre El diario de Patricia y el espacio de Julián Lago, La hora de la verdad produce vergüenza ajena. Polígrafos, programas que analizan la voz, análisis de ADN… Un muestrario de avances técnicos dignos de CSI Vallecas al servicio de unos mendrugos sin pudor que acuden a la tele a mostrarse cómo son, a conocer la verdad de sus miserables vidas.


          Primer caso. Una chica quiere saber quién es el padre de su hija (su ex marido y su ex suegra asisten a la investigación). Cuando le dicen que el padre no es el ex marido sino un ex novio (con publicidad del laboratorio), ella estalla en lágrimas de alegría; él sólo se ríe. Y luego, durante la publicidad, la tía dice que es la engañada y que va a llevar al padre al juzgado. Debe de ser el primer caso en la historia en que la madre se considera engañada por un asunto de paternidades dudosas.  Segundo caso. Un joven quiere demostrar a su familia, que lo cree maricón (con razón),  su heterosexualidad. El polígrafo le sale rana y dice que ha mentido al afirmar que no había tenido fantasías con hombres y cuando sostuvo no haber mantenido relaciones sexuales con maromos. Tercer caso. Jessica, una chica con corbata en el corpiño, quiere saber si su padre es Vicente o un primo de éste. Allí están el tal Vicente y la madre, que se somete al programa que analiza la voz (y que demuestra que efectivamente Vicente es el padre). La madre, que es una mezcla entre Encarni de Hotel Glam y La dulce Neus, cuenta que  el tipo le pegaba y la violaba con la ayuda de un cuchillo. Aquí la máquina le da la razón. Entonces Alicia pregunta al marido si la maltrataba. «Sólo le he dado dos o tres guantazos porque se los ha merecido. Eso no es maltrato». Abucheos del público y bronca de la presentadora. Y como el artefacto de la voz parece insuficiente, les dan un volante para hacerse una prueba de ADN. Se han ganado una nueva participación en este estupefaciente y maravillosos programa. 


Lo mejor, la despedida de la Senovilla: «Sepan que aquí el que duda y no busca la verdad será infeliz toda su vida». Mucha cara de gozo tampoco es que tuvieran los pollos que salían de allí. La mía era colorada. El programa fue líder en el late night. Para que vean que la ausencia de Crónicas Marcianas (los refritos no cuentan) causa estragos.

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