Después de casi tres semanas de intensos y heróicos trabajos de un centenar de técnicos japoneses en la central nuclear de Fukushima, Alemania ha ofrecido enviar una dotación de robots manejados por control remoto para ayudar a limpiar y reparar los daños sufridos por los reactores como consecuencia del terremoto y el tsunami. También Estados Unidos envió la semana pasada cuatro robots diseñados para medir los niveles de radiación y comprobar in situ el estado de los núcleos de los reactores dañados. ¿Por qué se ha esperado tanto? Y sobre todo, ¿Por qué no tiene Japón, una super potencia en el campo de la robótica, sus propios equipos de robots especializados?
Los técnicos japoneses, considerados como hérores dentro y fuera de su país, llevan ya semanas trabajando en un auténtico infierno radiactivo para intentar recuperar el control de la central de Fukushima. Mientras, los niveles de radiación siguen subiendo, hasta multiplicar por miles de veces los umbrales que se consideran seguros para un ser humano. Algo que supone un riesgo inaceptable para la salud de los técnicos.
Y lo peor es que la cosa va para largo. Serán necesarias semanas, incluso meses, de intenso trabajo para recuperar los sistemas de refrigeración, vitales para controlar los reactores y evitar una desastrosa fusión total de sus núcleos.
La oferta de ayuda de Angela Merkel está siendo estudiada por las autoridades niponas y aún no se ha decidido cuáles serán exactamente las unidades que se envíen. Alemania es de los pocos países, junto con Francia y Estados Unidos, que dispone de equipos robotizados especialmente diseñados para trabajar en una emergencia nuclear.
En cuanto a los robots norteramericanos, dos parejas de los modelos Warrior y PackBot, enviados por la empresa iRobot, aún se está estudiando cómo y dónde su uso puede ser de mayor ayuda. ¿A qué se deben tantas dudas? ¿Por qué no están trabajando ya a pleno rendimiento?
Lo cierto es que la cosa no resulta tan fácil. Y si bien es verdad que los robots pueden ayudar a mantener Fukushima bajo control, también lo es que su efectividad en esta clase de entornos es muy limitada, y además extremadamente costosa.
Para empezar, la inmensa mayoría de los robots comerciales no sirven para trabajar en condiciones como las que existen en la central japonesa. Por ejemplo, los robots que se usan generalmente en labores de vigilancia y rescate están equipados con sensores que no están debidamente protegidos contra la radiación. Y además suelen estar operados por radio, un tipo de comunicación que se vuelve prácticamente inútil en un entorno cargado de radiactividad.
Para trabajar en un lugar como Fukushima se necesitan robots muy especiales y, sobre todo, resistentes. Según explica Max Lungarella, un experto en inteligencia artificial de la Universidad de Zurich, “esta clase de robots son, normalmente, bastante grandes, lentos y sólo disponen de unas pocas CPUs y sensores”. Bastaría con una simple puerta cerrada para impedir que uno de ellos siguiera haciendo su trabajo.
Muchos están de acuerdo, sin embargo, en que la principal utilidad de robots en una emergencia nuclear está en obtener y transmitir información en lugares difícilmente accesibles o peligrosos para los humanos. Pero realizar tareas que impliquen manipulación es algo muy diferente y extremadamente complicado. Y Japón, sencillamente, no ha apostado por el desarrollo de esta clase de ingenios.
En su lugar, la industria nipona se ha volcado en construir robots más “delicados” y que pueden hacer cosas como servir una copa de vino, tocar el violín o incluso bailar. La mayor parte de los expertos japoneses están centrados en robots de uso doméstico y no en unidades destinadas a operar tras un desastre.
El diario Washington Post publicaba hace unos días un artículo en el que explicaba cómo, tras un accidente en la central de Tonkai en 1999, el gobierno japonés empezó a desarrollar robots resistentes a la radiación. Un proyecto que, sorprendentemente, fue suspendido apenas un año después.
Algo que, Un tipo de decisión que no comparten países comoFrancia o Alemania, que disponen ya de pequeñas flotas de robots especialmente diseñados para trabajar en centrales nucleares midiendo, por ejemplo, los niveles de radiación en lugares en los que los humanos no pueden hacerlo.
Otra cosa muy diferente es la limpieza necesaria tras la fase crítica del accidente. Una tarea que puede durar años y en la que, hoy por hoy, la labor de robots puede ser mucho más efectiva.
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