El Universo está lleno de agujeros negros. Oscuros objetos de inmenso poder gravitatorio que se tragan, literalmente, todo lo que se pone a su alcance sin que nada, ni materia ni energía, pueda volver a salir al exterior. Hasta ahora, los científicos los han descubierto de varios tipos y tamaños. Los de «masa estelar», por ejemplo, surgidos tras el colapso gravitatorio de estrellas muy masivas, son los más pequeños y suelen tener masas equivalentes a decenas de veces la del Sol.
Por supuesto, los hay mucho mayores. Otra categoría, los agujeros negros de masa intermedia, por cierto bastante raros y difíciles de encontrar tienen, según algunos, entre mil y 100.000 masas solares, aunque otros piensan que pueden alcanzar el millón.
Pero es en los centros de las galaxias donde se encuentran los más grandes, los llamados «agujeros negros supermasivos», con masas equivalentes a varios millones, incluso a miles de millones de soles. Sin ir más lejos, en el corazón de la Vía Láctea, nuestro hogar galáctico, duerme Sagitario A*, un agujero negro de cuatro millones de masas solares que, pese a su tamaño, resulta ser de los más pequeños entre los de su clase.
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Ciencia