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Blogs Ciencia y Tecnolog铆a por Jos茅 Manuel Nieves

Algod贸n dulce y tejido artificial

Jos茅 Manuel Nievesel

Quién lo iba a decir. El algod贸n dulce, ese que lleva m谩s de un siglo pringando los dedos y las caras de los ni帽os en las ferias y verbenas de medio mundo, encierra en su esponjosa estructura las claves para la fabricaci贸n de tejidos artificiales. De hecho, su composici贸n filamentosa ha demostrado ser exactamente el patr贸n que buscaban los investigadores para 鈥渃rear鈥 redes de vasos sangu铆neos capaces de alimentar huesos, piel, m煤sculo, grasa o cualquier otra clase de tejido creado en laboratorio y destinado después a todo tipo de implantes y reconstrucciones.

La idea se le ocurri贸 a los doctores Jason Spector, del Hospital Presbiteriano de Nueva York y Leon Bellan, de la Universidad de Cornell. Y su investigaci贸n aparece publicada esta semana en la revista 鈥淪oft matter鈥.

La técnica resulta aparentemente sencilla. Y consiste, en primer lugar, en verter una generosa cantidad de compuestos qu铆micos l铆quidos sobre un simple algod贸n dulce. Se deja después solidificar el mejunje resultante y se introduce en agua caliente, para que se disuelva el az煤car. Lo que queda es un fragmento de material s贸lido, pero horadado por una聽 mara帽a de peque帽os 鈥渃anales鈥 que ocupan exactamente los lugares donde estuvieron los filamentos de az煤car.

El paso siguiente consiste en revestir esos canales con células vivas, para crear vasos sangu铆neos artificiales. Y 鈥渟embrar鈥 el bloque s贸lido con células inmaduras de cualquiera que sea el tejido que se pretende crear. El bloque mismo, que es biodegradable, va desapareciendo de forma gradual, a medida que es reemplazado por el tejido vivo, que crece. Al final del proceso, lo que queda es un bloque de tejido org谩nico en cuyo interior existe toda una red de peque帽os vasos sangu铆neos.

Los investigadores han llegado a hacer correr auténtica sangre (de rat贸n) por esos vasos sangu铆neos. Y esa sangre alimentaba con éxito al bloque de tejido. Una técnica original, sin duda, y muy econ贸mica. S贸lo queda que los dos cient铆ficos se pongan de acuerdo en un punto. A uno de ellos (Spector), le encanta el algod贸n dulce. De hecho, fue de él de quien parti贸 la idea. El otro (Bellan), lo odia. Ni siquiera le gustaba de ni帽o.

Ciencia Jos茅 Manuel Nievesel

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