En los Padres Escolapios de Granada, donde tuve la fortuna de estudiar durante 14 años, no se andaban con tonterías. Pobre el que osara hacer la rabona (‘saltarse’ clase). O dormirse en mitad de ella. Arrastraría esa losa todo el curso. Sin excepciones. El estricto padre Espejo, un calco a Meryl Streep en ‘La Duda’, profesor de filosofía y director del colegio, era el más temido. Y su aureola no era una de esas leyendas urbanas que toda escuela tiene. Era duro como el acero… Una fría mañana de abril, en COU, en clase de filosofía, un compañero de clase, confiado en su buen hacer a la hora de la verdad de un estudiante: el examen final, se aventuró a ‘echar una cabezadita’. El padre Espejo le despertó ipso facto con una frase lapidaria: «Señor Bullejos, el que duerme ahora no duerme en verano»… Y efectivamente. Aquel compañero no durmió ese verano: se lo pasó de principio a fin estudiando filosofía para aprobarla en septiembre y poder presentarse a Selectividad.
Cuento esto porque las siestas de Champions del Madrid son inadmisibles si la Décima es el objetivo. Y a falta de una, como hizo mi otrora compañero de colegio, ya se ha echado dos: la de anoche en Estambul que le costó tres goles en quince minutos y un buen susto; y la de Manchester en octavos que remedió Diego López con tres paradas milagrosas. Por fortuna, ni ingleses ni turcos han sido ese padre Espejo que haya castigado tremendo atrevimiento. Pero el bombo del viernes en Nyon, a falta de uno, tendrá tres: Borussia Dortmund y, seguramente, Barcelona y Bayern de Múnich. La Décima se logra ahora, en abril y mayo, y no en septiembre. Suena la campana. Ya llega el padre Espejo. Cuidado con la siestas.
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